25.12.15

"El Despertar de la Fuerza": galáctica nostalgia


Unos días después de su multitudinario estreno, pude ver, por fin, la primera película de la nueva trilogía (que en realidad es el episodio número VII de la saga) de Star Wars (también conocida en nuestro país como La Guerra de las Galaxias; los españoles aún nos preguntamos por qué no se tradujo como Las Guerras de la Galaxia, más correcto). El film, dirigido por J.J. Abrams, lleva el título de The Force Awakens (El Despertar de la Fuerza) y arranca 30 años después de los acontecimientos relatados en El Retorno del Jedi (1983). Casi nada. 

El Episodio VII es otro capítulo más de la inevitable sarta de largometrajes producidos desde que George Lucas tuvo la idea (genial para algunos, discutible e incluso odiosa para una mayoría) de perpetrar dos trilogías más sobre su aclamada franquicia, una sobre los hechos ocurridos antes de Una Nueva Esperanza (1977) y otra sobre los de después de El Retorno del Jedi, como hemos dicho. Para las tres películas centradas en el joven Anakin Skywalker (La Amenaza Fantasma, El Ataque de los Clones y La Venganza de los Sith) Lucas decidió tomar plenas responsabilidades, teniendo como resultado una trilogía deslumbrante visualmente, pero con graves deficiencias de guión y de argumento y carente del espíritu de las tres primeras. De hecho, no pocos fanáticos suelen obviar esta segunda trilogía y en su imaginario emocional sólo hay espacio para las viejas películas. 

No me considero un devoto de Star Wars y de hecho siempre he preferido otras trilogías o sagas cinematográficas, pero con el tiempo me he ido cautivando por esta ópera espacial de influencias clásicas e históricas e imborrables imágenes y diálogos, por el reverso tenebroso de la Fuerza, la mitología jedi o por las particularidades del universo lucasiano;  en definitiva,  he acabado valorando como se merece a todo un mito del celuloide; sin La Guerra de las Galaxias no se entienden un buen número de películas, su influencia en la cultura popular es enorme, y las tres antiguas siguen,  inalterables,  en el lugar donde habitan los sueños. Aguantan una y muchas revisitaciones, al contrario que la reciente trilogía (1999, 2002 y 2005) mencionada antes, cada vez más intrascendente, donde la más redonda es La Venganza de los Sith.

Así, tal vez escaldado por las malas críticas, o tal vez forzado a apartarse (Disney compró Lucasfilm en 2012) George Lucas dio un paso atrás y para estas nuevas entregas de la saga su papel quedaría relegado al de productor y supervisor. Desde luego volverá a ganar sacos y sacos de dólares, pero esta vez se han querido hacer las cosas bien, y se nota. Por ello, como emulando lo que se hizo con El Imperio Contraataca y El Retorno del Jedi, las cuales no estuvieron dirigidas por él sino por Irvin Kershner y Richard Marquand, respectivamente, él no iba a cortar el bacalao. El elegido fue J.J. Abrams, un director  reconocido por su solvencia y buen hacer, y quien, además, es un friki, dicho en el mejor sentido de la palabra. Un fanático de las viejas películas que no está dispuesto a herir de muerte a Star Wars, como casi hizo el multimillonario Lucas.

Y esa es una de las señas de identidad de El despertar de la fuerza. La devoción y el respeto por la historia galáctica es notoria, hasta tal punto que buena parte de la película gravita sobre el homenaje hacia las películas de hace 35 años, y en cierto modo el argumento es casi calcado por momentos; cabría achacarle poca originalidad imbuida por ese enorme respeto, pero también puede decirse que se prefiere eso (muchos lo preferimos) a una profanación de los mitos (hay muchos)  en 2015. 

No deja de ser curioso, que en nuestros modernísimos tiempos, tan digitales e informatizados ellos, estemos experimentando un sentimiento de paraíso perdido, de eterno retorno,  a varios niveles. Un ejemplo sería el libro electrónico, bien implantado ya pero que no acaba de dar el salto definitivo que muchos le auguraban; en cuanto al cine, hoy día es mucho más fácil realizar una película y prácticamente no se necesita rodar en exteriores ni en decorados, e incluso sin actores reales. Esto puede agilizar mucho las cosas, pero repercute negativamente en la calidad, sin duda; para la gente a quien le gusta el cine de verdad, siempre será más genial y entrañable un largometraje donde la realidad pueda palparse,  el paisaje pueda sentirse, y la piel casi tocarse. En 2015 aún seguimos considerando clásicas y mejores las películas realizadas hace décadas y décadas, aun con sus rudimentos y gazapos, que vemos con cariño. 

Se podrán hacer muchos remakes de películas míticas con tropecientos y molones efectos digitales, que siempre consideraremos superiores a las antiguas. En los últimos años no dejan de proliferarse, y en algún caso sólo el rumor causa escalofrío (como Blade Runner, por la presumible profanación). Estas modernas revisiones sólo sirven para que se luzca el actorzuelo quince minutos en una película cuyo metraje es básicamente un videojuego. Un ejemplo es el bodrio reciente de Desafío Total, a años luz de la película de Verhoeven. Con todo, en los últimos tiempos parece que se están imponiendo la revisión de películas míticas hechas desde el respeto, la admiración y la devoción, como Jurassic World, ya comentada aquí y dirigida por Colin Trevorrow, por cierto ya director confirmado de la continuación de El Despertar de la Fuerza. 

Y si en Jurassic World el equilibrio entre lo real y lo informático, entre la nostalgia y los píxeles, por así decirlo, era más que correcto, en la película de Abrams es notorio, y ésa es otra de sus virtudes: en El Despertar de la Fuerza los efectos digitales son excelentes, de los mejores de los últimos años, pero también es admirable el esfuerzo realizado y el tono a película clásica que se le ha querido dar; la proliferación de escenarios naturales y decorados reales es muy palpable, y de hecho, contradiciones de la vida, parece una película más antigua que la regulera y moderna trilogía de Lucas. Allí donde éste naufragó, en el exceso de lo digital, en la grandilocuencia pixelera, para que todos viésemos lo que molan sus CGI, Abrams ha tomado nota y ha sabido contenerse; en su película éstos son un recurso, nunca un abuso. 

Toda El Despertar de la Fuerza en sí es un ejercicio de nostalgia, especialmente valorado por los devotos y aficionados de la saga, pero también a estimar por el simple espectador de cine con buen gusto. Los homenajes y leitmotivs hacia (y de) las viejas películas son recurrentes y evidentes.  Y la sensación de encontrarse ante un film con cierto espíritu es notoria. A ello contribuyen varios aspectos; sin duda, la música del maestro John Williams, con su legendaria partitura orquestada de la manera más clásica posible. Pero también el guión, en el cual esta vez tampoco Lucas ha podido meter la mano, pues está escrito entre J.J. Abrams y Lawrence Kasdan, guionista de El Imperio Contraataca y El Retorno del Jedi. En El Despertar de la Fuerza no tenemos tanta hojarasca y diálogos vergonzantes como en las de las aventuras y desventuras del joven Anakin.

En cuanto a los actores, el mayor atractivo radica sobre todo en la reaparición de mitos como Han Solo, Chewbacca, Luke Skywalker o Leia, y bien y ajados que los vemos, pero tampoco podía hacerse una película centrada únicamente en la última cabalgada de viejas glorias. El tirón y el carisma son patrimonio del canoso Harrison Ford, desde luego, pero la película no es sólo de él y le acompañan varios jóvenes. 

Y no ha estado mal del todo el casting. Para mí destaca especialmente la desconocida Daisy Ridley en el papel de la chatarrera Rey, destinada a convertirse en toda una heroína. La joven británica ha sido todo un descubrimiento, desde mi punto de vista, favoreciendo que se siga con mayor interés la película; me ha fascinado, lo reconozco.  Adam Driver como el misterioso Kylo Ren tampoco desentona, en un personaje que, como el de Rey,  aún irá a más. O el de Oscar Isaac (el estelar piloto Poe Dameron). Por contra, me ha gustado menos la actuación de  John Boyega (Finn), aunque para ser sinceros su  recurrente papel de torpe no daba para mucho más. 

Este equipo de pipiolos protagonistas es en ocasiones como la conexión entre el fan espectador y los mitos de la antigua trilogía, pues no pocas veces podemos verlos fascinados ante Han Solo, la Fuerza, o el recuerdo de Luke, o cuando mediada la película pronuncian por primera vez "Darth Vader" (si eso te estremece, eres cautivo de la nostalgia). Además, también los contemplamos en la tesitura iniciática de verse por fin en aventuras arriesgadas jugándose la vida, en plan "qué nervios, estoy ante ellos", "yo puedo hacerlo", por lo que sin duda es como si el devoto de Star Wars, 38 años después de la primera entrega, pudiera hacer realidad sus sueños. La conexión emocional está garantizada. Y ahí se implican tanto los jóvenes protagonistas (ni habían nacido en 1983)  como el espectador y, desde luego, J.J. Abrams. 

También debe reconocerse que construir un relato mirándose en el espejo de los mitos del pasado, es más fácil, emocionante y productivo que hacerlo desde "antes de" y con personajes desconocidos y con menos tirón.  Me refiero con esto último a la segunda trilogía dirigida por Lucas. 

Pero, en definitiva, El Despertar de la Fuerza es una película notable que sin ser una obra maestra, está destinada a hacer olvidar definitivamente el disgusto causado por las tres últimas de hace una década, y a establecerse en un nivel intermedio, entre aquellas y las de la trilogía original. El Imperio Contraataca , unánimemente reconocida como la mejor de todas, seguirá estando ahí, inalcanzable. Podrá decirse, como se dijo en perspectiva ,  que no había necesidad de hacer una nueva trilogía después de El Retorno del Jedi, pero una vez Lucas se pegó el costalazo (de crítica, que no económico) con sus tres películas-videojuego, era cuestión de tiempo, y algo ineludible, que se cerrara el círculo con tres largometrajes más; pero, ya puestos, y como sabían que iban a vender hasta preservativos  de Star Wars, se habrán dicho "por lo menos hagamos algo decente".  Se debía hacer bien. Y por Vader que se ha hecho. 


Lo mejor:

- El respeto y devoción hacia la trilogía original, así como el sentido homenaje.

- El tono nostálgico, sin duda un recurso empleado para atraer a los fanáticos, pero que también ha de saber efectuarse correctamente y no quedarse en un remake.

- El excelente equilibrio entre los efectos digitales y lo real, así como el aspecto de película de verdad. 

- J.J. Abrams no se ha limitado, como Lucas, a tirar de píxel. Sigue teniendo ganas de usar la cámara, y en algunas bellas imágenes puede verse la influencia de Coppola o David Lean. 

- Él. Han Solo.  

- Algunos jóvenes, futuras promesas, especialmente Rey. Un descubrimiento, Daisy Ridley. 

- 135 minutos de puro ritmo, sin decaimiento. 

- La banda sonora, aunque John Williams siempre sea sinónimo de garantía.  

- La conexión emocional con el espectador.


Lo peor:

- Más allá de alguna sorpresa  no tan sorprendente, puede achacarse demasiada falta de originalidad. Tan respetuosa y tan calcada que por momentos suena a ya visto, a copia actualizada. 

- Podría ser mejor a nivel narrativo. 

- El personaje de Finn, que sin duda irá a más. 
 

2 comentarios:

  1. Yo fui a ver al película el día del estreno. Iba con mucha emoción, porque el trailer prometía acción y emoción por un tubo. Pero cuando vi la película, más que el típico homenaje a una gran película como fue "Una Nueva Esperanza", me quedó más el regusto de haber pagado para ver un remake del Episodio IV. Eso, un guión con bastantes incoherencias y un Kylo Ren que parecía uno de esos niñatos del Hermano Mayor mataron gran parte de mi entusiasmo. Eso sí, es indudablemente superior a los Episodios I, II y III, desde luego.

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    1. Intuyo que no te ha gustado tanto como a mí, jeje, pero bueno, cada uno tiene su opinión ;) Ciertamente es muy poco original, pero yo disfruté bastante con una película que parece hecha hace años y no es un videojuego como muchas de la actualidad. A ver cómo son las dos siguientes!

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