28.7.14

"Devil came to me"

 Ya he escrito otras veces sobre el poder de sugestión de la música, y el cómo puede distraerte, abstraerte o trasladarte a un momento o unos momentos del pasado relacionados con tal o cual canción o melodía. 

Pues el sábado volvió a ocurrir. Para celebrar la despedida de soltero de uno de nosotros, de los de siempre, nos reunimos todos y parte de su familia en la planta baja de un pequeño local  de la Murcia de mi alma, casi una cueva con humedades, similar a  una mazmorra, pero perfecta para nuestros propósitos, que no eran otros que desfasar con nuestra música, cervecear convenientemente  y dejar un puñado de momentos inolvidables; en definitiva, pasarlo muy bien.

Hijos de los 80 como somos, pero criados y desarrollados en la década siguiente (evidentemente) , la música no necesariamente la predilecta (no al menos para todos) pero sí la que más recuerdos o emociones puede traernos y puede trasladarnos más es la de los 90 y, como me gusta decir, la de los primeros 2000 (2000-2004) , es decir, esos años cuando crecimos y luego el grupo se fue ampliando en el instituto. Por ello no podían faltar canciones icónicas como Devil came to me, Clavado en un bar,  A golpes, Barrio gris, What is love,  Wonderwall,  La madre de José,  P´aquí, p´allá  y ciertos "temazos" dance y hardcore, de entre el ingente archivo. Cada canción era un estallido, una dosis de nueva euforia. 

En esas estábamos, cuando, con esa serenidad que da el beber tranquila y pausadamente, me senté, con un quinto en la mano, apartado, y en silencio. Mientras sonaba esa gran canción de Dover símbolo de nuestra generación, me dispuse a observar a mis amigos, unos más alterados que otros, pero seguían siendo ellos, desde luego. Estábamos como siempre,  aunque los años no pasen en balde y ya no seamos tan jóvenes, rozando ya los 30. Pero seguimos teniendo las mismas bromas y frases y expresiones cómplices.  Y lo que significa y simboliza una palmetada en la espalda bien dada es digno de estudio. 
Pausado, los observaba discretamente,  tan grandes, cada uno a su manera;mucho ha llovido, y  por cualquiera de ellos pongo las dos manos en el fuego, sin duda. 
A veces pienso por qué el vínculo que hay entre nosotros es tan fuerte, aun cuando no siempre lo parezca o no se vea tan nítidamente, pero lo es, en efecto. Yo por lo menos no lo siento con nadie o casi nadie. Creo que es por datar nuestra amistad de esos años tan decisivos, tan alegres como tristes y  difíciles a la vez , de la adolescencia y la mayoría de edad. 

Mientras sonaban los acordes metaleros y la peculiar voz de la Llanos, y miraba de uno en uno, y de éste a aquel, me entró una intensa sensación de melancolía, por esos momentos que ya no van a volver y que sólo quedan ya en nuestra memoria. Aunque parece que sigamos siendo los mismos, no lo somos tanto. Nuestras preocupaciones y ocupaciones son otras, las prioridades han cambiado,  muchos están ya emparejados, otros ya casados o van a hacerlo, o simplemente tienen la vida bien encaminada. Y de hecho, pensé, momentos como aquel de revival entre todos van a venir cada vez más con cuentagotas.

Por fortuna, siempre podré seguir reviviendo esos momentos, aunque sea fugazmente y con esa inevitable sensación de "paraíso perdido" y de estremecimiento, cuando suene alguna de esas canciones que me retrotraen a esa época feliz (aunque no siempre lo fue), complicada  y levemente idealizada, cuando éramos unos niñatos de barrio pecosos y en chándal  y nuestra mayor preocupación era aprobar tal  o cual asignatura o Fulanita nos hiciera caso. Y como mejor lo pasábamos era todos juntos.


 I lied for you, I lied for you
I lied for you, I lied for you...

15.7.14

Vuelven los 90







En fútbol, como en todos los asuntos humanos, en ocasiones actúa la justicia divina. No siempre, desde luego. Pero en 2014 ha vuelto a hacerlo. Como ha vuelto Alemania para añadir una cuarta estrella sobre su escudo, aunque lo más correcto sería decir que ha vuelto a ganar, porque realmente nunca se ha ido. 

Pues nunca, y esto es innegable pese a sus críticos,  ha abandonado su status de potencia planetaria (ese que alguna vez tuvo Inglaterra cuando aún existía el Imperio Británico, o que esporádicamente adquieren selecciones como la francesa o la española) pese a su aparente falta de glamour (lo que signifique eso) y simpatía (solemos estar acostumbrados a que si el Mundial lo gana Brasil es la "fiesta del fútbol", pero si lo hace Alemania la euforia es menor pues triunfa "el rodillo", la gris eficiencia germana).

He escrito ya mucho en este lugar sobre Alemania y su extraordinaria y única regularidad en los torneos internacionales, pero nunca está de más volver a repetirlos brevemente: en cuanto a Mundiales, aparte de los 4 títulos (1954, 1974, 1990 y 2014),  los 4 subcampeonatos (1966, 1982, 1986 y  2002),  los 4 terceros puestos  (1934, 1970, 2006 y 2010) y un cuarto (1958),  sólo han faltado a dos (y uno de ellos se debió al bloqueo internacional después de la II Guerra Mundial), siempre han finalizado entre las 10 primeras (y de hecho llevan 4 semifinales seguidas) y son la selección con más partidos (106) y más goles (224) de la historia de los Mundiales. ¿Alguien tiene algo que decir? Y en cuanto a las Eurocopas, pese a que España le haya empatado en sólo 4 años a  3 títulos (1972, 1980 y 1996) , siguen siendo también la más regular, con 3 subcampeonatos (1976, 1992 y 2008)  y 2 terceros puestos (1988 y 2012) , además de ser la selección con más partidos, goles y victorias. Alemania, ya estuviera dividida o reunificada, siempre ha sido la gran potencia europea, por regularidad e insistencia, y uno de los 3 colosos del mundo junto con Brasil e Italia.

En cuanto al Mundial recién concluido, poco más cabe añadir. Desde el primer momento pudo verse que, frente a la irrupción feliz de algunos modestos y la decepción de ciertos grandes, ella era de las pocas clásicas ( o la única) que volvía a presentar con contudencia su candidatura al trono mundial, en contraposición a la impotencia de la anfitriona Brasil.  Ya fuera con jóvenes talentos como Kroos, Neuer, Müller  o  Götze, o como veteranos ya legendarios como Klose, el último lansquenete arrasando por los campos, que ya es el máximo goleador de la historia de los Mundiales y el líder anotador de la selección, superando a "Torpedo" Müller con 71 goles en 137 partidos.  Y para la historia queda precisamente esa semifinal con Brasil, con ese 0-5 en 29 minutos anticipo del 1-7 final, muestra gloriosa y amplificada del poderío alemán de hoy y de siempre,  donde sólo faltó música de Wagner, aunque creo que para el trauma (superior al Maracanazo, acaso por ser más reciente aunque no sólo por ello) que les va a quedar a los futboleros brasileños para el resto de su vida no es necesaria ninguna música. 

Como ya dije en otro lugar, Alemania siempre ha estado ahí. Ese rodillo insistente, directo y poco especulador sin florituras que sólo busca rendir al contrario a base de disciplina y goles, podrá haber dado más o menos espectáculo a lo largo de la historia, podrá haber sido más o menos plomizo (aunque siempre me ha gustado ese estilo), pero, después de una cierta "decadencia" entre 1997  y 2005 con algunos "batacazos"  pese al subcampeonato de 2002,  ha sabido reinventarse (y modernizarse, con varias hornadas de hijos de inmigrantes) en los últimos años y jugar más vistosamente aún, y en lo cual, por cierto, pese a los intentos de ciertos guardiolistas, poco o nada tiene que ver el estilo del actual técnico del Bayern anteriormente en el Barcelona; Löw lleva en el cargo desde 2006 desplegando su equipo un juego vistoso, directo y sin demasiada posesión  y superando casi siempre las semifinales, aunque hasta ahora le faltaba el título.

Y el título llegó, por fin. Y además, en América, rompiendo con esa maldición de las selecciones europeas; parece que a Alemania le correspondía, por historial, regularidad y méritos, ser la primera europea en ganar un Mundial en el continente americano. 
Por cierto,  Frente a Argentina, como en las finales de 1986 y 1990. La primera la ganó la albiceleste liderada por ese Maradona aún glorioso, y que sirve constantemente para demostrar que Messi no es como él (y probablemente ya no lo será) y la segunda, esa Alemania disciplinada donde destacaba Lothar Matthäus, pero era sobre todo un bloque granítico. 

Por eso vuelven los 90. No sólo porque se repitiera la final del Mundial de Italia. También porque  24 años después, Alemania recupera su cetro del fútbol planetario, para alegría de los germanófilos españoles (o de otros lugares) como quien escribe, pues lo necesitábamos. Esos germanófilos que tenían a la selección alemana como su segundo equipo, casi rivalizando con el de su propio país, y que necesitaban volverla a ver ganar en directo un Mundial. 


Y ahora, volvamos a la rutina y a los asuntos de la vida...

8.7.14

Un lienzo: "La siesta"





La siesta (La migdiada). Ramón Martí Alsina, 1884.  Óleo sobre lienzo. 60 x 70cm. Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), Barcelona.



No siempre, considero,  una obra pictórica ha de ser de nuestras favoritas para que nos produzca determinadas sensaciones o pensamientos, o dé para escribir unos párrafos. Tal es el caso de este pequeño lienzo del catalán Martí Alsina (1826-1894), pintor español inscrito en el realismo con tintes impresionistas de influencia francesa implantado en la segunda mitad del XIX (época predilecta para mí, en general,  todo el siglo).

La siesta, sin ser de las obras más afectas como decía, siempre me ha gustado desde que la viera en ya no me acuerdo qué enciclopedia o manual hace mucho tiempo. La escena en sí, es simple, banal, nada academicista , en la línea de su inspirador Courbet pero sin llegar a la sordidez de éste (baste contemplar una de sus famosas obras, transgresora en su tiempo y que puede escandalizar aún hoy.)

Con las hábiles y rápidas pinceladas de  Ramón  Martí, aquí sólo tenemos lo que parece un burgués de posición ciertamente acomodada disfrutando de esa costumbre tan española (y por ende, hispanoamericana) también presente en algunos países mediterráneos y asiáticos: la siesta. Se deduce lo de "burgués" pues, verdaderamente,   es harto dudoso -aunque no imposible- que un campesino, un obrero o un minero de la época pudieran echarse un rato tan holgadamente, y en caso afirmativo, a todas luces no sería en un sillón como el del cuadro, pues, aunque algo antiguo, parece bastante confortable. Y lo de  "posición acomodada" porque, aunque la penumbra invada la estancia y apenas se distinga algo parecido a un mueble, podemos contemplar  su atuendo, para nada humildes a la par que habituales en ciertos segmentos de la sociedad de su tiempo; blusa impoluta, pajarita, chaleco (con cadenita de reloj incluida), ajustados pantalones negros y unas finas pantuflas, casi unas babuchas,  para estar por casa.

La relajación del barbado aunque cuidado hombre es evidente: inclinada la cabeza sobre el lado derecho,  con la mitad del rostro descansando sobre el respaldo, reposadas las extremidades superiores en sendos brazos del sillón, cruzada ligeramente una pierna sobre otra, el sueño del burgués parece levemente profundo a la par que placentero. Tal vez de trate de un importante comercial, un propietario,  un funcionario o tal vez un intelectual (en el suelo aparece tirado algo similar a un periódico o un libro), incluso un político,  o tal vez sea sólo un desocupado con cuantiosas o medianas rentas tan habitual en la época, quienes empleaban buena parte de su tiempo en las tertulias de los casinos de ciudades y pueblos. Es fácil percibir que, sea quien sea, este individuo probablemente acaba de comer y, tras hojear el periódico y saboreado un café o un licor, ha dejado caer la cabeza sobre  el rayado sillón. El realismo del artista catalán es magistral, pues prácticamente nos hace contemplar la escena en silencio y sin movernos, como si estuviéramos realmente con él y no quisiéramos despertar su sueño.

Pero lo que me parece más importante, lo que quería decir, es que, pese a los 130 años transcurridos, la moda, la sociedad, la realidad y algunas costumbres son distintas, pero esta pequeña pintura transmite esa sensación de lo que sigue siendo una leve siesta (de las "de sillón" o como mucho 20 minutos en la cama) hoy día, con esa modorra, esa somnolencia que nos invade después de comer en cualquier época del año, aunque preferentemente con tiempo cálido. Esa cabezada en cualquier sitio entre las horas de trabajo, estudio u ocupación, o en vacaciones, tan reconstituyente. Unas veces más profunda que otras (como ciertos casos en los que parece despertemos en un universo paralelo), en muchas ocasiones ligera y expuesta a sobresaltos y despertares, a ratos sólo se trata de dejarse llevar y cerrar únicamente los ojos. Si casi me parece notar en la duermevela del burgués la típica boca pastosa y la cabeza embotada tras la siesta...