28.2.11

Un tal Carlos (parte III)







Ese mismo año de 1547 fallece uno de sus más notorios antagonistas: Francisco I de Francia. Martín Lutero había pasado a mejor vida un año antes. También deja de existir el variable Enrique VIII de Inglaterra, por lo visto satisfecho después de haberse casado seis veces. Y perece el supersecretario del Emperador, el jiennense Francisco de los Cobos, otra gran figura admirable; de humilde origen y formación tardía, llegó a convertirse en uno de los más leales y eficientes servidores y cortesanos del rey, experto en finanzas y favoreciendo además, con su mecenazgo, el patrimonio renacentista en su pueblo, Úbeda.

Pero la batalla de Mühlberg y estas tres defunciones no fueron el único acontecimiento para Carlos en este año, ya que en Ratisbona nacía, fruto de los amores cortesanos con cierta dama llamada Barbara Blomberg, su primer hijo extramatrimonial (y último) desde la muerte de la emperatriz Isabel: un niño, quien luego sería Juan de Austria, una de las figuras de la España imperial más atractivas, heroicas y trágicas.

Decíamos antes que Mühlberg fue un gran triunfo; ciertamente, dada la tónica anterior entre Carlos y los príncipes protestantes alemanes, es posible. Realmente, pese al título de Emperador, nunca pudo imponerse de forma clara incluso antes de la aparición del luteranismo, por la propia composición del territorio alemán, donde los Habsburgo nunca fueron superiores.

Pero Carlos estaba ya cansado de tanto corrido. Habían pasado ya 30 años desde que dejara Flandes rumbo Castilla. La verdad, aparte del idioma (en Trento exigió poder hablar en castellano) él se había ido españolizando, como toda la administración: los puestos de gobierno y representativos en los diversos territorios (Flandes, Italia) eran para castellanos, y por supuesto Castilla seguía contando con el monopolio en América. Si Castilla era la "bolsa" del Imperio,porque era la que más aportaba monetariamente, también era la que más se mojaba. Eso no quiere decir que fuera la más beneficiada. No al menos, los castellanos de a pie. En general. "El sol no se ponía en sus dominios, y los manteles, tampoco", como dijo Raúl del Pozo. Los españoles, siempre pringando.

Es destacable la paz existente en Castilla desde las Comunidades. En el reinado de Carlos no volvió a producirse ninguna alteración o revuelta; eso no quiere decir que no se protestase por la carísima política exterior del Emperador (dejando agujeros en la economía heredados por su hijo Felipe). Por ejemplo los españoles creían más conveniente que se defendiera más el territorio ibérico frente al turco infiel, pero en Andalucía o Valencia, no en Viena. O que se abogase por la paz con Francia. Los españoles nunca fueron partícipes de su idea de un Imperio Universal Cristiano y siempre mostraron reservas. Aunque sí apoyaron su defensa del catolicismo frente al luteranismo. Por otra parte, le sirvieron con lealtad y firmeza, ya fuera en Túnez, Viena, Nápoles, Amberes o México. Era el mejor ejército de Europa.

Pero Carlos ya se acerca a la cincuentena y sabe que ya no es joven. Si bien ha tenido éxitos, ha experimentado también fracasos. No ya sólo por la imposibilidad de imponerse a protestantes, franceses o turcos y ser un rey permanentemente en movimiento y falto de dinero. O del siempre poco firme apoyo del Papado, pese a erigirse Carlos como espada del catolicismo frente a los luteranos. Bien es cierto que el Papa de Roma nunca vio con buenos ojos el poder del emperador en España y en Italia, rodeando a los Estados Pontificios. Pero Carlos está cansado de todo ello.
En 1552-1554 tiene lugar la fracasada (y costosa) guerra contra Francia y los protestantes alemanes, de la que incluso tiene que huir de Innsbruck perseguido como un fugitivo. El cansancio no sólo es físico sino también espiritual. Necesita reposo, sentarse frente a la chimenea a arreglar relojes (su pasión) cenar tranquilamente y bien, y si es posible en España, mejor que mejor. No en vano no ha vuelto a Castilla desde 1543, cuando embarcara en Barcelona rumbo a Alemania y dejara a Felipe (de 16 años) las concretas instrucciones como regente, además de confirmarle en secreto como duque de Milán. Pero antes de regresar, como sabe que su fin está próximo, llama a su hijo con el objetivo de pasearle por sus dominios, para que Felipe fuera visto por sus próximos súdbitos; es el Felicísimo Viaje por el Imperio y Flandes entre 1548 y 1551.

En 1553 Carlos renuncia al reino de Nápoles en favor de su hijo y planeó el matrimonio de éste (ya viudo con 26 años) con María Tudor (hija de Enrique VIII y de la sufrida Catalina de Aragón), la famosa Bloody Mary (por su gusto por las hogueras de protestantes), una mujer 11 años mayor que Felipe, rondando los 40; un casamiento efectuado en 1554. Era pues un matrimonio muy de conveniencia, en la que ninguna de las partes cedía a la otra nada, más como una alianza que otra cosa (inscrito en las alianzas tradicionales desde los Reyes Católicos, Castilla-Inglaterra-Sacro Imperio para aislar a Francia). En esta época las relaciones entre Inglaterra y España eran muy positivas y aún quedaban lejanos los años de confrontación; Carlos además veía como vital, para los intereses españoles en Flandes, tener como firmes aliados a los ingleses. Pero de hecho, cuando María murió en 1558, Felipe se dio de baja como rey de Inglaterra.

Carlos poco a poco va soltando lastre. Ahora, en 1553, con el Imperio, es cuando se enfrenta a su hermano Fernando, quien como Rey de Romanos no veía con buenos ojos que Carlos quisiese hacer emperador a Felipe. Fernando, quien tantas veces había interactuado por Carlos, era más diplomático y flexible en materia religiosa y era bien visto por buena parte de los príncipes alemanes. Por ello y para evitar conflictos en el futuro, Carlos reniega de entregarle el Imperio a Felipe, cediéndoselo a Fernando. Abdicó en él en 1556, tras la firma de la Paz de Augsburgo de 1555, mediante la cual Carlos reconocía la libertad de los alemanes para elegir confesión. Así que, en el fondo, Mühlberg había servido de poco, lienzos de Tiziano aparte.

Todas estas abdicaciones tienen lugar en Bruselas, con padre e hijo presentes. En enero de 1556 Carlos cede a Felipe sus dominios de Castilla, Aragón, Nápoles, Sicilia, Flandes y las Indias. Desde luego los deja en buenas manos. Ahora es cuando se produce la ruptura ya irreversible, entre las dos ramas Habsburgo: una, la de Carlos, ya sólo se centrará en España, Italia, Flandes y América, unos muy extensos dominios sin corona imperial ; la otra, la de Fernando, el Imperio, en Europa Central y del Este.

Todo está ya hecho. Carlos toma un barco, dejando a Felipe en Flandes, en dirección a Castilla. Un viaje casi calcado al realizado en 1517, casi 40 años atrás. En condiciones muy distintas, sin embargo. Su madre la reina Juana ha muerto sólo un año antes. Así, prácticamente en soledad y sin querer la compañía de nadie (le horrorizaba ver a don Carlos, el problemático primer hijo de Felipe; pero ésa es otra historia), aguarda a que le terminen el palacete de Yuste, junto a un monasterio jerónimo, en un bucólico lugar de Extremadura. Un tranquilo y humilde espacio para el final de los días del Emperador.

Paralizado y envejecido por la gota padecida desde los treinta años y la vida itinerante, desde comienzos de 1557 en Yuste se puede entregar a la lectura, a su colección de relojes de cuerda, las comilonas de carne, marisco y empanada de anguila o a su poco saludable costumbre de beber cerveza helada nada más levantarse, como desayuno (como buen belga). No por ello sin descuidar la labor de supervisión sobre su hijo Felipe, manteniendo un intenso contacto epistolar. O reconociendo con alegría a su bastardo Juan de Austria, llamado por entonces Jeromín. Su retiro tuvo corta duración: Carlos fallecía el 21 de septiembre de 1558, posiblemente de paludismo. Así terminaba sus días el rey extranjero,quien se supo retirar a tiempo y decidió abdicar, hijo de una madre maltratada y desgraciada, soberano de unos inabarcables territorios, el vencedor del Turco, el emperador despreciado por sus súdbitos, que conoció glorias y victorias y también penurias y reveses. El derroche y la falta de fondos. Las mieles y las hieles.



Carlos es una de las figuras más importantes de nuestra historia. Es una de mis favoritas, como digo. Es un gusto perfectamente rebatible y no gustará a todo el mundo. Pero para mí tiene un atractivo especial. Tal vez porque se trate de uno de los últimos reyes guerreros de la historia, en un mundo que empezaba a cambiar; por su grado de implicación personal, ya fuera en Flandes, Alemania, África, Francia, Inglaterra o Austria. O por sus ideales caballerescos (llegó a retar en duelo a Francisco I de Francia) y en cierto modo demasiado idealistas y algo desfasados. Pero me atrae mucho. No ya sólo porque sea un rey-emperador. O un monarca extranjero en España, en principio ajeno a ella, pero que acabó naturalizándose castellano, hasta el punto de querer finalizar su vida en estas tierras. Carlos I de España. El personaje, lo que significa, la entidad. Posiblemente cuando vaya a El Escorial y vea las imponentes estatuas del cenotafio y sus féretros, sienta algo inexplicable, incluso emoción o impresión (como cuando contemplé el mural de Lepanto en Venecia, y mi amiga se dio cuenta de la expresión de mi cara.) . Pero yo soy así, y en ocasiones siento la Historia. Me apasiona la época, en sí. Los comienzos y la mitad del siglo XVI. Esa España que sale de la Reconquista y de la Edad Media. Renacentista y humanista. Que se establece con fuerza en Italia. Que descubre América y planta la bandera castellana en Tenochtitlán y en Cuzco. Que da la primera vuelta al mundo. Que por los azares del destino y la fortuna, une su suerte a una dinastía extranjera, permitiéndole dominar territorios tan ajenos y lejanos como Flandes. O el propio Imperio. La gran familia Trastámara-Habsburgo. Las victorias en Túnez, Flandes, Viena o Milán. Esos tercios invencibles. El peligro del Turco. Enrique VIII. Tomás Moro. Luis Vives, Nebrija, Erasmo, Lutero, el virrey Toledo, Garcilaso de la Vega, el Lazarillo. La Roma de Miguel Ángel. Cisneros, Sforza, Granvela y De los Cobos. El gran almirante Doria, el duque de Alba, Lannoy, Colonna, Leyva, el condottiero Ferrante Gonzaga. El Saco de Roma. Nápoles. Aragón. Esa nómina inagotable de exploradores y conquistadores de las Indias, tanto los conocidos como los anónimos: Núñez de Balboa, Ponce de León, Coronado, Cortés, la familia Pizarro, Orellana, Alvarado, Cabeza de Vaca, Bernal Díaz del Castillo, Oñate, Velázquez de Cuéllar, Grijalva, Nicuesa, Magallanes y Elcano. Esa Monarquía que saca oro y plata a raudales de América pero se lo deja en guerras y lujos, arruinándose sin remedio. En fin, el esplendor de Castilla, con Toledo, Salamanca, Valladolid y Sevilla a la cabeza. La España Imperial. Bien es verdad que con muchos fallos y carencias. Pero éramos algo. Cuando fuimos algo. No es cuestión de estar constantemente recordando el pasado glorioso y vivir de ello ni nada por el estilo, no se trata de eso. Pero, aparte de crítica y exhaustividad, la época merece todo nuestro respeto y admiración y no es sino otro modo de honrar a nuestra tierra , nuestros antepasados y nuestra cultura. Así que fuera corrección política. Y ojo con tocarnos la moral.

26.2.11

Un tal Carlos (parte II)

Habíamos dejado a Carlos muy feliz rumbo a Aquisgrán, con el título de César en el bolsillo e ilusionado por lo que le aguardaba. Como le había dicho su gran canciller Gattinara, "Dios os ha puesto en el camino hacia una monarquía universal"; nunca se había visto tal magnitud de títulos y territorios concentrados en una misma persona. Diversidad de territorios, sí. Y la tierra de su madre, que en teoría no debería entrañar mayores complicaciones para someterla, fue la que más quebraderos de cabeza acarreó a Carlos. El César llegó a afirmar que había aceptado el título imperial para erigirse en brazo armado de la fe católica, defendiéndola de los infieles, y que España sería siempre la base de su poder y la fuente de su riqueza. O como dijo el obispo Mota, "en su bolsa y su espada". Es cierta la existencia de españoles conscientes de la importancia del Imperio y de todo lo positivo que podía acarrear, pero la mayor parte de castellanos y aragoneses preferían un rey propio, no una gran dinastía en multitud de territorios, tampoco compartir un emperador extranjero.

Los castellanos desde luego no vieron con buenos ojos, primero que pasase de su madre, luego que desterrara a su hermano y por último y no por ello menos importante, que se llenase la bolsa con dinero español y que copara los puestos de la administración con flamencos. Ni Carlos ni Adriano saben lo que va a estallar en ese 1520, la revuelta de las Comunidades, o de los Comuneros.

Este conflicto es bastante complejo en sí, de difícil explicación y merecedor de mucha más atención, pero en él confluyeron varios factores, además del descontento de los castellanos con los flamencos; a saber, las malas cosechas, la preponderancia de los señores, el monopolio de los comerciantes de la lana burgalesa o las demandas fiscales del propio rey. El tema de las ciudades, la nobleza y la marginación de la "Castilla interior" respecto de la "exterior" (Segovia o Toledo respecto a Burgos, por ejemplo) era un tema ya caldeado desde tiempos de los Reyes Católicos, y la llegada de Carlos y su política fiscal fue la gota que colmó el vaso. Ciertas ciudades de Castilla (la primera, Toledo, expulsando al corregidor real y estableciendo una "comunidad") se rebelaron contra el "mal gobierno" y se lanzaron abiertamente contra él, no específicamente contra Carlos. Enseguida destacaron líderes hidalgos como Bravo, Maldonado, Padilla, Girón o Zapata, auténticos cabecillas de la revuelta. En ambos bandos se cometieron tropelías, pero en el bando realista se salieron un poco de madre al incendiar Medina del Campo, por ejemplo, que motivó que la revuelta se fuera extendiendo por las ciudades. Castilla estaba en llamas y en Tordesillas, en su corazón, residía encerrada la Reina Juana. Los comuneros llegaron a entrevistarse con ella, presentándoles su programa y pidiéndole su rúbrica; la madre del rey, enajenada pero no simple, ni malvada, no consintió, a sabiendas que aquello perjudicaría a su hijo.

Sin embargo, las Comunidades fueron tomando un cariz antiseñorial, al ser la mayor parte de los comuneros parte de los sectores populares urbanos, que se enfrentaban a la oligarquía tradicional de las ciudades, por lo que la nobleza, temerosa de perder su status y sus privilegios, tuvo que pactar con la Corona (bien representada por el astuto Adriano, asistido por el almirante y el condestable de Castilla) y pasó a apoyar a Carlos. Las ciudades fueron poco a poco retirándose de la pugna, como Burgos y Valladolid, y la batalla de Villalar, el 23 de abril de 1521, fue un mero trámite. Las tropas reales derrotaron sin dificultad a los comuneros de Padilla, Bravo y Maldonado (representantes de Toledo, Segovia y Salamanca, respectivamente) siendo éstos ejecutados poco después. La mayor parte de los represaliados fueron artesanos y trabajadores de los servicios, desde luego, siendo insignificante la cifra de agricultores, campesinos y nobles. La derrota de las Comunidades fue la primera victoria del absolutismo. Los grandes comerciantes y los nobles ayudaron a Carlos, pero como dice Lynch, "fue una victoria de la aristocracia sobre la población de las ciudades, aunque el premio del triunfo fue a parar a manos del rey".

En el mismo espacio de tiempo, estalló en los reinos de Valencia y Mallorca otra revuelta, aunque de signo totalmente diferente y no contra su persona o su gobierno: las Germanías entre 1519 y 1523. Éstas eran hermandades cristianas y fueron protestas sociales espontáneas ávidas de soluciones. No se aliaron con los comuneros y tiene un origen distinto. Todo comenzó en la protesta contra los funcionarios de la ciudad y la élite urbana, que se extendió a una guerra abierta contra los musulmanes, ya que los mudéjares eran vistos como la "quinta columna" en caso de ataques piratas a la costa valenciana. El pueblo (los gremios) se enfrentó a la nobleza y a los funcionarios, exigiendo representación en el gobierno municipal. Dirigidos por el tejedor Juan Llorens, los agermanados se extendieron por todo el reino, realizando enfrentamientos armados contra el virrey Hurtado de Mendoza y la nobleza, obligando a los musulmanes a bautizarse, suprimiendo los impuestos y redistribuyendo la tierra. Enfrentarse contra la nobleza fue la perdición de la Germanía, ya que la aristocracia y el alto clero se posicionaron claramente con Carlos, por lo que las tropas realistas acabaron sin mayores complicaciones con el ejército agermanado en octubre de 1521. Es ahora cuando entra en escena la nueva virreina, Germana de Foix, y aunque se promulgase un perdón general, la represión del movimiento fue otra victoria absolutista. En la isla de Mallorca la Germanía constituyó algo parecido, una revuelta popular contra el gobierno de la élite urbana, conflicto que se extendió hasta 1523.

Carlos regresó a Castilla en septiembre de 1522. En el Imperio, aparte de ser coronado, había disfrutado de las ventajas de ser rey-emperador, al tener un encuentro con Johanna van der Gheyst, sirvienta flamenca del señor de Montigny; una escena típica de la serie "Los Tudor", sin duda. Fruto de este encuentro fue Margarita de Austria, nacida en diciembre de 1522, primera hija ilegítima del emperador (Isabel de Castilla, nacida en 1518 e hija de Germana de Foix, es de autoría más dudosa) y madre (al casarse con Octavio Farnesio, pasó a nominarse Margarita de Parma) de uno de los mejores hombres de armas de la España Imperial,
Alejandro Farnesio (1545-1592). No fue la de Margarita la única relación en sus años mozos en Flandes, pero ya era hora de regresar a Castilla y ocuparse de los asuntos de Estado.

Si ha habido un rey que ha parado poco en casa, ése ha sido Carlos V. Nunca tuvo una Corte fija, y fueron constantes sus viajes y sus desplazamientos para personificarse de verdad en sus territorios, algo que sin duda reforzaba su autoridad. Por razones obvias, sólo faltaron las Indias. Pero en sus 40 años de reinado, destaca la época entre 1522 y 1529 como su mayor estancia en Castilla. La reciente revuelta de las Comunidades así se lo recomendaba; era necesario un "rey presente" para comenzar a construir la Monarquía Universal en su vertiente hispana.

Una de sus primeras audiencias al regresar a Castilla, fue la del recibimiento a un tal Elcano, jefe de la homérica expedición (tres años en el mar) que había dado la vuelta al mundo, de la cual sólo habían llegado 18 supervivientes de los casi 300 aventureros, incluido su comandante Magallanes, caído en las islas posteriormente llamadas Filipinas. Una hazaña descomunal, una proeza. Una más de tantas proezas realizadas por españoles.

Junto al piamontés Mercurino Gattinara, su gran canciller hasta su muerte en 1530, y su secretario Francisco De los Cobos, se empezaron a acometer las reformas para integrar a las élites castellanas en el gobierno y la administración del reinado, instaurándose el sistema polisinodial de Consejos, a saber: el de Castilla, el de Aragón, el de Justicia, el de Indias, el de Estado, el de Cruzada, la Cancillería...unos antiguos y otros de nueva creación. Los consejos los formaban hombres de su confianza, pero la última palabra era siempre la del rey. La plantilla de secretarios y hombres de estado se amplió sobremanera, con lo que la administración se iba castellanizando.

Pronto iban a aparecer los enemigos del emperador durante todo su reinado: el primero, Francisco I de Francia (1494-1547), un constante conflicto hasta su muerte. En Navarra ya se alió con Enrique II Albret en 1521 en el intento de los navarros de desligarse de Castilla. Las victorias imperiales llegaron rápidamente (como Fuenterrabía) y en 1524 Carlos controlaba la Alta Navarra (la parte española desde entonces), quedando la Baja en territorio francés. Pero no fué la única guerra. Francisco, quien ya había ambicionado la Corona Imperial, se levantó una y otra vez contra Carlos, (quien reclamaba Borgoña; era duque titular, pero el territorio quedaba bajo control francés) saliendo como perdedor la mayoría de las veces, se aliase con quien se aliase. Ya fuera en Milán en 1521-1526, invadido por los franceses (Victoria de las tropas imperiales de Leyva y Lannoy en Pavía, 24 de febrero de 1525, cumpleaños de Carlos) , por el cual el Milanesado quedaba bajo órbita española definitivamente, si bien Francisco, aunque jurase la renuncia a este territorio, pronto faltaría a su palabra.

Ese mismo 1522 Rodas caía en manos otomanas (Solimán el Magnífico, quien ya había saqueado Belgrado en 1521), así que los Caballeros de San Juan abandonan la isla y se establecen en Italia y luego en Malta. Los cristianos estaban perdiendo poco a poco el control del Mediterráneo, no ya sólo por los turcos, sino por los hermanos Barbarroja, experimentados corsarios establecidos por el Norte de África, al acecho de las costas españolas e italianas. Los musulmanes iban a ser el otro gran enemigo del emperador, y Carlos, como tal, se creerá legitimado para eririgirse como líder absoluto de los reyes cristianos, como la principal cabeza de la Cristiandad. Por esto contará con la oposición, tanto del rey de Francia como del Papa de Roma, y de los protestantes alemanes más tarde.

Precisamente cerca de los alemanes se había establecido su hermano, el relegado Fernando, tres años menor. Para intentar arreglar las cosas , Carlos le concedió en 1520 el título de Archiduque de Austria y poco después diversos territorios austríacos, además de Carniola (actual Eslovenia), Carintia, Estiria, el Tirol , Wurttenberg y la Alta Alsacia. Ya su abuelo Maximiliano había preparado el matrimonio de Fernando con Ana de Bohemia y Hungría. Se casaron en 1521 y tuvieron quince hijos. En 1526, murió el hermano de Ana, el rey de Hungría Luis II, en la batalla de Móhacs frente a los otomanos, por lo que Fernando se aprovechó de la coyuntura, convirtiéndose en Rey de Hungría y de Bohemia. Así, el hermano de Carlos, quien había sido alejado de su tierra en principio, logró establecerse en unos dominios de cierta entidad e importancia. Además, en 1531 fue elegido Rey de Romanos (por ello en la práctica era el próximo emperador) y su importancia creció en el Imperio. Como familiar del Emperador, se convirtió en su representante y mejor aliado y siempre le sirvió lealmente, prácticamente hasta el final, cuando ambos se distanciaron por la sucesión imperial.

Su hermano se había casado, así como su hermana mayor Leonor de Portugal y sus hermanas menores Isabel, María y Catalina. Sólo quedaba él y desde luego era una perita en dulce, no por su mentón sino por su colección de títulos y su poder. La elegida resultaba un acierto, en tanto que reforzaba en parte la "hispanidad" de la Monarquía: Isabel de Avís y Trastámara, su prima (normal en la época; la consanguinidad de los matrimonios no acarrearía consecuencias verdaderamente negativas hasta un siglo después), hija de Manuel de Portugal El Afortunado y María de Aragón y Castilla, tía de Carlos. Se casaron en marzo de 1526 en los Reales Alcázares de Sevilla, llevándoles la romántica luna de miel por Granada (así se empezó a construir el famoso palacio en la Alhambra. Aquí de nuevo tampoco me es difícil imaginarme escenas cortesanas del estrenado matrimonio, al estilo de "Los Tudor"...!!maldita serie!!) y otros destinos. La princesa de Portugal era realmente una mujer muy bella y por lo visto, aunque fuera un matrimonio de conveniencia, la pareja se amó realmente. Buena muestra de ello es que nuestro Carlos entró en franca depresión cuando su mujer falleció en 1539 y no volvió a casarse y que, al contraer matrimonio no volvió a concebir otro hijo ilegítimo hasta 1547. Romanticismos aparte, lo verdaderamente importante era obtener un heredero (legítimo) y el fruto más importante del matrimonio nació en mayo de 1527: Felipe, futuro Felipe II.

Ese mismo mayo de 1527 tiene lugar en Roma otro de los hechos negros de su Imperio y recurso habitual de la Leyenda Negra: el Saco. En ello tiene mucho que ver la actuación del Papa Clemente VII, aliado con Francia en la disputa de Francisco por Milán. Es curiosa la actitud del Papa, manifestándose en contra del Imperio que defendía su fe de los luteranos. Probablemente no deseaba un norte de Italia bajo dominio hispánico, ya que también controlaban Nápoles. Ya hemos visto que las tropas imperiales derrotaron a las francesas en Pavía; pero a toda esa muchedumbre de soldadesca (mercenarios, españoles, lansquenetes alemanes) había que pagarles; al no haber fondos, los cerca de 35.000 hombres de armas obligan a su comandante, el duque de Borbón, a llevarlos a Roma. Tras llegar allí, y penetrar en la Ciudad Eterna, es herido mortalmente el comandante, por lo que, sin un líder dominante,el saqueo y el pillaje comienza, pese a los esfuerzos de la milicia urbana y la Guardia Suiza del Papa. Las víctimas mortales se elevaron por encima de las 40.000. Clemente VII ha de huir subterráneamente al Castello Sant´Angelo donde se atrinchera. El Saco dura tres días y es expoliado buena parte de la ciudad, iglesias, basílicas, monasterios y palacios incluidos. Finalmente el Papa cede y entrega a cambio de su vida una millonada de ducados.

El Saco de Roma, aunque no fuera una responsabilidad directa de Carlos (quien se mostró muy afectado y llegó a disculparse reiteradas veces) constituyó un acontecimiento difícilmente olvidable en la mente de los romanos, del Papado y de los europeos en general, por mucho tiempo. Este Clemente VII vivió atemorizado con el Emperador el resto de su vida hasta su muerte en 1534, como cuando negó a Enrique VIII de Inglaterra la nulidad de su matrimonio con Catalina de Aragón (lo que se ve en "Los Tudor"), tía de Carlos. El mismo Clemente fue quien le impuso la corona imperial a Carlos en Bolonia, el 24 de febrero de 1530, como cuando León III había coronado a Carlomagno en el año 800.

Carlos parecía en la cima de su poder. Pero lo cierto es que iba a hacer aparición el otro gran problema de su Imperio: el protestantismo. Ya en 1517 Lutero había clavado en la puerta de la iglesia de Wittenberg sus "95 tesis". Estas tesis no atacaban directamente al Papa aún, pero digamos que todo fue una bola de nieve que fue creciendo y creciendo. En los años treinta los protestantes eran ya lo suficientemente abundantes y poderosos como para plantear problemas al católico Carlos. Se suceden una serie de Dietas (sesiones del Imperio) como las de Spira, Augsburgo, Worms...sin resultados aparentes, con desacuerdos cada vez mayores y más violentos. Poco a poco los príncipes protestantes alemanes se van a ir desligando del Imperio, que ya no va a ser tan unitario como en tiempos pasados. Otro quebradero más de cabeza para Carlos. A todo esto, los otomanos empezaban a arrasar desde Estambul por Bulgaria, Serbia y Hungría, llegando a las puertas de Viena, la capital de Fernando, en 1529 y en 1532. Sólo la rápida respuesta de Carlos y de las tropas imperiales, acudiendo en defensa de los cristianos, hizo desistir a las enormes tropas otomanas.

Más al sur, en Túnez tuvo lugar en 1535 una de sus mayores victorias. Barbarroja había arrebatado este territorio de manos del Muley Hassan, aliado de España. Carlos, siempre solícito, se dispone a expulsar a los corsarios y a conquistar Túnez; en 1530 había entrado a su servicio el genovés Andrea Doria, gran almirante, quien puso a su disposición un buen número de galeras y soldados. La gran flota era una mezcla de galeones, urcas, galeras y naos, bien pertrechadas, todo pagado con dinero castellano o con el oro y la plata de México o la recién conquistada Perú. El propio Carlos acude en persona, realizando acciones destacadas. En julio de 1535 cae Túnez y los Barbarroja son expulsados. Un gran triunfo.

Todo este tiempo es la época de plenitud de Carlos, siempre de aquí para allá, ya fuera Túnez, el Imperio, Italia, Flandes o España. Ya hemos dicho que Isabel fallece en 1539. Carlos ya no es aquel imberbe flamenco de expresión bobalicona. Es un rey cuarentón, barbado, serio, muy religioso, y bastante envejecido por la gota y otros achaques. Pese a esas dificultades, en 1541 insiste pesadamente en emprender una acción contra Barbarroja de nuevo, esta vez en Argel, bastante cerca de la costa española. Aunque sus consejeros y aliados intentan hacerle desistir, ya que se acercaba la época de las tormentas, el Emperador insiste. De nuevo contó con Doria y otros experimentados hombres, como un anciano Hernán Cortés. Tal y como se había predicho, las tormentas hicieron acto de aparición y dañaron de forma importante embarcaciones, pertrechos y tropas. Para cuando llegaron a Argel, las fuerzas de ataque estaban muy diezmadas. La expedición fue un completo fracaso que sumió a Carlos aún más en la depresión.

Un emperador derrotado y con cada vez menos apoyos firmes. Francisco de Francia era enemigo declarado, Enrique de Inglaterra ni era amigo ni enemigo ni tampoco fiable, y el Imperio era un conglomerado de reyezuelos y príncipes católicos y protestantes. El Papado nunca constituyó un aliado firme, y el Imperio Otomano incluso contó con el apoyo del rey de Francia (los franceses, siempre tan correctos). Ya en 1540 se había rebelado la propia región de Flandes, y los problemas en Alemania iban a más. En 1545 se había instituido el Concilio de Trento con el objetivo de unificar a los católicos frente a protestantes. Nada se consiguió, por cierto. Al menos contaba con la esperanza de su hijo mayor, Felipe, desde muy joven habituado a las labores de estado.

Volviendo a Alemania, ya en el año 1531 se había creado la Liga de Smalkalda (o Esmalcalda), una coalición de príncipes protestantes contrarios al Emperador. Aliados ocasionalmente a Francia, a partir de 1544 Carlos se decidirá a actuar contundentemente contra la Liga. Contaba con el apoyo de su hermano Fernando, de Mauricio de Sajonia, de Octavio Farnesio y con un buen conglomerado de soldados italianos, alemanes y flamencos, destacando el núcleo duro de los tercios españoles (creados en 1534) comandados por el Duque de Alba. En total, cerca de 50.000 hombres enfrentados a otra cifra similar.
El 24 de abril de 1547 tiene lugar en Mühlberg, Sajonia, la esperada batalla. Carlos acude en persona, por supuesto. Situados ambos ejércitos cada uno a un lado del río Elba, resultó fundamental (ya que se habían destruido los puentes) la acción de los viejos tercios españoles, cruzando a nado el río helado para crear una cabeza de puente, permitiendo el paso del ejército imperial. Las tropas de Carlos procedieron entonces a perseguir a los de la Liga, obteniendo una rotunda victoria. La relación de bajas es la normal en una batalla con tercios, ya que en las filas imperiales son insignificantes mientras que en el ejército enemigo rondaban los 8.000. Un triunfo incontestable.

Carlos, verdaderamente en el cénit de su reinado y de su imperio. O eso creía él.



24.2.11

Un tal Carlos (parte I)


Hoy, lo siento, voy a ser oportunista al máximo, ya que hoy, 24 de febrero, es el "cumpleaños" de cierto personaje histórico de relevancia. Relevancia no sólo española, sino europea y aun mundial, aunque en los últimos años se haya ido rebajando esa relevancia, debido a las nuevas corrientes de la historia y a los nuevos tiempos de cultura, política y pensamiento. El Imperio Hispánico ya no se lleva. Es injusto, porque por los años del franquismo parece que Carlos y Felipe eran falangistas, fusilaban a gente por sus ideas, cantaban el Cara al Sol e ilegalizaron el PCE, entre otras cosas. Pero ellos, estos reyes y las gentes del Siglo de Oro, no tienen ni mucho menos la culpa de esta burda utilización. Son hijos de su tiempo y nada más.

Este personaje, de un tiempo a esta parte, se ha convertido en uno de mis predilectos, junto a Juan de Austria, Garcilaso de la Vega, Blas de Lezo o Cosme Churruca. Estoy hablando de Carlos de Gante, más conocido con el rimbombante "Carlos I de España y V de Alemania", por decir sus títulos de forma simplificada. Se me podrá achacar fácilmente de imperialista al gustarme tanto un personaje como el sacro emperador germánico, al estilo de los juntaletras del franquismo, y de cómodo y facilón al preferir esa época esplendorosa, cuando España era temida y respetada de verdad, (esta vez de verdad) pero nada más lejos de la realidad.He leído varias biografías y estudios modernos, como los de Fernández Álvarez, Brandi, Lynch o Thomas. Y no todo en Carlos ni en su vida fue oro, pompa y magnifiencia, éxitos y reverencias. Ni por supuesto en su política o en los múltiples reinos que, con una suerte tremenda, por los avatares del destino le tocó gobernar.

Carlos nació hace justamente hoy 511 años en el Palacio de la Casa del Príncipe (Prinsenhof) de Gante, hijo de Juana de Castilla ( hija de los Reyes Católicos), luego llamada La Loca, y Felipe de Habsburgo (hijo del Emperador Maximiliano I y María de Borgoña), apodado El Hermoso (curioso este Carlos: una madre loca y un padre hermoso), el duque de Borgoña. Por lo tanto ya su mismo nacimiento era la culminación de las ambiciosas políticas matrimoniales a las que se prestaron ciertas monarquías de la época, de las cuales las más beneficiadas fueron los Trastámara y los Habsburgo. Carlos estaba destinado a las mayores glorias, pese a que su nacimiento no fuera precisamente demasiado glamouroso: en el baño, de forma apresurada, procediendo su madre sin ayuda de nadie. Banalidades aparte, ciertamente ese niño era fruto de un matrimonio bien pensado en cuanto a territorios y dignidades: de un lado, la Corona de Aragón (con Nápoles y Sicilia) y la Corona de Castilla (con las islas Canarias y los nuevos territorios descubiertos en las Indias, de los cuales aún no se tenía conciencia plena de la magnitud en cuanto a tamaño. Navarra sería anexionada en 1512). De otro lado, los territorios patrimoniales de los Habsburgo y Borgoña (múltiples ducados y condados, como la misma Borgoña, Brabante, Luxemburgo, Artois, Charolais, Flandes, Hainaut, Tirol, Estiria...) además del enchufe para optar a Emperador ya que Maximiliano es su abuelo paterno. Pero, en principio, no era Carlos el primero en la línea sucesoria. El azar y la fortuna fueron dándole esa oportunidad.

Antes, se encontraban príncipes como Juan ( conocido por su querencia por el lecho conyugal) o Isabel, primogénitos de los Reyes Católicos, o Miguel, hijo de esta Isabel. Sus prematuras muertes (1497, 1498 y 1500) fueron configurando los acontecimientos. Los padres de Carlos se habían casado en 1496, y con estos tres inesperados golpes, Juana es confirmada como heredera de Castilla y Aragón. Pero en noviembre de 1504 muere Isabel la Católica, con lo que Castilla queda descabezada. Fernando intenta controlar la situación, nombrando a Juana reina. El marido de ésta ya había puesto sus ojos en la Península. Posteriormente se acuerda el gobierno conjunto de los tres, pero pronto desembarcaría en España Felipe. Enseguida quedó de manifiesto el odio existente entre Fernando y Felipe. El Hermoso contaba con el apoyo de la nobleza castellana, quien veía al Católico como un aragonés demasiado astuto y advenedizo, por lo que Fernando procede a retirarse discretamente a sus territorios en 1506. El flamenco es proclamado rey de Castilla en las Cortes de Valladolid en julio de ese año. Su mujer Juana empezaba a perder la cabeza, acaso por las infidelidades de su amado Felipe, quien en modo alguno correspondía a su mujer. Tiempos difíciles en Castilla.

Poco duraría como rey ya que en septiembre fallece en circunstancias extrañas (enfriamiento por beber agua helada después de hacer ejercicio, peste, fiebres...) que hicieron sospechar de asesinato por parte de Fernando. Lo cierto es que a la muerte de Felipe, y con Juana recorriendo el reino con el féretro, por la noche, de su finado marido (por cierto: el cuadro de Francisco Pradilla adjuntado ahí me parece uno de los más impresionantes del Arte español de todos los tiempos.), la regencia de Castilla es asignada a un viejo (y tan viejo) conocido, el austero y competente cardenal Cisneros, siendo llamado Fernando posteriormente. Éste no había perdido el tiempo y ya en 1505 se había casado con Germana de Foix, para obtener un heredero. Infructuosamente, por cierto; de nada sirvieron los brebajes de testículos de toro. Pero estamos en 1506 y, con Juana incapacitada y recluida, los dos veteranos hombres de Estado aguardan a la mayoría de edad de nuestro Carlos. Cisneros con más fe que Fernando, ya que el Católico tenía mayor afinidad con el hermano de su nieto, llamado también precisamente Fernando, nacido en 1503 en Alcalá y educado como castellano.



Carlos permanecía ajeno a todo esto. Había nacido en Gante y, alejado de sus padres, llevó hasta los 18 años una educación como flamenco, como príncipe borgoñón, con su tía Margarita de Austria. La Corte de Flandes le marcó de por vida, con su ceremonial (como el Toisón de Oro, importado a España) y sus maneras, en su carácter y procederes. Llamado como uno de sus bisabuelos, el legendario Carlos el Temerario (muerto en batalla, en Nancy, 1477) tenía preferencia por espadas, rodelas, armaduras y correrías con campesinas. Participando en justas y leyendo libros de caballerías, mostraba más interés en todo ello que en los estudios, pese a los esfuerzos de sus preceptores Guillermo de Croy, señor de Chièvres (quien incluso dormía en la misma habitación con él) y Adriano de Utrecht. Hablaba fundamentalmente francés y el castellano hubo de aprenderlo con los años; cuando desembarcó en 1517 apenas lo entendía.

En 1515 fue nombrado Señor de los Países Bajos. Pero el verdadero momento llegaría en enero de 1516, con la muerte de su abuelo Fernando. El Católico, quien hasta el último momento mostró su preferencia por Fernando el castellano. Con todo, nombró en su testamento como heredero (aunque nominalmente era "Gobernador y Administrador de los Reinos"; la reina, pese a estar incapacitada por su locura, seguía siendo Juana) a Carlos. Mientras el de Gante llegase, el regente sería de nuevo Cisneros. Pero Carlos, o mejor dicho su caterva de flamencos, tenía poco tiempo, por lo que se plantea la idea de proclamarse rey a mediados de marzo. De hecho en Bruselas se cantó "El rey Fernando ha muerto. ¡¡¡Vivo es el rey, vivo es el rey!!!". Informados el Consejo de Castilla y Cisneros, éste le responde en abril con la nueva titulación, esto es, Juana Reina y Carlos Rey. En Navarra fue reconocido en mayo, encontrando en Aragón mayores resistencias.

Así, el viaje a España no se produjo hasta septiembre del año siguiente. A finales de mes, tras un largo y dificultoso trayecto de más de 20 días, la comitiva desembarcaba, a causa de un temporal, en Tazones, cerca de Villaviciosa, Asturias. Unos exóticos flamencos en barco no debieron de agradar demasiado a los lugareños, ya que los atacaron, considerándolos piratas. Carlos era ya por entonces un joven de mediana estatura (para la época. Era más bien bajito.), paliducho y rubio, con la nariz picuda y una exagerada barbilla, con la mandíbula trastocada, por lo que dificultaba su modo de hablar y de comer. De expresión bobalicona, no demasiado agraciado, al contrario que su hermoso padre. El anciano Cisneros, de 81 años, partió de Valladolid para recibirlo, pero el regente falleció en un pueblo de Burgos sin que Carlos hiciera gran cosa por apresurarse en ir a por él. En Tordesillas se entrevistó brevemente con su madre, a quien apenas había visto en su vida y quien ya no saldría de su triste prisión hasta su muerte con 76 años. La madre del futuro emperador confinada y sola. Las contradiciones de la vida.

A partir de ahora comienza la frenética actividad de Carlos (como una premonición de su vida; pocos reyes ha habido tan móviles como Carlos V) y los flamencos, básicamente la de "tomar el dinero y correr", ya fuera por Castilla o Aragón, y haciendo caso omiso de las peticiones de las Cortes, como aprender castellano, no sacar oro, plata y caballos de Castilla o dejar de colocar a flamencos en los puestos gubernamentales o eclesiásticos importantes. Ese mismo 1518 procedió a sacar a su hermano Fernando de Castilla, ya que empezaba a contar con demasiados apoyos entre la nobleza. El buen Fernando, más castellano que él, fue mandado a Flandes y posteriormente sería rey en Viena, alejado de España. Carlos, además, conoció a la segunda mujer de su abuelo materno, Germana, de 29 años. La sintonía fue tal que pronto surgió el amor entre ambos; (desde luego la industria del corazón hubiera tenido un filón con esto) con todo, la relación entre Carlos y su abuelastra (¿qué escandaloso, no?) no duró demasiado, ya que Germana se casó con el duque de Calabria y ejerció como virreina de Valencia. Con el único objetivo de recaudar fondos, el clima de oposición fue creciendo en ese par de años de 1518-1520 ya que la codicia de los flamencos se hizo proverbial y caló en el imaginario de la gente del pueblo.

En enero de 1519 fallecía su abuelo Maximiliano, y tras seis meses de negociaciones en los que mucho influyeron los dineros de los banqueros alemanes Fugger y Welser (quienes bien exigirían luego que se les devolviese el favor), y en las que se impuso a su gran rival Francisco de Francia, Carlos era elegido Rey de Romanos en Frankfurt; esto significaba que en la práctica, era el futuro Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico ; lo que faltaba, pensarían muchos: un rey que ostentaba ya las coronas de Castilla, Aragón y los Habsburgo se hacía dueño de media Europa más y se constituía en cabeza de la Cristiandad. A todo esto, un tal Hernán Cortés estaba conquistando el decadente Imperio Azteca en México en su nombre. Y en septiembre de 1519 , tras el consentimiento de Carlos, parte de Sanlúcar la expedición del portugués Fernando de Magallanes con el objetivo de circunnavegar el globo, una de las mayores hazañas de la historia. ¿Es posible mejor momento histórico, al menos en territorios y poderío? . Ajeno a todo esto, como siempre, Carlos en este momento necesita guita. Así que, en marzo de 1520, tomando más dinero y dejando a Adriano de Utrecht como regente, tomó el camino de Compostela para convocar Cortes allí y luego en La Coruña se subió a un barco, rumbo a Alemania con el objetivo de asumir la imperial corona en Aquisgrán, como Carlomagno.

Pero sus súdbitos españoles, en concreto los castellanos, no estaban tan contentos y no participaban de la algarabía de Carlos y sus flamencos. De hecho se estaban empezando a levantar para enfrentarse abiertamente a ese fulano flamenco que no conocían de nada, que recluía a su madre y expulsaba a su hermano, o colocaba como obispos de Toledo a amigos de 20 años además de llevarse maravedíes y maravedíes para la "causa imperial". Carlos se iba a enfrentar por vez primera a todo lo que suponía reinar y gobernar, y lo que acarreaba el mal gobierno. Comenzaban las Comunidades.

21.2.11

Dinosaurios


El sábado echaron en Cuatro "Parque Jurásico", y por supuesto aproveché para volver a verla, pues aunque no es exactamente de mis favoritas (o sí, si amplío la lista)  sin duda es una de las películas que más me ha marcado en la infancia y es una de las clave de mi vida.

Corría 1993  y a Steven Spielberg, ese maestro director de películas clave en nuestra niñez como E.T, la trilogía de Indiana Jones y Hook, o terroríficas como Tiburón y El diablo sobre ruedas, o dramas más serios como El color púrpura y La lista de Schindler (ésta una de mis favoritas de siempre), se le ocurrió la brillante idea de hacer una película de ciencia ficción un tanto especial. La historia, como todo el mundo que la haya visto sabe, versa sobre la clonación de varias especies de dinosaurios a partir de su ADN encontrado en mosquitos dentro de ámbar fosilizado. En la isla Nublar, no muy lejos de Costa Rica , se crea un parque de atracciones con algo nunca visto. Así que el empresario (un millonario) decide llamar a una serie de científicos y paleontólogos para que realicen antes de la inauguración una visita previa para dar su visto bueno. Lo que pasa es que uno de los empleados de la empresa bloquea el sistema de seguridad informático (ya empezaban los informáticos a incordiar) para llevarse muestras de ADN y se lía la de Dios es Cristo (en este caso, la de T-Rex es Dios) aderezado con las gotitas de un ciclón tropical.

Tenía 7 años  y medio cuando la ví en el cine por primera vez. Si actualmente, después de 18, la película aún maravilla (ya que ha envejecido bastante bien y tanto los efectos especiales generados por ordenador como los animatronics siguen siendo muy buenos), ¿cómo no me iba a impresionar de pequeño? . Spielberg dejó boquiabiertos a todo el mundo, como con E.T. o con Tiburón, cuando atemorizó a buena parte de la población la cual estuvo un tiempo sin bañarse tranquila en las playas.

Al igual que mucha gente, yo destacaría varias escenas, algunas prácticamente más propias de películas de terror que de ciencia ficción o aventuras:

- La aparición del Brachiosaurus.   Recién llegados los protagonistas adultos al Parque, mientras conversan, el jeep se detiene y el doctor Grant se queda atónito, pasmado, mientras avisa a su compañera: el motivo no es otro que el gigantesco brachiosaurio comiendo de un gran árbol, sosteniéndose unos segundos sobre sus patas traseras y haciendo que retumbe el suelo. A esta imagen la maravilla de los efectos especiales le acompañan la música del maestro John Williams y la gran interpretación de los actores (la mirada de Sam Neill mientras dice "¡van en manadas!"  simboliza muy bien la dedicación en cuerpo y alma a su sueño ). Todo ello a la vez y por ser la primera escena con dinosaurios, impresionó y conmovió en su momento, y lo sigue haciendo. Inolvidable. 

- El Tyrannosaurus Rex hace de las suyas. Cuando falla el sistema de seguridad, rompe la valla y se abalanza sobre los dos automóviles (unos 4x4 que deja hecho unos zorros) de los personajes protagonistas. En el recuerdo, los sonidos de las titánicas pisadas del lagarto, como unos tambores de guerra o unos cañonazos, acercándose terroríficamente, y la mítica escena del vaso de agua, cuando vibra con las zancadas del Rex. O sus escalofriantes rugidos. Luego juega con los coches a su antojo, en el que le podemos ver hasta el ojo, devora a uno de los protagonistas secundarios tras hacerlo cachitos y deja malherido a otro, el matemático pirado.

- El simpático Dilophosaurus. Éste, aunque algunas de sus cualidades se inventaron como la de escupir veneno, es el que se encuentra con el orondo informático que había robado las muestras científicas de dinosaurio para venderlas. Tras jugar un poco con él, el lagartijo, que recuerda un poco a un Critter, devora al ladrón dentro del coche, en un sangriento vis a vis.

- Los Velocirraptor en acción. Una pareja de inteligentes asesinos, desde luego. Se cargan a varios personajes y son más listos que nadie, abriendo puertas (literalmente) y engañando a un cazador para zampárselo. Se te queda en la memoria cuando entran al centro de visitantes, transparentándose por el panel del restaurante y luego pasan a la cocina acechando a los dos niños protagonistas, con mucho suspense, con el sonido de sus largas uñas raspando en el suelo. Aunque son burlados, son más pesados que las vuvuzelas y siguen insistiendo, empujando las puertas como Jack Nicholson en El resplandor, hasta que los héroes logran restablecer el sistema de seguridad.

- El T-Rex regresa como salvador. Así estamos con los protagonistas acosados por el matrimonio de raptors, en la sala de esqueletos, y en el último momento aparece de la nada el Tiranosaurio para salvar (a su modo) a los humanos, luchando contra los velocirraptores. El estropicio en la sala es grande y del techo desciende un cartel con la leyenda "Cuando los dinosaurios dominaban la tierra" mientras el Rex deglute poderosamente a uno. Impresionante...

Qué película. Claro está que, de haberla visto con más años, es posible que no me hubiera impresionado tanto, aunque desde luego mi padre también se quedó maravillado en el cine. Pero a la tierna edad de 7 primaveras, qué se puede esperar. Y más con la calidad de los bichos.
La película fue un exitazo de taquilla y acarreó toda una serie de merchandising, por lo que Spielberg trajo la "dinomanía" a todo el mundo. Yo en concreto, pensaba en hacerme de mayor paleontólogo, y leía libros de dinosaurios, coleccionaba las figuritas de entre las miles  que sacaron y los fascículos, y los cromos, los del Bollycao, por ejemplo. Me sabía bastantes especies de dinosaurios, qué tiempos.....Aún tengo mi velocirraptor en la estantería.

Por eso volví a ver Parque Jurásico. No ya sólo porque la película sea mítica y una pequeña obra maestra, o porque me marcase, sino para distraer la mente un tiempo, trasladándote a la época en la que eras pequeño, se tenían pocas preocupaciones, estabas a medio hacer y cualquier cosa te ilusionaba. En la que soñabas con ser paleontólogo y desenterrar huesos de dinosaurio y construir un esqueleto de verdad. Gracias, Spielberg.

20.2.11

Albarracín




"La ciudad que lanza a las alturas su increíble perfil alucinado". José Ortega y Gasset.


Si se sale desde Valencia, siguiendo la Ruta Mudéjar por el camino de Segorbe y Teruel, atravesando páramos ocres y desolados, se llega a Albarracín.

Albarracín es sin duda una de las maravillas de España. De tan espectacular parece irreal. Centro de los celtas lobetanos en la Prehistoria, antigua taifa en tiempos medievales, conquistado por los aragoneses en 1285 y luego sede episcopal, a casi 1.200 metros de altura y al sur de la olvidada provincia de Teruel, el pueblo forma una perfecta simbiosis con el medio. Sólo consta de un millar escaso de habitantes y el casco antiguo permanece intacto y encajado en la roca, a suficiente distancia de la parte nueva del pueblo, el Arrabal.

Sólo he ido una vez a Albarracín. Y a mí, víctima en ocasiones de amor a primera vista, me ha bastado para tenerlo entre los lugares favoritos que haya visitado jamás. Cuando te adentras en sus adoquinadas y empedradas calles, de un profundo ocre, te crees en un decorado. Paseas por su increíble Plaza Mayor, recorres sus callejones, y subes al castillo medieval, tras una ardua y penosa subida de locos, y respiras el aire puro de la sierra, con aroma a pino, sientes algo muy especial.





Desde el castillo se puede observar el pueblo, inmediatamente a los pies, con su amalgama de cubos, como si hubieran despeñado multitud de cajas desde la montaña y así se hubieran quedado. Tal desorden cúbico sólo se rompe con las torres de dos iglesias, una de ellas la Catedral renacentista del Salvador, con su bonito campanario. Los peñascos y abismos cortados a cuchillo de la sierra se integran perfectamente como decorado, acogiendo en su interior, arrebujado en torno al río Guadalaviar, el pueblo de Albarracín.



El castillo, musulmán primero y cristiano después, desde su cima muestra orgulloso su multitud de torres, unidas por la muralla que salva un tremendo desnivel, mortal de necesidad.
Sus casas, bien ocres todas, parecen frágiles y a punto de resquebrajarse. Otras se encuentran al borde de un tajo, sostenidas quién sabe por qué. Bien pertrechadas con ladrillo y madera, ahí siguen aguantando las inclemencias del duro clima de estas alturas. Clima que no permite demasiada vida, demasiada vegetación. La montaña es en su mayor parte desnuda aunque los árboles se dejan ver. Pero es en la vega del río cuando el verde estalla, en contraste con el austero marrón.
Y así es. La austeridad del paisaje se une a la austeridad de las calles y de los edificios, y a la austeridad de la gente. De la escasa gente que se encuentra uno por la vía.




Albarracín, maravilla medieval de piedra, permanece prácticamente inalterable desde tiempos remotos. Ya dije una vez que, en mi mente fantasiosa, tengo a este pueblo como objetivo. A mí me gustan los pueblos viejos, ajados. Donde parezca que el tiempo se ha detenido. Y espectaculares. Nací en una ciudad y he vivido siempre en la ciudad. Soy muy urbanita. Pero no se me vendría el mundo abajo por vivir con mil personas. Pasados unos años, en estos tiempos que corren de tecnología, internet, globalización y modernidad, no me importaría retirarme aquí. Dejarlo todo por esto. Debe ser una vida plácida la de este pueblo. Plácida, austera, algo monótona y fría, muy fría. Pero a mí me gusta el frío. Mucho. Y aquí estaría alejado de todo y de todos. En tierra de nadie, con poca compañía. Con perros, y libros. Paseando por sus antiguas y heladas calles, o recorriendo su serranía sintiendo su limpio aire. Buena vida esa. Y punto, porque esto son mis derivas de ermitaño y de fantasioso. Es cierto que aprecio la soledad. Pero no siempre. No si encima es impuesta. La soledad debe ser voluntaria. Y me gusta. Aunque no eternamente. Otra cosa sería vivir con alguien en Albarracín...¿por qué no?

17.2.11

Yo digo...

Opiniones que a nadie le importan ni son importantes, pero me quito un peso de encima si las publico. Ahí van:


- Sobre Egipto: comparto la alegría de los egipcios, muchos compatriotas míos y occidentales en general, por el derrocamiento de Mubarak, un tirano en el poder desde 1981. Y más aún ya que ha triunfado una revuelta popular propiamente dicha, con el apoyo más o menos explícito del ejército y sin negros heraldos del islamismo más radical, como en el Irán de 1979. Aunque en Egipto los Hermanos Musulmanes no son precisamente débiles. Lo más negativo sería sin duda que estos islamistas se apropiasen de esta revuelta y alcanzasen el poder. De momento los militares se mantienen fuertes. Ello tampoco es muy positivo ya que Egipto puede convertirse en otra dictadura militar, o en un Estado teocrático-represivo si se unen militares e islamistas. El islamismo radical sería negativo no ya sólo para los propios egipcios (¿son más felices los iraníes de hoy en día que los de 1979?) sino para Occidente, ya que, es muy fácil alegrarse de la caída de un tirano, pero el realismo y el pragmatismo debe imponerse, en el sentido de que no es más positivo un tirano moderado en lo religioso (y pacífico con Israel y Occidente) que alguien similar a un ayatolá. A Europa nos afectaría en el sentido primero económico ya que el petróleo podría disminuir y somos energéticamente dependientes, por desgracia, y en segundo lugar, por seguridad. Islamismo radical y terrorismo van peligrosamente unidos. Y vamos a ver qué pasa en otros países musulmanes. Lo pasado en Túnez, o lo que se cuece en Libia. Debemos ser realistas y el buenismo ya no vale, ni tampoco la Alianza de Civilizaciones. Aunque demasiada gente sea injustamente antisionista y anti-Israel, o simplemente poco partidaria del Estado Judío, este país (única democracia de la zona) defiende a Occidente mucho más de lo que creemos o de lo que mucha gente piensa. ¿Alguien cree que Irán defiende nuestro modo de vida?. Hay ciudadanos que son muy cínicos, y aborrecen a Israel cuando, por ejemplo, son tolerantes con los homosexuales, los transexuales y las mujeres. Su modo de vida es similar al occidental. Por eso me sorprendo al ver a españoles y europeos mostrarse tan alegres cuando puede ser peor el remedio en vez de la enfermedad. Muchos de los que se alegran por la "llegada de la democracia" son los mismos que no expresan crítica alguna contra el régimen cubano, por ejemplo. Ya sabemos que hay tiranos buenos y malos. Y políticos buenos y malos.


- Sobre Cataluña: mi tema favorito...(por cierto, el contador de visitas instalado que detecta el origen de las mismas debe ser pancatalanista o algo parecido, muy de Esquerra. Ya que al meterme en el blog, afirma que soy de "Torrent, Catalonia". Con un par, oye. Da igual que yo viva en Torrent /Torrente, comarca de L´Horta Sud, provincia de Valencia. No sé si es un fallo imprevisto o premeditado. Quiero pensar que es lo primero...). Bueno, los catalanes. Más bien sus bienhallados políticos. Hace un par de días, salió a la luz que en un colegio de Sitges, un niño de cinco años habló en castellano en el recreo. Tremendo crimen digno de la expropiación de bienes. Los inquisidores se conformaron con una pegatina roja en su expediente. El pobre niño no sabía qué pasaba. En fin...ya se ve como desde pequeños se les innocula el odio (ellos quisieran que fuera ancestral, pero no lo es) hacia lo castellano, lo español. Ya no se sabe si la culpa es de políticos, de profesores, de familiares, de Franco, del Toro de Osborne o de los murcianos cuando piden agua. Estos politicastros que van de tolerantes y humanistas y se creen el ombligo del mundo, y que no dejan que cada uno hable como le venga en gana, son los mismos que luego imponen ridículamente los pinganillos en el Senado, cuando un senador español habla para senadores españoles. Piden tolerancia, la misma que ellos niegan. Lo siento mucho, la vida es así, les falta decir.


- Sobre la casta política: esa casta que nos domina, que nos "gobierna". Tanto de uno como de otro signo. Últimamente salpicada por escándalos, a saber: en el Gobierno y en el PSOE, por el "Caso Faisán", las subvenciones a la empresa de la hija de Chaves o la estafa de la ERE andaluza. En el PP, cuestiones del Gürtel y de Camps. Lo del Bar Faisán es bastante grave, pues si se confirmase, y parece ser que así es, sería escandaloso que alguien de la policía (¿ordenado por quién?) llamase a los etarras antes de proceder a detenerlos. Pero no pasa nada. Lo de la hija de Chaves, pues nepotismo puro y duro. España sigue siendo el país del enchufe. Pero no pasa nada. ¿Y lo de la ERE? Ese instrumento para los parados andaluces, que tantos réditos le lleva dando al PSOE 30 años, parece que por fin se va a ir a tomar viento cuando se descubre (a buenas horas) la existencia de gente que cobra por trabajos nunca realizados. Pero no pasa nada.
En cuanto al PP, tenemos lo de la "trama Gürtel". Corrupción por supuestos favores. Un escándalo también. Ya han caído varias cabezas, ninguna de políticos de importancia. Aunque no hay probado nada que implique de forma clara a Camps, los socialistas y los periodistas afines (mediante declaraciones incompletas, revelación de conversaciones, etc) intentan explotar este hecho para provocar la caída del president, si no es por las urnas, pues por escándalos, pensarán. Porque ésa es hasta ahora la única verdad. El PSPV sabe que en las próximas autonómicas se van a pegar otro batacazo y el PP aumentará incluso su mayoría. Algo pasará para que los valencianos no quieran volver a ser socialistas, supuestas corruptelas aparte. Así que ese es su único argumento. Yo no voy a poner la mano en el fuego por ningún político, que conste. Por nadie. Si el juicio lo implica claramente, pues sí, habrá de dimitir. Pero hasta el momento, no hay nada. Sólo los vanos intentos de unos políticos sin programa para desbancar al rival.


- Y por último, algo menos dramático: el precipitado fin de O.T. , motivado por los bajos índices de audiencia y el alto coste económico de las galas. Esta edición apenas congregaba a dos millones de espectadores, con un pírrico 12% de share. Claro, si se compara con la primera edición, con porcentajes del 40% habitualmente y cercano al 70% en la gran final...si bien en las siguientes ediciones la audiencia fue disminuyendo, la verdad es que se mantenía con una media de 25-30%. Un éxito. Esta sin embargo, pese a la presencia de Pilar Rubio como presentadora (que Telecinco esperaba fuese reclamo suficiente) y la vuelta de Nina como directora, ha quedado como vemos rápidamente finiquitada. Una pena.
Me explico: la estaba viendo, aunque yo sólo he visto tres ediciones; la primera, la segunda y la cuarta. No me considero un fan del programa y es verdad que este año la calidad era bastante discutible. Muchos debían mejorar bastante. Pero para eso estaban ahí, para formarse supuestamente. Que luego en la calle triunfasen o no es harina de otro costal. Digo todo esto a resultas de la política de la cadena que lo emite, esa cadena tan poco modélica y ejemplo habitual de telebasura, Telecinco. Lo cierto es que hay mucha gente que la deplora, pero otros tantos siguen sus programas. Muchos la odian, pero tiene varios ejemplos de telebasura éxito de audiencia. Ahora entraría el debate sobre qué es telebasura y qué no, en una televisión actual como la nuestra y en la que prácticamente ninguna cadena se libra. Personalmente considero, de las más vistas, que la honrosa excepción es la 1, con buenos contenidos nada chabacanos y programas recomendables y con buen gusto. Además sus informativos son bastante plurales salvo contadas excepciones. Los mejores, para mí. Pero ése es otro asunto.
Pero de Telecinco, qué cabe esperar. Si su jefe supremo es Berlusconi y su cónsul en España, Paolo Vasile. Entre italianos anda el juego, con su televisión sexista y de mamachicho. Aquí en España tenemos varios ejemplos palmarios, como son Sálvame, Vuélveme Loca, Mujeres y Hombres y Viceversa, Gran Hermano, De buena ley, La Noria...todo un muestrario. Reconozco que veo (aunque cada vez menos) La Noria. No todo, por supuesto, pero algo (el debate, político o de actualidad, si es que se le puede llamar así. ). Suficiente. Pero del resto de esos programas, nada. Me entristece bastante, y me indigna a la vez, que programas de esa calaña triunfen en nuestro país. Gente a la que le guste ver o que encuentre divertido cómo alguien le grita a su novia (o viceversa), cómo hacen edredoning, languidecen en el sillón, enterarse de con quién ha roto la Esteban, qué le duele a Karmele, con qué chica se ha quedado tal tronista y si triunfa o no su encuentro, si ese juicio ficticio con actores (lo digo por De buena ley) acaba bien, etc, etc. Dice mucho de la cultura de nuestro país. Esa gente voyeur que se vuelve adicta al ver a gente en según qué ámbitos y situaciones y lo encuentra digno de ver, tiene para mí poca consideración. Dice mucho de lo aburridas que pueden ser, de su imaginación o de su nivel de exigencia en cuanto a la televisión, por ejemplo. No estoy diciendo que todas las personas que ven esos programas sean así, ni mucho menos, porque me consta. Ni juzgo a nadie, tampoco. Sólo pienso que hay muchas cosas que pueden entretener y distraer la mente, en vez de eso, y no precisamente sólo culturales.
Por eso me ha producido un poco de fastidio que Telecinco haya suprimido el concurso de O.T, porque, como ya he dicho varias veces, al menos esta gente estaba ahí aprendiendo y formándose, y ofreciendo al público música. Es poco probable, pero quizás luego triunfasen como Bisbal o Bustamante. ¿Que venden estereotipos y una cierta falsedad? Pues puede, pero yo no lo considero telebasura al uso. Un entretenimiento sin faltar a nadie, sin vulgaridades, violencias o demostraciones de macho alfa o situaciones de chica sometida al líder de la manada. Y me fastidia que lo cancelen, mientras mantiene ese tipo de programas tan repugnantes, sexistas y rosas, con buenos picos de audiencia pero que sitúa su moralidad al pie de los caballos. Ellos mismos se consideran progresistas y avanzados, o eso quieren vender en sus Informativos, por ejemplo, pero lo cierto es que su programación y lo que muestra no los define precisamente así. Hace poco se produjo la fusión Cuatro-Telecinco. Telecinco absorbe a Cuatro, en efecto. Una de las primeras decisiones fue suprimir el canal de noticias CNN Plus para colocar el Canal de 24 horas de Gran Hermano. Sin comentarios.
Está claro que la televisión no es algo perfecto, ni modelo de educación o cultura. Tampoco es ese su uso, finalidad u objetivo (para eso están los padres o la familia y los libros, desde luego). Si por mí fuera sólo pondría informativos, películas, deportes, algunas series y documentales. Eso es mucho pedir a la televisión. Pero no estaría mal un poco más de conciencia y ética.

14.2.11

De La Reina Margot, los franceses y la Leyenda Negra


Hace un par de noches pude ver, después de mucho tiempo deseándolo, La Reina Margot, película francesa (1994) de temática histórica (siglo XVI) aunque basada en una gran novela de Alejandro Dumas (leída hace un par de años. De ahí mi deseo por verla...eso y porque un profesor de la Universidad la tenía entre sus favoritas. Ahora comprendo sus razones).

Y la verdad, es una gozada. Pocas películas se realizan con tan buen gusto, calidad de actores, guión, vestuario, música, ambientación, etc, etc...por supuesto en España seguimos a años mil de algo así. Y en Europa tampoco suelen abundar. Muy de vez en cuando sale alguna joya, aunque cada vez menos. En ésta todos los actores son impresionantes (incluido Papito Bosé, quien hace de Duque de Guisa) y la verdad es que te quedas prendado de Margot ( Isabelle Adjani, cuesta creer que la actriz sea la misma de Diabólicas....aunque no venga a cuento, esa peli me daba miedo de pequeño).

Pero no, no voy a dedicar la entrada a cantar las alabanzas de la película ni a desvelarla, por si la véis alguna vez. Digamos que el tema central es la Matanza de San Bartolomé, o de la Noche de San Bartolomé (agosto de 1572), cuando a los franceses católicos se les ocurrió asustar a los franceses protestantes, los hugonotes (calvinistas, que ya hay que tener ganas) y se les fue un poco (bastante) de las manos. Conflicto inscrito dentro de las Guerras de Religión francesas que desangraron a los galos en este siglo XVI.

Tras la firma de la Paz de Saint Germain en el verano de 1570, y mediante la cual supuestamente se había puesto fin al conflicto católico-protestante, los papistas gabachos estaban un poco revirados ya que la reina madre (Catalina de Médicis) había dispuesto un casamiento entre su hija Margarita (Margot) con Enrique de Navarra (futuro Enrique IV de Francia), para más inri protestante. A este matrimonio se opusieron claramente el Papa y Felipe II. Encima, se había producido el ascenso al gobierno del almirante Coligny, hugonote destacado y conocido por su ferocidad contra la Monarquía Hispánica, con lo que la tensión era bien palpable.

El clima estaba bastante viciado y el rey, hijo de Catalina, era un pobre débil llamado Carlos IX influenciado por ésta. Luego, los dos bandos de nobles, los Guisa (católicos) y los Montmorency (protestantes) prácticamente se daban de cuchilladas en cada esquina, con lo que era cuestión de tiempo que a la mínima, estallase el polvorín. El 22 de agosto alguien le pega un arcabuzazo a Coligny, hiriéndolo gravemente. Los sospechosos habituales fueron los Guisa, aunque también se apuntó hacia la propia reina Catalina, ya que el joven rey tenía en gran estima al almirante. O incluso a los españoles.

El caso es que Coligny había sobrevivido, pero su partido, el hugonote, no se iba a quedar con los brazos cruzados y ya estaba bastante alterado cuando los católicos se dieron cuenta de que algo muy gordo iba a ocurrir en París, y de que seguramente iban a quedar con los protestantes no precisamente para tomarse unos vinos.
Así que la noche del 23 de agosto, la vieja reina acude a su hijo y le presiona para que haga algo. Carlos ordena represalias contra los hugonotes importantes, excepto a Enrique de Navarra y al Príncipe de Condé. Las autoridades son requeridas y se les ordena cerrar a cal y canto las puertas de la ciudad, para evitar la huida de los calvinistas. Y así se procede a la escabechina.

Para empezar, el propio Coligny, defenestrado por la ventana como quien sacude la alfombra, y para continuar, todo hugonote vivo de la ciudad, perseguidos por la colaboración entre nobles católicos y el pueblo parisino. La matanza continúa durante toda la noche y sigue durante varios días, aunque el rey intentase detenerla. Calviniste a là orange.

Y no sólo París. Las matanzas se extienden por toda Francia en días sucesivos, ciudad a ciudad. Las cifras hablan de de unos 12.000 muertos sumando París y el reino. Ándale.

He soltado todo este rollo a cuenta de algo dicho ya varias veces aquí. El tema de la diferencia de España en relación a Francia, Inglaterra y otros países de Europa.
Lo digo porque aquí llevamos dándonos de latigazos 300 años ya con lo de la Conquista de América, o la Inquisición, cuando, si comparamos las cifras de los ejecutados por ésta (entre 1480 y 1830) con la de las matanzas de protestantes en Francia (unos años del siglo XVI) no hay apenas diferencia. Incluso sería menor la española. O si la cotejamos con la Inquisición alemana (cerca de 30.000) o la inglesa. Claro que ellos son franceses, con su "grandeza" y su Revolución, y su cultura...nosotros somos los burros que están en la esquina suroeste del continente. Pegaditos a África.

No sé el por qué de esa diferencia, la verdad. No sé si es por haber sido un Imperio real tanto tiempo (no sé de dónde sacan los franceses su "imperio", si realmente fue sólo con Napoleón, y menos de 10 años. En América Central apenas tenían un par de islas. Suficiente según ellos para llamar "Latinoamérica" a esa zona, y no "Iberoamérica" o "Hispanoamérica" como correspondería. De ahí en lo sucesivo sólo ampliarían sus colonias en África. Y tampoco iban precisamente a vacunar nativos.), cuestión de imagen y de publicidad, al no saber vendernos bien, o que simplemente los españoles, con todas nuestras cosas buenas y malas, ventajas e inconvenientes, somos realmente más buenas personas y tenemos más conciencia que nuestros amigos europeos (o estadounidenses). Tan buenas personas que rayamos en la tontuna y en lo políticamente correcto, cierto. Pero bueno.

Si no, no se explica que, habiendo facilitado el descubrimiento de América, habiendo conquistado la mayor parte del continente, haber llevado allí una cultura y haber creado otra sin necesariamente destruir hasta los cimientos la preexistente, los malos seamos siempre los españoles. Somos los quemajudíos, los mataindios, y los arrasaselvas, cuando en la costa Este de los actuales Estados Unidos y en Canadá los ingleses y franceses no iban precisamente a un "encuentro entre culturas", Pocahontas aparte. Y dos siglos después los ya estadounidenses se dedicaron a llegar a la costa del Pacífico (antes explorada por los españoles) cuando no existía Hollywood ni Sunset Boulevard, como pioneros, haciendo puntería con los indios y búfalos y construyendo trenes, exterminando su cultura para recluirlos en reservas o casinos, e imponiendo la suya (estadounidense, una mezcla de inglés, escocés, irlandés, italiano, alemán, español, polaco y tantos otros...). En su isla de Gran Bretaña, los ingleses mantenían a raya a sangre y fuego a galeses y escoceses, y a los católicos, o arrasaban la vecina isla de Irlanda para que no pudiesen cultivar ni patatas. Mientras, llevaban esclavos y esclavos de África a Jamaica, como los portugueses. Ingleses. Por no hablar de sus expediciones y su establecimiento en India o África Central. Al igual que los belgas, quienes en el Congo cometieron innumerables tropelías. Y de los franceses para qué volver a hablar. No ya sólo de lo de San Bartolomé, sino también de su tráfico esclavista (cierto, negreros también había españoles. Pero el número no es tan colosal como ingleses, portugueses y franceses. Véase La trata de esclavos de Hugh Thomas), de sus actuaciones en Haití, en Québec o Lousiana, posteriormente en África Ecuatorial, y bien recientemente (años 60 del siglo XX) en la independencia de Argelia, una salvajada por la que nadie les ha pedido explicaciones, o su perfeccionamiento del cruzado de brazos mientras hutus y tutsis guerreaban a machetazos en los Grandes Lagos. Qué grandes los franceses. Mucho antes, en las Cruzadas, tampoco iban precisamente a Tierra Santa a hacerse la foto en el Monte de los Olivos. Pero Francia es Francia.

Y nosotros, que tenemos que pedir perdón una y otra vez, primero por haber expulsado a los musulmanes y por haber tenido una Inquisición que franceses, alemanes, ingleses o italianos también han padecido, pero que parecen haber olvidado gentilmente, y segundo, no ya sólo por haber dominado media Europa y parte del mundo, sino por haber facilitado la incorporación de América al mundo. Se habrá hecho regular, mal, peor o bien, pero es una obra. América del Sur y Central no es una obra perfecta. Pero ahí está. Mestizaje. Y cultura. Y sus habitantes no son sólo de raza aria, con los indígenas masacrados o los negros esclavizados. Eso sería al modo inglés o estadounidense. ¿Pueden los indígenas de América del Norte contar su experiencia en política o en literatura, por decir dos simples ejemplos? ¿En una vida normal? Los pocos que queden, claro. Por desgracia, no.

Aunque lo cierto es que hemos contado siempre con la colaboración de todos aquellos que han elaborado la Leyenda Negra, fundamentalmente los europeos, incluidos los propios españoles. Y aún sigue en la actualidad, nuestros propios compatriotas son (algunos) los primeros que despotrican contra nuestro pasado, contra nuestras actuaciones, nuestra cultura y nuestra forma de vida. Primero por haber expulsado a los cultos musulmanes y luego por haber esclavizado a América, y por último por haber establecido el castellano como único y fascista idioma .Pero, curiosamente, siguen con el DNI y el pasaporte español y no se van a algún país con esa cultura que añoran, que querrían. Aquí siguen, rajando de todo pero tranquilamente, observando la aldea en la selva indígena o la jaima musulmana en la distancia, desde la comodidad de su ático de la Gran Vía, su chalet de Las Rozas, su casita en Marbella o de su loft en Nueva York. Qué fácil, ¿no?

En fin. Francés no que pueden llegar a ser muy miserables y mezquinos, aparte de insoportables, pero sí hay veces que me gustaría ser inglés. Ésos sí que saben. Lo malo es la comida y la Reina, pero el resto son todo ventajas. Al menos van siempre con la cabeza bien alta.

12.2.11

MSIC

Hoy hablamos de salud. Es tanto el (feliz) cambio que mi mente y mi cuerpo realizaron hace ya más de un año a esta parte, que lo único que lamento es no haber experimentado (no haber querido hacer) ese change a su debido tiempo.

No es fácil de explicar lo bien que me siento, tanto por dentro como por fuera. Claro que aún queda por hacer...pero no soy ni mucho menos lo que era en 2009. Ahí toqué fondo. No voy a volver a hablar de esos excesos tan recurrentes ya varias veces tratados.

Yo, que siempre he sido algo sedentario, tranquilón y amigo de las lecturas en casa, y poco partidario de hacer deporte (no es que no me gustase, porque siempre me han gustado los juegos de pelota, pero...) descubrí hace ya un tiempo el placer de correr.

Lejos quedan ya esos penosos tiempos en los que apenas podía arrastrarme, por la ribera del río, asfixiándome y resoplando como un caballo viejo y gordo. Con práctica, superación e insistencia todo es posible. Hasta aligerarte los pies. Y hacer que las agujetas sean invisibles.

Claro que no todo es salir a correr. Si eres de los que le apasiona el buen yantar como yo, y prácticamente le gustan todas las comidas y alimentos posibles (exceptuando los mejillones y otros mitílidos repugnantes), has de cortar por lo sano, amigo. En fin, no hablaré de comida que me entra hambre...

Pocas cosas hay que suban tanto el ánimo a uno, le despejen la cabeza y le distraigan de las preocupaciones como una buena carrera. Preferiblemente, sin sol. Al atardecer o en maitines. Y si es con viento y lluvia, casi orgásmico. Tú solo contra los elementos. El agua golpeando tu rostro reconforta más de lo imaginable. Tal vez la mayor parte de la gente te vea como un tarado, pero no te importa lo más mínimo.


Vive Dios, qué bien me siento...yo creo que casi nunca me he sentido tan bien en este sentido, de saber que estás en el buen camino y de que, al menos en esto, estás haciendo las cosas bien. Después de cierto tiempo en la senda equivocada. Ahora controlo yo.


¿Salimos a correr?