4.10.12

"Braveheart". Escocia por siempre (I)




Ya escribí una vez en una entrada acerca de mi gusto por el cine y por determinados géneros y  películas concretas. También incluí, a modo de lista, de ranking (al estilo de las listas habituales de revistas y webs, cinematográficas o no,  de "algo", ya sea imprescindible, aborrecible,  recomendable, etc) las diez películas, no sólo favoritas para mí, además, también, las que más me han marcado, las que he visto y puedo ver innumerables veces y las que han dejado más poderosamente imágenes en mi retina y en mi corazón. Tarea difícil, siendo como soy un indeciso para algunas cosas y teniendo en cuenta además la cantidad existente de películas predilectas. Pero hice un esfuerzo y conseguí elaborar la lista de marras, y para ello me facilité la tarea descartando largometrajes recientes, de los últimos 10 o 15 años.  Dos razones me llevaron a ello: la primera, evidentemente porque al recortar cronología,  terminaba la lista de una vez por todas, como digo; y la segunda, y cosa importante, porque buena parte de las películas realizadas en los últimos 15 años han sido elaboradas o por lo menos han recibido ayuda de eso llamado informática, con todo lo positivo y con todo lo negativo que eso conlleva.  Jurassic Park (1993), una de las que más me marcaron en su momento, aunque no estuviera en esa lista, supuso pienso el pistoletazo de salida hacia la utilización masiva del ordenador.

En esa lista, la última película era Braveheart, de 1995.

Y debía escribir algún día sobre este largometraje. Era una obligación.  Por supuesto, desde un primer momento estaba dentro de esa lista, porque desde que la viera con unos 12 años de edad en televisión ha constituido una de mis preferidas (acaso la que más), una de las que más me ha marcado (acaso la que más) y,  especialmente y  junto a La lista de Schindler más la lectura de dos o tres libros, las principales razones por las que decidí estudiar Historia y dedicar mi vida a ello (aunque lo segundo está por ver, pero eso es otra historia, y nunca mejor dicho).

Todo ello teniendo en cuenta que Braveheart no es una película de profundo rigor histórico (además, no persigue eso) ni un largometraje con ínfulas de documental o una enciclopedia histórica fotograma a fotograma. No. Contiene un buen número de fallos, como se verá y como bien se ha sabido desde su proyección en las salas, y no es perfecta,  pero son tantos los aspectos positivos de la película, son tantas las virtudes y ha dejado tan profunda huella en una gran cantidad de gente, que debemos perdonárselo todo -yo, por lo menos, un defensor a ultranza del rigor histórico- a Mel Gibson, director, productor y protagonista de Braveheart.

Porque, verdaderamente, pocas películas, prácticamente ninguna, me han marcado de ese modo desde su perspectiva. Sí, también me dejaron señal, a su modo, las mencionadas La lista de Schindler, Excalibur, El bueno, el feo y el malo o Indiana Jones y la Última Cruzada, pero no a la manera de los casi 180 minutos sobre la vida, hazañas y muerte del patriota escocés William Wallace.  Cabe preguntarse si su impronta en mí sería la misma si la viera por primera vez  a mis 26 años; es más, probablemente Braveheart vaya perdiendo visionado a visionado (aunque de momento tras un buen número de veces no ha decaído un ápice, y es más, siempre que la veo, disfruto igual), pero eso no importa. Me marcó de niño y me sigue marcando ahora, como ha habido otras películas que me sorprendieron de niño, u  otras vistas -o "medio vistas"-  en la niñez y revisionadas con más interés años después, como La muerte tenía un precio Espartaco, y otras que ví más mayor y han entrado en esa lista, como El Padrino I y II  o Barry Lyndon. Incluso hay otras visionadas en mi  edad adulta y no están en la lista, pero constituyen auténticos peliculones que me han marcado,  como Hasta que llegó su horaEl precio del poder, El hombre que mató a Liberty Vallance o El crepúsculo de los dioses. 

Por último, antes de entrar con la película en sí, Braveheart no sólo me fascinó como largometraje y confirmó mi adoración por el género épico. Encendió decisivamente en mí el gusto por la Historia y por la época medieval en particular, aunque luego en la carrera tomase otros itinerarios más modernos, post-caída de Constantinopla y demás. Pero, e insisto especialmente con esto, provocó mi querencia particular por esa tierra, tan  agreste y peculiar, llamada Escocia, en la medida que pueda apasionarse por ella un español convencido y orgulloso de ello, del sureste además y amante de lo mediterráneo.  Pero,  después de ver Braveheart me empapé a leer sobre Escocia, su cultura, su idiosincrasia y su historia,  a informarme como debía sobre William Wallace y su  patria. (Por cierto, unas pocas lecturas bastan para cerciorarse de cuán equivocados están gallegos, catalanes y vascos independentistas en compararse con escoceses, galeses e irlandeses). Y una vez enamorado de este antiguo y personalísimo país, el gusto por otras tierras celtas como Gales o Irlanda era cuestión de poco tiempo, teniendo en cuenta además que en la película de Gibson los irlandeses están muy presentes. Además, hablando de celtismo,  siempre he tenido una inexplicable simpatía e interés por esas viejas tierras, tan mistéricas, hermosas y de cierto sustrato celta, por así decirlo, como son Asturias (tengo desde niño pasión por esta región) y Galicia.  Como  he sido curioso, siempre he estado interesado en leer acerca de otros países y tierras, y, si bien en Europa he tenido ciertas predilecciones desde siempre (Inglaterra, Alemania, más recientemente Italia) mi adoración por lo céltico y por Escocia arranca de mi primer visionado de Braveheart.

Así, desde aquella noche en casa con mi padre  -siempre me he preguntado cómo debió ser esta película en el cine hace ya 17 años...un goce absoluto- , cuando contemplé por vez primera las descarnadas montañas de Escocia y su naturaleza entre brumas, y ví cómo se empleaban los recios escoceses en su vida, en el amor y en la guerra, me convertí en un decidido  apasionado del remoto país de Wallace. Desde entonces, he querido viajar a ella y seguir sus pasos, para verla in situ por fin, pero ese día no llega. Ver su fisonomía difícil, sus accidentados prados, sus cientos de islas,  sus innumerables y profundos lagos, sus castillos plagados de leyendas, visitar la populosa y moderna Glasgow, y por supuesto Edimburgo, la vieja, señorial, gris y bella Edimburgo...pero no. A día de hoy, 4 de octubre de 2012, ese momento aún no ha llegado. Mi visión de Escocia está muy influida por Braveheart , soy consciente de ello, y por tanto, puede ser románticamente errónea en ciertos aspectos, aunque las imágenes contempladas en fotografías y vídeos no han hecho sino confirmarme en mi pasión. 

He dicho leer, pero cuando un país se me metía en la cabeza, hacía algo más que leer simplemente. Amigo de mapas como he sido siempre, memorizaba lugares y accidentes geográficos e incluso los nombres en la lengua del lugar. O cómo eran los himnos, las banderas, los escudos y los blasones de los países y sus tierras y ciudades. Por supuesto, también la música, tanto tradicional, como popular, folk, o moderna. Esta cuestión de mis filias a determinados países o regiones según ciertas películas, cuentos u obras literarias puede que no lo entienda todo el mundo, pero es así.  Por ejemplo, y cambiando de territorio,  mi gusto y mi interés por lo  inglés  viene del mito del rey Arturo y de Robin Hood.

Braveheart. A grandes rasgos se trata de una película histórica, con amplias gotas de epicidad, romanticismo y aventuras, todo ello alrededor de la vida de William Wallace, personaje real y uno de los principales protagonistas de las guerras entre Escocia e Inglaterra en la Edad Media. Ésa es la base usada por Mel Gibson (estadounidense con antepasados australianos e irlandeses)  ayudado por el guionista yanqui  Randall Wallace (de ancestros escoceses, aunque no descendiente de William) quien reconoció la utilización de poemas épicos del siglo XV sobre el héroe en cuestión para elaborar la historia del film; por ello debe entenderse Braveheart como una narración legendaria, mítica, en vez de como una reconstrucción históricamente fidedigna -de hecho una voz comienza a relatarnos la historia de William Wallace-.  Así es esta maravillosa película,  donde el amor a una tierra y a unos ideales, el honor, el romanticisimo, la violencia, la injusticia y el fatalismo se dan la mano de una forma espectacular, marcando un verdadero hito. 

El actor no era un novato en la dirección pues ya había debutado en El hombre sin rostro dos años antes, pero con su versión del mito escocés sorprendió muy gratamente a propios y extraños. Ya desde las primeras imágenes Gibson nos introduce en la neblinosa Escocia, mientras suenan las gaitas y vemos sus características montañas. Típico y efectista, sin duda. Y desde el mismo preludio prácticamente empiezan las licencias históricas, que Gibson se toma abiertamente y en beneficio de la película.  Precisamente una de las primeras lecciones que aprendí en la carrera de Historia fue la inadecuada visión de la Edad Media presentada en Braveheart, según nos hizo ver un joven profesor de Medieval, en primer curso. 

 
 (Estatua de William Wallace en Aberdeen)


Ciertamente, del  Wallace real se tienen pocos datos verídicos y la mayor parte de la información sobre él procede de narraciones y leyendas posteriores a su muerte, como ocurre con otros personajes históricos,  pero parece probable su nacimiento en Elderslie o Ellerslie -las dos poblaciones se disputan el honor- en una fecha inconcreta entre los años 1270 y 1274. Sea una u otra ciudad, se trata de pequeños burgos  próximos a Glasgow, en las Tierras Bajas de Escocia.  Lo digo porque por mucho que en el siglo XIII aquella no fuera aún la gran ciudad de siglos recientes -en el XIX llegó a ser conocida como "la segunda urbe del Imperio Británico", después de Londres- Wallace no nació en una remota aldea de chozas en las Highlands, como se hace ver en la película. Segundo hijo  -dato significativo-  de un tal Malcolm o Allan Wallace (un terrateniente de cierto nivel con ancestros galeses, un señor con propiedades), pertenecía a la baja nobleza del país.   Así, por muy baja fuera ésta, y por muy segundón fuese William,  nuestro héroe era más parecido, en  estatus y aspecto, a los nobles escoceses satirizados por Gibson que al harapiento lanzador de piedras de la película. 

Sí, en ésta el actor luce melenón castaño tirando a pelirrojo, se viste con cualquier trapillo y nunca parece tener frío -prácticamente duerme al raso en las heladas noches serranas escocesas-  ni aparenta ser un campeón de la higiene. Pronto queda claro quién es el director de la peli porque la abundancia de primeros planos del  protagonista/director es notoria. Siendo Braveheart una de mis favoritas, no puedo decir lo mismo de Gibson, quien nunca me ha entusiasmado,  aunque su interpretación en dicha película es bastante intensa y apasionada. Puestos a elegir otros actores de su generación, desde pequeño he preferido a Tom Hanks o a Liam Neeson,  aunque con el tiempo he ido reverenciando como se merece a ese extraordinario actor llamado Daniel Day-Lewis.

Cuando se rodó Braveheart Mel Gibson tenía 38 años y estaba aún en la cima de su carrera. Aunque ya no era ese lozano aussie de conocidas películas como Mad Max, Gallipoli  o Rebelión a bordo, la edad y el alcohol aún no habían hecho mella en él y  todavía podía hacerle frente  al sargento Riggs, su papel de poli macarra en la exitosa Arma Letal y  secuelas. Así pues, estaba en condiciones de  interpretar correctamente al patriota escocés, puesto que el Wallace real murió ejecutado el 23 de agosto de 1305,  cuando contaba  35 años como mucho.

Así, tras la bucólica e idealizada presentación de la aldea escocesa, vamos asistiendo a la tragedia familiar de Wallace y vamos comprendiéndole, en la medida que puede un hombre del siglo XX entender a los escoceses del siglo XIII, puesto que no tenían exactamente las mismas prioridades y conceptos de las cosas. 
Cuando William regresa a casa después de sus viajes, lo hace renegando del pasado guerrero de su padre y su hermano y con la intención de vivir honradamente y en paz, cultivando la tierra sin mayores aspiraciones.
Pero los ingleses iban a aparecer pronto.  Gibson, quien resulta un fantástico contador de historias, nos presenta a éstos de tal manera (tomándose de nuevo ciertas licencias. Por ejemplo, esa especie de derecho de pernada en la "prima nocte"  mostrado en el largometraje no es históricamente probable; de hecho más parece ser un acto simbólico de superioridad del señor feudal,  sin consecuencias) que llegas a odiarles del mismo modo que los odian los rudos escoceses, con quienes empatizas, en contraposición.  Y a los ingleses llegas a odiarles mucho antes de la primera batalla de la película; para cuando ésta llega, el efecto ya está hecho.

Fue éste un aspecto polémico. Polémica primero por la notable violencia y truculencia de la película, realmente novedosa.  Como también fue ciertamente novedosa la imagen negativa de Inglaterra y los ingleses en la película. Éstos, tan mal acostumbrados a ser siempre en la historia del cine los gallardos bienhechores de Europa y la humanidad, veían con sorpresa herido su british pride  por verse representados como unos soberbios y sádicos hijos de puta. Sí, reconozcamos el maniqueísmo de Gibson y de Braveheart respecto los ingleses,  pero también hemos de reconocer la injusticia del cine con otros pueblos en relación con Inglaterra. Desde luego, el mundo le debe mucho a los ingleses, como también es verdad que canalladas y malas acciones han cometido y en grandes cantidades. Preguntadle, no sólo a los escoceses o galeses; por ejemplo, a los irlandeses, a los zulúes, a los hindúes o a los indios americanos. Así, por una película conocida, una,  que contradiga la poco realista versión de los procederes de los hijos de la Gran Bretaña según el cine, no va a abdicar la Reina. No. No hay anglofobia como llegaron a afirmar bastantes ingleses Y si hubiera algún conato de ello, no va a ser precisamente culpa de los escoceses. Soy un admirador de ciertos aspectos de la cultura, de la idiosincrasia y de la historia inglesa, pero también se harta uno de ellos a veces. En los Juegos Olímpicos de Londres acabé saturado, entre las ceremonias de Apertura y de Clausura, de tanto autobombo y tanta autorreverencia (y ello según las partes que los ingleses quieran, claro, dejándose cositas en el tintero) donde el deporte y el olimpismo era lo de menos.  Qué saturación.

Pero antes de que se desencadene la guerra abierta de unos contra otros, asistimos al enamoramiento de Wallace. El romántico Gibson relaciona a éste con Murron, una joven de su misma humilde aldea, quien se había fijado en el pequeño William durante el sobrecogedor entierro de su padre y su hermano, cuando le entrega un cardo (símbolo de Escocia. Qué hábil)  envuelto en un paño. Cuando años después Wallace regresa a casa, tras haber sido educado competentemente -hecho todo un políglota-  por su tío Argyle en un monasterio (como el Wallace real, quien, como buen segundón, estuvo a punto de hacer carrera eclesiástica)   vuelve a ver a su Murron, le enseña el pañuelito con el cardo ya seco y el amor termina por surgir. Se le ha achacado también a Braveheart un  tono de "cuento de hadas" y de ñoñería en sus escenas románticas, pero, aunque fuera así...¿y qué?. Luego, su mágica boda secreta en el bosque, para no ser vistos por los ingleses, es realmente preciosa. Casados por un monje/eremita ante una vieja cruz de piedra de los tiempos antiguos,  la postal vuelve a darle unas gotas de romanticismo céltico-legendario a la narración.
 También hay momentos de cierta vergüenza ajena, como cuando Wallace, contándole sus viajes,  le dice a su amada "París es preciosa", etc.   Baste recordar que la catedral de Nôtre-Dame no se terminó hasta 1350, por ejemplo, y la capital francesa a finales del siglo XIII ya era una gran ciudad, pero de ahí recurrir a ella como recurso turístico, media un trecho. No sé, igual ya había una torre Eiffel, un Louvre,  un Versalles y unos elegantes bulevares  hacia 1290 y lo desconocemos. Igual...





La miserable muerte de Murron, degollada como un cerdo por resistirse a ser violada por el típico viejo baboso (e inglés en este caso) marca un punto de inflexión. Wallace monta en cólera tras unos eternos momentos de tensión silenciosa en una gran secuencia  y arma la de Dios es Cristo en la guarnición inglesa, abriéndole el cuello al responsable de la misma y quemando las fortificaciones -efectivamente, en la historia real Wallace saltó a la fama al  despachar al sheriff de Lanark-.  Entre llamaradas comienza la rebelión escocesa. 

Entonces, aunque ya había aparecido en escena, inunda definitivamente la película el rey inglés, Eduardo I  "Longshanks" , quien nació en 1239  y murió en 1307. Los reyes europeos, a lo largo de la historia,  han tenido muy variados apodos o sobrenombres,  desde los típicos y glorificadores "El Grande", "El Batallador", "El Conquistador",  "El Atrevido",  "Sin Miedo",  "Corazón de León"  o "Rey Sol", a otros más discretos o espirituales como "El Santo", "El Humano", "El Ceremonioso", "El Confesor" o  "El Monje",  pasando por otros más críticos o realistas, como  "Sin Tierra", "El Calvo", "El Ciego",  "El Tartamudo", "El Breve" o   "El Gordo" , también algunos inclasificables, como "El Pajarero", e  incluso otros más denigrantes como  "El Impotente". En el caso de este Eduardo, la longitud de sus piernas y su estatura, cercana al  1.90, inusual para la época,  le acarrearon uno similar al de un pirata: "El Zanquilargo".
El rey inglés nos es presentado como un viejo maquiavélico, calculador, severo y amargado, -desde luego un formidable monarca de armas tomar- y ya viudo, en la película. Efectivamente, en la historia real su mujer la reina había fallecido en 1290. Mujer, por cierto, española; Eduardo se había casado con Leonor de Castilla, duodécima hija (segunda del segundo matrimonio) de Fernando III el Santo. Europa era un pañuelo.

Así, tenemos a Eduardo I  Plantagenet de Inglaterra, un ambicioso y belicoso rey ansioso de posar sus garras sobre la revoltosa Escocia, la cual se está desangrando desde hace años a sí misma por las revueltas entre nobles, al estar el trono vacante, y para ello está dispuesto a  remover Roma con Santiago. El papel del rey fue interpretado brillantemente por Patrick McGoohan, veterano actor estadounidense ya fallecido. Éste realizó un gran  trabajo como el cruel monarca, entrando a formar parte -por lo menos para mí- de ese selecto grupo de los mejores villanos de la historia cinematográfica.



"El problema de Escocia...es que está llena de escoceses". Una verdad como un templo.



Por otra parte, el inicio de las acciones de represalia de Wallace supone la aparición de los mencionados nobles escoceses, quienes,  como se ha dicho, son constantemente criticados por su ansia de tierras al precio que sea y caricaturizados y criticados por sus remilgos,  las ínfulas de señor y  la descarnada ambición -rivalizan entre ellos mismos y "no se ponen de acuerdo ni en el color de la mierda", como dice Hamish, amigo de la infancia  y  mano derecha de William- en comparación con los llanos, campechanos y despegados hombres de Wallace.  Gibson y su guionista, para favorecer la espectacularidad y el efectismo de la revuelta del protagonista, lo hacen proveniente de un lugar más bajo del que realmente era, y con una cierta injusticia histórica hacia esos nobles, puesto que éstos y los clanes más poderosos, en la época de Wallace,  fueron de hecho bastante contrarios a los ingleses. Además, el  héroe real  no se rebeló para mejorar las condiciones de vida  y los derechos de los campesinos y otros desfavorecidos, sino simple y llanamente para restaurar en el trono de Escocia a un  escocés.

Pero en la película sus ideales son mucho más románticos, libertarios y acordes al pensamiento moderno, y claramente más atractivos. Esa humildad  y ese ascenso desde las profundidades provocan el lógico recelo de los nobles escoceses y una cierta envidia no exenta de admiración  por parte de otro de los personajes reales de la película, y  el único apodado históricamente "Braveheart",  Robert Bruce, descendiente del rey escocés David I y claro candidato a ocupar de nuevo el trono de Escocia, una vez se liberase ésta de Inglaterra, puesto que John Balliol-todavía vivo- había sido el último rey escocés, aliado con Eduardo I,   hasta que fue depuesto por Longshanks , quien además invadió Escocia. La libertad se había perdido y los escoceses sufrían bajo el yugo inglés. Por tanto, hacía falta una guerra. Una guerra justa, además, tal y como nos es presentada en la película. 


(Continuará

6 comentarios:

  1. Eso no se hace! Escríbelo todo de una vez que me dejas con la miel en los labios! jajaja

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  2. Jaja, si seguramente has visto la película más veces que yo (cosa difícil pero no imposible)...ya sé que me ha quedado muy telenovelero lo del "Continuará", pero he escrito demasiado y me había salido una entrada muy larga y la partí, en breve estará la segunda...

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  3. Se le ha achacado mucho a Mel Gibson que fuera tan poco fiel a la Historia de William Wallace, prefiriendo ofrecer un espectáculo de batallas sangrientas antes que la realidad (o lo que se tiene que dar por cierto que pasó en realidad). Pero oye, Mel Gibson es así y creo que tampoco pretendía ser muy fiel históricamente hablando. Se decía que tenía pensado rodar una producción sobre la reina celta Boudica, así que ya vemos que el tema le gusta.

    Y ya que saco lo de los celtas... No digas por Galicia que no somos celtas, que te comen!! Sobre todo los místicos y new age, que son los más cerrados para esas cosas. Además, a un andaluz se le puede achacar de moro o de Boabdil, como te descuides XD. Te encontrarías con perlas como "Os dimos para el pelo en la Reconquista" (sí, los celtas fueron a la Reconquista), aunque la verdad es que si consigues enredar a un new-celta, tienes horas de diversión asegurada.

    Bonita entrada, y esperando la próxima! No me gustan nada los "Continuará"! Me frustran!!!

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  4. Sí, y después de Apocalypto tenía un proyecto para hacer una de vikingos en Inglaterra (madre mía lo que podría ser eso), pero por desgracia eso se ha quedado en suspenso.

    Jeje, bueno, tampoco quería decir que en Galicia fueran celtas, me habré expresado mal, pero sí, hay que tener cuidado con ciertos colectivos según lo que se diga XD.

    Y muchas gracias!! Sí, me ha quedado un poco telenovelero, pero no tenía más remedio!

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  5. Braveheart también está entre mis diez películas favoritas y ocupa un emotivo momento en mi historia personal: la primera vez que mi padre se vino conmigo al cine. Al igual que tú, tenía 12 años y hubo escenas que me impactaron hondamente. Por aquella época había empezado a leer libros de mitología celta y de historia de los pueblos celtas, ya que siendo mi tierra antiguo asentamiento celtíbero era de obligado conocimiento saber algo del trasfondo de los pueblos pre-romanos. No estaba al tanto de la historia real de Wallace, aunque sabía que tenía más de leyenda y de licencia "épica" que otra cosa. Para mí el valor de esta película reside en los distintos mensajes que transmite: la lucha por la identidad y los derechos de pueblos que son oprimidos, que pretenden recuperar su idiosincrasia y su dignidad; el rescate de ciertos elementos de la cultura y sociedad escocesa (el funcionamiento en clanes tan típicos entre los pueblos celtas; el sincretismo religioso; la verdad, el honor y el carácter guerrero de sus gentes; el romanticismo legendario tan presente en sus mitos y su folklore popular; su música; los símbolos representativos del país, etc); el hecho de aportar una visión alternativa de la historia fuera de los límites británicos como imperio dominante de referencia; darle valor a la microhistoria; exaltar la lealtad y la integridad del individuo en contra de la traición y de intereses egoístas y materialistas...Además de todo esto, la fotografía en la película es una delicia. Te permite soñar con largos paseos a caballo bajo la bruma y la lluvia de Escocia. Mejor si es en compañía de un apuesto caballero con su personsalidad y sus principios, que de esos quedan pocos.

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    1. Muy de acuerdo contigo!! Te suscribo por completo y gracias por tu aportación! ;)

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