27.11.14

Escritores borrachos, borrachos escritores

                                                                   Hemingway, algo perjudicado.


El otro día, leyendo en la prensa sobre la vida de Ernest Hemingway, cuando se refería a su conocido alcoholismo se hablaba también de la afición por la botella de otros famosos escritores. Entre esa lectura, lo que uno ya sabía  y un poco de investigación, se llega a la conclusión de que en no pocas ocasiones los más notorios literatos de la historia -o los más trascendentales de tal o cual época-  fueron borrachos consumados (si no siempre toda su vida, al menos una parte de ella). Realmente es curioso e interesante, cuando además se sabe que el alcohol también estuvo y está presente en intelectuales, compositores,  artistas y en general en grandes personalidades políticas y militares de la humanidad, pues esta droga, beneficiosa y nociva a la vez, levemente recomendable pero  sin duda peligrosa ha estado siempre de la mano del hombre.

Pero hablábamos de escritores. Al citado Hemingway se le atribuye  una supuesta frase: "Escribe borracho, corrige sobrio". Es significativo porque simboliza bien  esta combinación  entre literatura y alcohol, que ha producido algunas de las mejores páginas de la historia, aunque como veremos tales excesos no siempre tuvieron un final feliz. Ya fuera porque unas copas (o una botella) le daban al autor la inspiración necesaria para escribir, o porque le servía para enterrar sus demonios, o por simple vicio.  A ver quién no reconoce la típica estampa de un escritor bohemio, taciturno ante una botella o un vaso, o escribiendo mientras bebe, o en una tertulia con otros escritores mientras empinan el codo.  Sobre este tema etílico ya se ha escrito, pero me parece interesante  y además, siendo alguien que ha tenido sus peligrosos excesos con la bebida,  me siento un poco identificado, como persona.

Así, hoy quería realizar mi pequeña y modesta aportación con esta lista de escritores alcohólicos o grandes bebedores,   sin ánimo de ser exhaustivo pues la cifra es realmente grande, y mi conocimiento (si es que tuviera alguno) es limitado. Además, debe tenerse en cuenta la dificultad de diferenciar alcoholismo de bebedor social y/o moderado, y la delgada línea que lo separa. Un ejemplo podría ser Jules Verne (1828-1905), quien era buen aficionado al vino, pero no alcohólico,  ni tuvo excesos con la bebida; además, ni por su vida o su obra (ambas exitosas, aunque sus últimas dos décadas fueron algo agrias, por ciertos desengaños y dramas) puede ser considerado un "escritor maldito" o de existencia polémica y escandalosa.

Y ahora, sin más dilaciones, tomémonos una copa con...


- Lope de Vega (1562-1635). El "Fénix de los Ingenios" es  una de las cumbres del Siglo de Oro español.  Rival de Cervantes y muy  aclamado en su tiempo, Félix Lope de Vega y Carpio fue un fecundísimo autor, responsable de miles y miles de sonetos, varios centenares de comedias y unas cuantas novelas. De azarosa y poco apacible vida, que discurrió de pendencia en pendencia y de cama en cama, todo ello con abundante vino castellano de por medio, que además está presente en sus obras. Seductor y temerario, tuvo, que se sepa,  más de una docena de vástagos, entre legítimos e ilegítimos, y ni aun ordenándose sacerdote en 1614 dejó de galantear (ni abandonó la jarra). Con todo, falleció serenamente  en su vivienda madrileña (hoy casa-museo)  con 72 años.  


- William Shakespeare (1564-1616). Dramaturgo y poeta inglés de sobra conocido,  considerado generalmente como uno de los más importantes y trascendentales de la historia. Su vida resulta enigmática y se han escrito ríos de tinta sobre su personalidad, orientación religiosa y sexual, etc. Pero se coincide en que le gustaba abusar de la bebida (ya fuera cerveza, vino caliente o sidra)  y no pocos expertos shakesperianos  concluyen que compuso sus mejores obras por las noches en estado de embriaguez y que en sus sonetos se percibe cuando estaba de resaca. Aunque tradicionalmente se ha relacionado su muerte con una borrachera fatal (murió de fiebres con 51 años), investigaciones recientes lo atribuyen  a un cáncer.  

 
- Francisco de Quevedo (1580-1645). Otra de las cumbres del Siglo de Oro y de la historia de la literatura española. Poeta y escritor, su obra fue tan ajetreada y cruel como su vida. Y en ésta no faltaron ni las pendencias ni  los azumbres de vino en las posadas (sus rivales le llamaban Francisco de Quebebo) al cual dedicó párrafos enteros y sonetos, como el famoso: "Dijo a la rana el mosquito/desde una tinaja: /mejor es morir en el vino/que vivir en el agua". Viajó a Italia  y  estuvo implicado en asuntos de Estado. De pluma y lengua afiladas, se granjeó enemigos demasiado poderosos: murió dos años después de salir de una fría  y húmeda cárcel donde estuvo preso entre 1639 y 1643.


- Alexandre Dumas (1802-1870). Prolífico autor de algunas de las más grandes (e inmortales) novelas de la historia de la literatura, como la trilogía de los mosqueteros o El conde de Montecristo, clásicos que se disfrutan tanto de niño como de adulto. El francés físicamente era mulato (su padre fue un victorioso militar haitiano al servicio de Francia)  y algo orondo, lo que no le impediría obtener innumerables conquistas amorosas y batirse en duelos y lances, además de vivir sin privarse de ningún placer.  Consumado derrochador de dinero, dilapidó la fortuna adquirida por su enorme éxito literario en maratonianas y famosas fiestas donde no faltaban las mujeres y el alcohol, además del opio. Sobre todo bebió champán y vino Mariani, una tónica que causó furor en su tiempo, consistente en vino con cocaína (en la época se creía que la coca tenía propiedades beneficiosas). Aunque publicó hasta el final, estaba arruinado. Obeso y con precaria salud, acabó falleciendo en la casa de su primer hijo, también novelista, a los 68 años.


 - Edgar Allan Poe (1809-1849). Estadounidense de Boston, maestro del relato corto, ya fuera gótico, de terror o detectivesco, pero también poeta , periodista y novelista. Todo un genio atormentado de desgraciada vida y autodestructivo como pocos, empezó a beber en sus años de universidad  y para él el alcohol era un modo de evadirse de la realidad, por más que lo tolerase poco (al parecer le bastaba una única copa para emborracharse) y quisiera alejarse del aguardiente sin éxito. Ello combinado con ciertas drogas y algunas enfermedades, le llevaron a la tumba con sólo 40 años, sin saberse la causa de la muerte, que van desde el ataque al corazón a la cirrosis, pasando por la rabia o la tuberculosis. 

 
- Herman Melville (1819-1891). Su Moby Dick es un clásico indiscutible, pero, como suele pasar con tantas obras de la historia, pasó sin pena ni gloria en su momento. Aventurero, el estadounidense se embarcó como grumete a los 19 años y se empleó como ballenero durante algún tiempo. De vuelta en tierra quiso ser escritor y publicó unas cuantos libros, pero la fama de éstos fue muy discreta y  siempre estuvo endeudado.  Trabajó durante 25 años como inspector de aduanas, con un modesto sueldo. De Melville no puede afirmarse su alcoholismo (aunque hablemos del siglo XIX)  pero sí que fuera un bebedor consumado, fundamentalmente de whisky, uno de sus consuelos.  Desaliñado y de bronco carácter, además dos de sus cuatro hijos fallecieron en extrañas circunstancias. Él lo haría con 72 años, de un paro cardíaco, prácticamente en el anonimato.  


- Charles Baudelaire (1821-1867). Poeta francés cuya obra más famosa es Las flores del mal. Admirador de Poe, es uno de los escritores con más poco aprecio por su cuerpo de la historia, con una  sórdida vida de excesos donde probó de todo, desde el hachís al opio pasando por el láudano, además de ingentes cantidades de absenta y vino, sus versos son reflejo de su alucinógena existencia. Cada vez más machacado, estaba en la miseria cuando su madre intentó ayudarle.  Frecuentemente mantuvo relaciones con prostitutas (y no precisamente de lujo) y murió un año después paralizado y mudo por la sífilis. 


- Algernon Charles Swinburne (1837-1909). Poeta inglés relacionado con la corriente de los prerrafaelistas, sus poesías vuelven constantemente a la Edad Media y a las leyendas, aunque no estuvieron exentas de polémica por los temas tratados. De corta estatura aunque vigoroso, se alteraba con facilidad y era alcohólico, muy al modo victoriano, no faltando las peleas y la sangre, además de grotescas juergas con monos, por ejemplo.  Sin embargo es un ejemplo de cómo la vida da una segunda oportunidad y  pasados los cuarenta años, con la ayuda de buenas amistades, llevó una vida discreta sin excesos y falleció anciano y honorable. 


- Paul Verlaine (1844-1896) y Arthur Rimbaud (1854-1891). En 1871 Verlaine era un conocido y respetable (aunque algo inestable) poeta, pero aparece en su vida Rimbaud, un jovencísimo diablo de ojos azules, también literato.  Los modales iconoclastas y transgresores de Arthur, vagabundeando ebrio de vino, absenta y hachís escandalizan a París. Pero había cautivado a Paul Verlaine, quien ya había tenido un hijo con su mujer.  Ésta se percata  y el  francés, que maltrataba a su familia cuando estaba beodo,  se fuga con Rimbaud a Bélgica e Inglaterra, iniciando una destructiva relación de sexo sucio, miseria  y alcohol. El enfant terrible humillaba frecuentemente al otro hasta que éste, desesperado y borracho, le disparó en una mano en 1873. Verlaine, ya divorciado,  fue encarcelado y volvió a verse con su amante dos años después, pero esa juerga acabó a puñetazos. Fue su último encuentro.  Rimbaud dejó la poesía con 20 años y emprendió una vida viajera empleándose como mercenario, comerciante y traficante de armas en África, pero alejado de los excesos anteriores;  vuelto a Francia, falleció con 37 años por un cáncer de huesos. Verlaine siguió escribiendo y publicando, pero mientras su fama aumentaba, su vida se iba apagando destrozada por la bebida. Envejecido, sifilítico, cirrótico  y en la miseria, muere a los 51 años. 


- Guy de Maupassant (1850-1893). Notable escritor, fundamentalmente de cuentos de temática muy variada  y algunas novelas, el francés es otro de tantos intelectuales del XIX  con tendencias autodestructivas. Dominado por su madre, buscaba inspiración y material para sus escritos en sus salidas nocturnas, donde  no faltaron ni el alcohol ni la cocaína, además de desenfrenadas relaciones sexuales con mujeres. Ello teniendo en cuenta que era epiléptico y con frecuentes migrañas le hicieron caminar por el alambre, dando síntomas de demencia; la morfina no le calmaba, muy al contrario.   Con precedentes familiares de locura, al saberse enfermo mental y además con sífilis intentó degollarse, por lo que fue recluido en un manicomio. Falleció de parálisis 18 meses después, con 42 años. 


- Oscar Wilde (1854-1900). Prototipo del dandi decadente, el autor de El retrato de Dorian Grey o La importancia de llamarse Ernesto disfrutó de cierto éxito en vida, pero también escandalizó a la puritana sociedad de su época con sus relaciones con hombres, aunque se casara y tuviera descendencia.  Paralelamente el irlandés, gran aficionado al lujo y a los vinos y destilados (llegó a afirmar que no había nada más hermoso que una copa de absenta) se fue arruinando y además fue encarcelado dos años por "sodomía e indecencia".  Exiliado, tras dejárselo todo en alcohol (en las últimas semanas,  pidió el champán más caro, y cuando se lo trajeron dijo: "estoy muriendo por encima de mis posibilidades"),  falleció solo y amargado  en un hotel de París, a causa de una infección, a los 46 años.


- Rubén Darío (1867-1916). Uno de los poetas más importantes e influyentes en lengua española, el nicaragüense tuvo una vida inestable, en lucha constante  y de aquí para allá, ya desde su nacimiento, pues su padre, a quien apenas conoció, era alcohólico y putero; su madre se casó con otro hombre y marchó a Honduras, por lo que fue criado por sus abuelos. Ya adulto se hizo mujeriego y aficionado a la bebida, vicio éste último que lo sumía en crisis mentales cada vez más graves. Después de pasar media vida entre Europa y América, regresaría muy deteriorado a su país para morir entre alucinaciones, con 49 años.


- Jack London (1876-1916). El padre de La llamada de lo salvaje, Colmillo Blanco y otros relatos cortos es otro ejemplo de vida aventurera y excesiva. Dejó su California natal con 17 años para embarcarse como marinero y trabajó en el ferrocarril y en las fábricas; cuando no tenía suerte vagabundeaba. También se empleó como pescador, cazador de focas,  contrabandista  e incluso buscador de oro en Canadá bajo duras condiciones climáticas; todas estas experiencias le proporcionaron una sólida base para sus escritos, pero también le convirtieron en un inseparable de la botella, pese a los beneficios económicos de su carrera literaria. Su temprana muerte a los 40 años continúa siendo un misterio, pudiendo deberse al alcohol, las drogas (tomaba morfina) o incluso al suicidio. 


- James Joyce (1882-1941). Afamado escritor, responsable de la mítica y polémica Ulises  o de la hermosa Dublineses. Su padre tenía una licorería y esto combinado con su condición de irlandés parecía destinarle para un abuso del alcohol en la vida. Y así fue, pues Joyce se tiró casi cuatro décadas de ebriedad casi continua, con muchas noches bebiendo (sobre todo whisky y vino blanco)  hasta el amanecer, estuviera en Francia (en París conoció a un tal Hemingway, con quien no tardó en emborracharse) ,  Italia o Suiza.  Tuerto por un glaucoma  y reumático, fallecería de una peritonitis. Lo sorprendente es que cumpliera los 58 años. 


- Jaroslav Hasek (1883-1923). Su novela satírica y antibelicista  Las aventuras del valeroso soldado Svejk  sobre el fin del Imperio Austrohúngaro  es considerado el libro nacional checo. Nació el mismo año que Kafka, pero mientras éste, enjuto y tranquilo, prefería los cafés de intelectuales, Hasek, orondo y desprendido, frecuentaba las tabernas, donde se empapaba de cerveza y ron. La muerte de su padre por alcoholismo no pareció disuadirle de ser él mismo otro bebedor consumado; su adicción  le hizo perder trabajos además de intentar suicidarse. Fue habitualmente sacado por la fuerza de los tugurios.   Desde luego, es fácil suponer que Hasek escribiera su disparatada obra totalmente ebrio. Sin embargo, la causa de su muerte fue la tuberculosis (como Kafka),  a los 39 años. 


- Fernando Pessoa (1888-1935). Poeta y escritor portugués enigmático y  de peculiar personalidad. Educado en el idioma inglés, trabajó como traductor y tuvo una existencia discreta y solitaria, con pocas amistades y relaciones. Por las noches escribía poemas,  novelas y relatos que publicaba bajo heterónimos (nombres falsos con personalidad propia), circulando críticas a sus propias obras redactadas por él mismo. Casi desapercibido en vida,  sombrío, neurasténico y con tendencia a aislarse, sería el ejemplo de bebedor silencioso y antisocial poco dado a mostrarse. Gran aficionado al aguardiente, especialmente de ajenjo, falleció a causa de la cirrosis,  con 47 años. 


- Joseph Roth (1894-1939). Nacido en Galitzia (hoy repartida entre Polonia y Ucrania) pero austríaco a todos los efectos, el autor de  La marcha Radetzky  experimentó primero la debacle de la I Guerra Mundial y el fin del Imperio Austrohúngaro después, y por último el ascenso del nazismo y la anexión de Austria al III Reich (1938), aunque como judío sintió el peligro pronto y ya en 1933 se había exiliado a Francia, dejando a su mujer,  esquizofrénica,  en Alemania, internada en un sanatorio. Los nazis quemarían sus libros y  posteriormente asesinarían a su cónyuge, víctima de las "leyes de eutanasia". Este cúmulo de desgracias pareció aumentar su alcoholismo, malviviendo en París en lóbregos hostales y garitos, pegado a la botella. Terminó La leyenda del santo bebedor poco antes de fallecer con 44 años, de un ataque al corazón y sumido en el "delirium tremens", cuatro meses antes de que estallara otra guerra. 


- Dashiell Hammett (1894-1961). Conocido por ser el creador de la novela negra, donde destaca sobre todas El halcón maltés (adaptada al cine, protagonizada por Humphrey Bogart). El estadounidense fue un hombre tan atormentado como los de sus libros; primero participó en la I Guerra Mundial en Francia, donde contrajo la llamada "gripe española" y luego una tuberculosis que arrastraría toda la vida. Fue a raíz de su estancia en el frente cuando empezó a beber más de la cuenta, para olvidar. Luego casado y con un hijo, escribía para mantenerlos.  Por su alcoholismo combinado con la tuberculosis (y además fumador)  tuvo una pésima salud toda la vida, aunque participaría también (voluntariamente) en la II Guerra Mundial. Activo militante de izquierda, fue investigado durante la "Caza de brujas" y perseguido constantemente por el FBI. Falleció con 66 años de un cáncer de pulmón  y como veterano de ambas guerras fue enterrado en el Cementerio Nacional de Arlington.


- Francis Scott Fitzgerald (1896-1940). Uno de los líderes de la llamada "Generación perdida" de escritores norteamericanos que  conocieron la Gran Guerra y el crack del 29, además de viajar a  Europa . El autor de El gran Gatsby parece algún personaje de esta mítica novela (y de otras suyas donde también hay elementos autobiográficos), pues intentó vivir siempre por encima de sus posibilidades, ya fuera en Francia, Nueva York o Hollywood, y con notables cantidades de  ginebra y champán (sus juergas con Hemingway fueron legendarias).  Su mujer  y musa Zelda no se quedaba atrás (desayunaba vodka con limón), y el matrimonio fue perdiendo amigos por su frenesí etílico.  Posteriormente a ella le diagnosticaron  depresión y esquizofrenia y fue internada. Totalmente alcoholizado y sin un dólar, Fitzgerald falleció a los 44 años de un infarto de miocardio. 


- William Faulkner (1897-1962). Estadounidense, participó en la Gran Guerra como piloto de avión, después de alterar su apellido (Falkner sonaba muy alemán).   Genuino hombre del Sur -vivía en la clásica mansión blanca rodeada de naturaleza, como la de Forrest Gump- es uno de esos casos difíciles de dilucidar si era alcohólico o no, porque ciertamente excesos con la bebida tuvo desde joven hasta el final de su vida, aunque alternase períodos de embriaguez continua con otros sin consumir. Como buen sureño, prefería el bourbon y cuando se empicaba se tomaba uno tras otro en la cama. Sus resacas eran productivas, aprovechándolas para escribir, aunque en cierta ocasión se adormiló al lado de una estufa y casi muere abrasado. Ganador del Nobel en 1949, pronunció beodo su discurso (empezó a beber en el avión de EEUU a Europa).  Así era Faulkner,  quien falleció de un ataque al corazón con 64 años.


- Ernest Hemingway (1899-1961).  Idolatrado por unos, denostado por otros, el norteamericano es autor de conocidos clásicos como Adiós a las armas, Por quién doblan las campanas o El viejo y el mar, entre otros. Premio Nobel en 1954, es otro modelo de escritor aventurero e inquieto (estuvo en las dos guerras mundiales y en la civil española) y, cómo no, se bebió y se folló la vida, literalmente, desde Italia a Cuba pasando por Francia, España (qué sería de Pamplona sin él)  o los safaris africanos, siempre buscando el peligro  y el placer. De juergas escandalosas,   dejó su impronta en un buen número de bares y hoteles e inventó cócteles, como el "Papa doble" (ron blanco con licor de cereza)  o  el  "Muerte en la tarde" (absenta con champán. La leche...).  Podía tomarse seis copas en un corto espacio de tiempo, y llegó a ventilarse tres botellas de destilado en un día. Tal abuso etílico le acabó pasando factura, física y mentalmente. Además, sufrió varios accidentes de coche y avión y bebía aún más para combatir las secuelas.  Viril, mujeriego  y fornicador compulsivo, no había cumplido 62 años y estaba cansado de vivir (al parecer con principio de Alzheimer) y aquejado de impotencia sexual. Se sentía un inútil y no quiso seguir viviendo más; ese verano, de madrugada,  se disparó en la boca con su escopeta. 


- Ian Fleming (1908-1964). El creador del archiconocido espía James Bond participó en la II Guerra Mundial  en las operaciones del Servicio de Inteligencia británico antes de dedicarse a escribir. Como buen inglés no desdeñó ni la ginebra ni el whisky, a razón de botella diaria, ya fuera en el Reino Unido o al borde del mar en sus propiedades de Jamaica.  Mujeriego y fumador empedernido, no tuvo tan buena salud como su personaje y una crisis cardíaca le llevaría a la tumba, con 56 años. 


- Malcolm Lowry (1909-1957). Uno de los más notables casos de fusión entre alcohol y literatura, pues su impresionante Bajo el volcán es tan confusa, extenuante  y onírica como una borrachera tremenda, y es imposible no ver a él en el protagonista del libro, el Cónsul. El inglés comenzó a beber con 14 años y viajó por varios continentes, siempre cerca de la botella. Reescribrió varias veces su obra maestra, ambientada en México, donde Lowry se dejó la vida en tequilas y mezcales. Llegó a decir que "con una mano escribo, con la otra me sostengo". Su adicción  llegó al nivel de ingerir colonia cuando no había otra cosa. Murió con 47 años tras una combinación letal de alcohol y barbitúricos. 


- Tennessee Williams (1911-1983). Estadounidense, nacido Thomas Lanier Williams en  Mississippi, pronto adoptaría el seudónimo de Tennessee por su acento sureño y el origen de su familia. Estamos ante un dramaturgo de notable éxito cuyas obras de teatro fueron adaptadas tanto para la gran como para la pequeña pantalla (películas como Un tranvía llamado deseo, La gata sobre el tejado de zinc o De repente el último verano). En lo personal fue alguien atormentado, primero por su homosexualidad imposible de reprimir (ya su padre, alcohólico, se burlaba de él llamándole Miss Nancy y luego por los reveses de la vida, como la lobotomización de su hermana esquizofrénica, a quien estaba muy unido.  Estos factores pudieron conducirle a la bebida, una constante en su vida, al igual que las drogas. Solo e infeliz, falleció con 71 años, atragantado con un tapón al mezclar fatalmente medicamentos y alcohol. 


- Dylan Thomas (1914-1953). Poeta y escritor de cuentos galés, en la línea de "británicos ilustres y bebedores". Su padre ya era alcohólico y él no iba a ser menos, ya desde los 17 años. Gran aficionado a la cerveza, bebía para combatir el tedio y  gustaba de pasar horas y horas en los pubs. El matrimonio no le serenó, y la noche siguió siendo su hábitat predilecto, para beber y alternar con otras mujeres. Con 30 años parecía que tenía 50. En Nueva York,   declaró eufórico antes de ser hospitalizado haberse tomado 18 whiskies, aunque la causa final de su  prematura muerte, seis días después, parece haber sido una neumonía.


- Carson Smith McCullers (1917-1967). Estadounidense del "viejo y profundo" Sur  (y descendiente de un héroe del ejército confederado en la guerra civil) en sus novelas plasmó la esencia y el drama de su tierra natal. Como dramática fue su vida, pues aunque fue una escritora de éxito desde joven, su matrimonio fue desgraciado  (él homosexual reprimido, ella con tendencias lésbicas) y etílico; juntos podían beberse dos botellas de coñac en una mañana. Tras el suicidio de su marido aún empeoraría la situación, pues McCullers, quien siempre fue de precaria salud, también intentó matarse y padeció cáncer; medio inválida,  murió sin dejar de mojar los labios en bourbon, a los 50 años, de una hemorragia cerebral.


- Charles Bukowski  (1920-1994).  Personalidad independendiente y polémica, representante del "realismo sucio" por su prosa minimalista y transgresora. Nació en Alemania de padre estadounidense y desde muy pequeño viviría en EEUU, en tiempos de la Gran Depresión. Su padre, un militar,  le maltrataba física y psicológicamente  y de su madre no recibió afecto por lo cual Bukowski encontró en el alcohol una forma de evadirse. Radicado en Los Ángeles, trabajó muchos años como un simple cartero mientras escribía y sobre todo bebía sin parar, ya fuera  cerveza, ginebra, vodka, vino o  whisky. Es icónica su imagen  escribiendo por la noche en una casa llena de botellas, latas y desperdicios mientras escucha música clásica. Su obra literaria es marcadamente autobiográfica.  Una vez en una entrevista en televisión vació de golpe un litro de vino; sólo dejó de beber los dos últimos años de su vida, para luchar contra la leucemia, la causa de su fallecimiento a los 73 años.


- Jack Kerouac (1922-1969). Estadounidense nacido en una familia  católica francocanadiense, símbolo de la "Generación Beat" que influiría en movimientos contraculturales como el hippie. Novelista y poeta, autor de la famosa  En el camino, se entregó desde muy joven al sexo libre con mujeres y hombres , para romper convencionalismos, y al consumo frecuente de alcohol y drogas (marihuana, anfetaminas). Durante varios días podía alimentarse sólo de whisky y cerveza, sin dormir nada. Sus últimos años fueron muy calamitosos y sórdidos  y,  destrozado por dentro, murió de cirrosis, a los 47. 


- Brendan Behan (1923-1964). Novelista, dramaturgo y poeta, nacido en una familia culta, obrera  y comprometida políticamente por la independencia de Irlanda. Escritor precoz, militó en su juventud en el IRA y luego retomó su carrera literaria, en inglés e irlandés. También fue bien pronto un cliente habitual de pubs, nada más abrían, y un consumado juerguista, siempre con cerveza negra  o whisky en la mano. Se definió como un "alcohólico con problemas de escritura". También frecuentó ebrio las televisiones, y se convirtió en una especie de bufón catódico, el simpático borrachín irlandés. Envejecido y obeso, falleció a causa de la diabetes. Según las fotos aparentaba 60 años, pero sólo tenía 41.


- Truman Capote (1924-1984). Conocido por  A sangre fría Desayuno con diamantes, el periodista y escritor norteamericano tuvo el valor (o la feliz ocurrencia)  de autodefinirse así: "Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio". Realmente fue alguien pesimista y autodestructivo que combinaba la bebida con el consumo de antidepresivos. Normalmente antes del almuerzo ya se había tomado varios cócteles, siendo un devoto del vodka con naranja. Con el hígado destrozado, murió en soledad por una sobredosis de medicamentos a los 59 años.  


- Gore Vidal (1925-2012). Reconocido escritor  estadounidense responsable de un buen número de novelas y ensayos, así como guiones de exitosas películas, como Ben-Hur (1959). Encarnizado rival de Truman Capote, fue homosexual como él  y mantuvo frecuentes relaciones con hombres, tanto con chaperos callejeros como con  personalidades (lo intentó con Tennessee Williams) e incluso importantes actores,  caso de Tyrone Power, Rock Hudson y Charles Laughton. Como Capote, también abusó del alcohol durante toda su vida, causándole innumerables problemas, tanto privados (pérdida de amigos, demencia) como públicos, dada su condición de famoso: es bien conocida su bronca con los Kennedy. Al parecer era un alcohólico violento y faltón, pero pese a que consumía a diario vino, vodka y whisky, no padecía resaca. Murió a los 86 años, de una neumonía. 


- Hunter S. Thompson (1937-2005). Periodista y escritor estadounidense fundamentalmente reconocido como creador del "periodismo gonzo", en el cual el contexto importa más que el texto y en el que el autor es como un actor más. Aparte de sus numerosos artículos, destacan dos novelas, Diario del ron y Miedo y asco en Las Vegas. Realmente S. Thompson, de infancia problemática y delictiva,  tuvo una vida más allá de los excesos, con una desordenada rutina que incluía ingentes cantidades de marihuana, cocaína y ácido, y litros y litros de alcohol, sobre todo ron y en menor medida whisky (lo menos perjudicial eran sus desayunos por la noche). Sin embargo, duró hasta los 67 años, cuando se quitó la vida voluntariamente de un disparo en la cabeza. 


- Stephen King (1947). Habitual del best-seller, es el autor de El resplandor, Carrie, La torre oscura It, entre otras. El estadounidense, pese a casarse y formar una familia,  fue durante bastante tiempo un bebedor compulsivo que combinaba con la cocaína y algunos medicamentos, hasta el punto de no recordar haber escrito partes de algunos de sus libros. Un poco como Swinburne, supo tomar el control de la situación y finales de los 80 abandonó el alcohol y las drogas. Actualmente es abstemio.



7 comentarios:

  1. ¡Muy, muy bueno! Me ha parecido muy interesante, porque había bastantes de los que no conocía su gusto por lo etílico. Los escritores malditistas... obvio que tenían que aparecer en la lista, XD! Me he acordado mucho de un profesor de la facultad que enseñaba Cultura Contemporánea, que siempre nos decía que para comprender de verdad a un bohemio teníamos que meternos un par de chupitos de absenta. Madre mía...

    Pero hay una cosa que me preocupa un poco. Si los grandes escritores de la historia fueron también los mayores bebedores... ¿qué voy a hacer yo, que quiero ser escritora pero soy abstemia? ¡Ay de mí!

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias Laura!! Me alegro que te guste ^^. La verdad que para beber absenta hay que estar muy loco, jaja.

    Y bueno, tú puedes ser uno de los mejores casos de escritora sana y serena...y al menos, cuando recojas el Nobel y digas tu discurso, no irás borracha como Faulkner XD.

    ResponderEliminar
  3. -¿Y tú para que bebes? -Para olvidar -¿Para olvidar que? -Ya no me acuerdo

    ResponderEliminar
  4. -He dejado el alcohol -¿Si?¡Cuanto me alegro!¡Por fin! -Si, lo he dejado en la mesa de la sala

    ResponderEliminar
  5. Creo que era Groucho Marx el que decía que bebía "para hacer a los demás más interesantes"

    ResponderEliminar
  6. -¿Y tú para que bebes? -Para olvidar -¿Para olvidar que? -Que soy un borracho

    ResponderEliminar
  7. Luis Manteiga Pousa25 de febrero de 2023, 2:22

    Ya en serio. Hay una cierta tendencia a mitificar el consumo de drogas y alcohol, incluso el suicidio, por parte de los escritores, de los artistas en general. No estoy de acuerdo. No hay que alabar ni criticar. Sólo analizar.

    ResponderEliminar