16.5.11

Triste mayo...

Un mes después, más tiempo del estimado, regreso. Tristemente. Vaya días...

Sabíamos que iba a ser la última Semana Santa. Pero no por más esperado es menos doloroso. No por inevitable es menos dramático.

Tras cinco meses de incertidumbre, los peores augurios se cumplieron. El momento final llegó. Se fue, quién sabe a dónde. A un lugar mejor, sin duda. Ella se lo merecía.

Por cómo era. Y por la vida que había llevado, como muchos españoles de su edad. Nacida en los miserables años veinte españoles, padeció la Guerra Civil y los años de hierro de la posguerra en Almería. Luego, en pos de una vida mejor, recién casada saltó el Mediterráneo, destino Tánger, Marruecos, en los primeros años cincuenta, cuando la ciudad era aún zona internacional (Francia, Gran Bretaña, Italia,entre otros países. Además de judíos. Desde 1925 creo) próspera y atrayente, y España aún no había despegado. Años duros. Una nueva vida. Una América, pero más cerca.

Allí nace mi madre. Al comienzo de los años sesenta la familia regresa a la tierra, a Almería, mejor que antes. Pero nunca fue una vida fácil. Desde luego. Larga y complicada, aunque también con felicidad. Pero no es éste el lugar ni el modo, de todas formas.

Sólo diré que el 5 de mayo se marchó una persona con la que tenía un gran vínculo, más grande de lo que parece. Muy querida y muy importante en mi vida, desde luego. De las más. Y a quien le debo muchísimo. No sé en otras familias, pero en la mía, digamos que la parte materna resulta más crucial, por así decirlo, que la parte paterna. Cuando he ido, hemos ido a la playa en Almería, ha sido a la casa de los padres de mi madre. O a la otra casa, más céntrica, en Navidad o Semana Santa. O los días en Lanjarón. Y siempre el peso, en esto y en otros muchos asuntos, lo han llevado mis abuelos maternos. No es crítica alguna, es sólo un hecho.

En fin. Me cuesta mucho escribir sobre este tema. Siento las carencias al expresarme. No me salen las letras. Por esta vez tengo mejores frases y sentimientos dentro de mí. Mejor así, creo. Pero dispongo de varias, muchas imágenes imborrables. Las primeras tardes y noches de mi vida con ella, borrosas. Los baños y las tardes en la playa. Ir a por agua buena en Lanjarón. Hacerle mandaos, con todo el gusto del mundo (yo era el nieto de los recados, por así decirlo). Cuando le daba por reír de forma estruendosa e incontenible. Los días de feria. Sus insuperables platos y comilonas...Todo eso forma ya parte del imaginario, de los recuerdos. De la mitología del corazón. Ahora mismo no me imagino otro verano posible. Ni tampoco es lo mismo bajar a Almería con esta ausencia.

Desde luego no se merecía irse (nadie se lo merece) por medio de uno de los modos más dolorosos que existen. Aún así, nos ha quedado el consuelo de la celeridad y relativamente poco sufrimiento de los últimos días. Siempre hay un hueco para la luz en la oscuridad.

Y que se merecía descansar, por fin.

Allá donde estés...

Siempre con nosotros,
abuela.

Tmtqs.



"Nuestras vidas son los ríos, que van a dar a la mar..."

2 comentarios:

  1. La muerte no llega con la vejez, sino con el olvido,, y larga vida tendrá en tu memoria, Escamillo.

    Pese a todo, ánimo, que están tus amigos y tu par de cojones.

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  2. Con esta entrada has conseguido despertarme sentimientos que tenía enterrados. En muchas cosas de las que cuentas me siento muy identificada.
    Nadie podrá robarte los sentimientos ni los recuerdos. Esos no desaparecen nunca.

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