13.12.11

Los refugios de la memoria


Nunca conviene olvidar ciertas cosas. Ni para lo bueno, ni para lo malo. Lo he dicho unas cuantas veces, me temo, pero lo vuelvo a repetir. Y siempre es bueno empaparse de realidad, pasado y memoria.

Ya los había visitado, hace unos tres años, con mi familia, pero hoy volví a ellos, con M., esta misma mañana. Hablo de los refugios subterráneos de Almería. Refugios cuya construcción vino motivada, evidentemente y como en tantos otros lugares de España, por la guerra civil (incivil). Pero no en todos los sitios se han conservado, y menos tan excelentemente como en mi ciudad, donde prácticamente no se ha precisado de labores masivas de restauración, si acaso, de habilitación para visita turística. Algo tenemos, siendo un páramo como seguimos siendo en tantas cosas, releche. Y se ha hecho con una buena dosis de perfección, aunque, desde luego, como estamos en Almería, no consta de la publicidad y el alcance que le facilitaría siendo granadinos o sevillanos. Desde luego constituyen uno de los refugios antiaéreos conservados más importantes de Europa y testimonio pétreo de la maldad de la humanidad.

Ya hablé de nuestra vergonzosa Guerra Civil en verano, por lo que me concentraré en Almería en concreto; en 1936 era una ciudad poco importante pero tampoco insignificante: con unos 45.000 habitantes, había conocido hasta los años 20 una época de cierto auge motivada por las importantes minas de hierro y el cultivo de la uva dedicada a la exportación. Con todo, cuando estalló la guerra no pasaba de ser un pequeño puerto en el sureste español, sin ningún arsenal, flota de guerra o importancia estratégica excesiva. Pero para su desgracia, Almería y esa zona circundante de España quedó en poder de la República más tiempo que ninguna otra; de hecho Almería fue una de las últimas ciudades en capitular, por lo que el ejército franquista y sus aliados alemanes intentaron una y otra vez caer sobre ella. Desde luego los nazis y los aviadores franquistas demostraron sobradamente su categoría humana, primero en la masacre de la carretera de Málaga a Almería, jugando macabramente con la población como si fuera tiro al pato, lanzando proyectiles desde los cruceros. Y posteriormente en el bombardeo de la ciudad de Almería, una ciudad totalmente indefensa e inofensiva, cuya única importancia radicaba en unos depósitos de petróleo en el puerto.

Así pues, cruceros españoles como el Canarias o el Almirante Cervera procedieron con la maldad de lanzar proyectiles contra la población, desde finales de 1936. La total indefensión de la ciudad llevó a los dirigentes a idear una solución, la cual no fue otra sino la construcción de los refugios, empresa diseñada y dirigida por el gran Guillermo Langle (1895-1981), arquitecto oficial de Almería desde 1925 a 1965 y a quien los almerienses deben tantas construcciones. Langle ideó toda una red de túneles por toda la ciudad, con unas 100 entradas, y con capacidad para acoger a toda la población. Almería era todavía ese "cubo de cal al pie de una montaña gris", pero 45.000 personas es número, vamos. La gente que no pudo refugiarse en cuevas o volverse al pueblo hubo de quedarse en la ciudad. Langle tuvo una iniciativa genial, y sus entramados son perfectos, con conductos de ventilación y disimuladas entradas y salidas, además de los resistentes contrafuertes. Pero el acertadísimo diseño había de ponerse en práctica, y desde luego los verdaderos héroes fueron los ciudadanos, dedicados en pleno a la construcción precipitada de los refugios, a pico y pala sobre la roca viva que baja de la sierra inundando buena parte de la ciudad. Verdaderamente se terminaron en un año escaso, por lo cual los almerienses ya pudieron refugiarse a duro techo cubierto cuando las temidas sirenas sonaban. Era entonces cuando el bombardeo comenzaba con puntualidad casi británica, reinando el pánico entre la gente y proliferándose las avalanchas humanas, los arrollamientos y el miedo, puro e infinito. Todo lo que se escriba, y menos aún escrito por alguien de 1985, es nulo e insuficiente para describir todo lo vivido por aquellas gentes, tanto los supervivientes como los fallecidos. Esa incivil guerra civil queda mucho mejor narrada por ancianos, como cuando mi abuelo recordaba cómo perdió a su hermana en una avalancha de gente en un bombardeo o hacía colas eternas, como mi abuela, de noches de duración, para conseguir comida. Colas interminables, no para un concierto o para comprarse el último i-phone, sino para comer. Ahí es nada.

Los refugios cumplieron eficazmente su función. Casi siempre. La organización no siempre era la mejor, o en ocasiones los bombardeos fueron imprevistos y sin previo aviso, como el famoso alemán un 31 de mayo de 1937. Los daños, en costes humanos , afortunadamente no fueron realmente altos, pero sí materiales; buena parte de la ciudad quedó arrasada, y con ella, trastocada la vida cotidiana, cultural y popular de la misma. Las cosas preciosas de la guerra. Prácticamente hasta abril de 1939 no llegaría el ejército sublevado a controlar la ciudad. Comenzaba la dura posguerra, con los años de hierro de los 40. Langle reutilizó buena parte de las entradas y salidas de los refugios para edificar quioscos, algunos de los cuales se siguen conservando. Como se conserva buena parte de la red subterránea, si bien la visitable consta sólo de poco más de 1 kilómetro.

Y a esos refugios volví hoy, con mi luz esta vez. Volví a ver el vídeo introductorio con testimonios de ancianos, fotos y sonidos de la época. Una muy digna entrada en materia, además nada tendenciosa, algo loable en estos tiempos radicalizados y más si hablamos de nuestra vergonzosa contienda. Tras el vídeo, suenan las sirenas, casi como macabro homenaje a aquella gente que perdió la vida en esos 3 años, y se comienza el descenso al inframundo. Más o menos entre 9 y 16 metros bajo tierra, los conductos son realmente estrechos, pero cuentan con bancos y poyetes para los refugiados. Las paredes y muros prácticamente han sido dejados como estaban, y se nota. Parecen desprender todavía esa vibración y ese polvillo consecuencia de los zurriagazos de los aviones y barcos. Casi podrías escuchar los murmullos, conversaciones y gritos de los paisanos de hace 70 años, si no fuera por las explicaciones de la mujer-guía. Además contamos con las comodidades del aire acondicionado y suelo firme: en su momento, los refugiados andaban sobre tierra contante y sonante, desde luego para facilitar el desparrame e higiene en caso de aguas menores o mayores, que las hubo. Y además tenemos luz eléctrica moderna; durante la guerra, contaban con lamparitas conectadas con cables a la superficie, las cuales no siempre cumplían su función; era muy normal vivir un bombardeo a oscuras completamente. El lugar resulta impresionante y deprimente a la vez. Duro, trágico y esperanzador, todo en buenas dosis. Me volví a enterar por qué parte de la ciudad o qué lado del Paseo de Almería iba, volví a acordarme de la existencia de refugios particulares conectados con las casas particulares , y volví a sobrecogerme al contemplar el tétrico quirófano, con instrumental, compartimentos para literas y paredes y suelo de la época. Y los lavabos, único lugar del entramado con agua corriente, la cual estaba obviamente destinada a los enfermos o heridos. Muy agradable todo. No miento si afirmo cuando me estremecí en varios tramos de los pasillos, pensando. Recordando. Imaginando...

El ascenso final por el bajo techo del pasillo y las estrechas escaleras se hace penoso, pero es liberador. Vuelves a ver la luz del sol y a respirar aire más natural, pero hay sutiles diferencias entre 2011 y 1937 o 1938: cuando sales a la calle, el cielo es azul y limpio, no gris-negro y humeante. El suelo es estable, y los edificios siguen en su lugar. No hay cuerpos ni despojos humanos en las plazas y calles, y ... tu casa sigue en su sitio y contiene los mismos seres queridos, intacto todo y todos.

5 comentarios:

  1. Hola, soy nueva por aquí. Me había reservado el comentario para mañana pero veo que has escrito una nueva entrada.

    Conozco a un chico almeriense, de Líjar, y me ha contado maravillas de Almería y de su pueblo. La magia andaluza que dicen. Pero de estos subterráneos no tenía ni idea, gracias por tu 'reportaje'. Lo que sí me contó fue sobre la invasión de los ¿franceses? a Líjar, toda una anécdota, ¿conoces la historia?

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  2. Hola! Muchas gracias por seguirme, jeje. Tu blog es estupendo.

    Sí, Almería merece mucho la pena, qué te voy a contar yo...pero el pueblo de tu amigo me pilla un poco lejos, está al otro lado de la Sierra de los Filabres, zona que conozco poco o nada. Lo que dices de los franceses no tenía ni idea, la verdad, aunque en wikipedia y otros sitios viene. Es una historia bastante curiosa, desde luego, ¡gracias por decírmelo!

    ¡¡Saludos!!

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  3. Sorpresa de toparme con tu blog. La Historia me interesa como fuente de conocimiento y de ética. No solo como información o entretenimiento. Me pasearé con calma por tus yextos. Por ahora me gustaría que vieras este post:

    http://joachimmalikverlag.blogspot.com/2011/12/refugi-307.html

    Casualidades.

    Saludo cordial.

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  4. Interesantes palabras. Sí, desde luego la historia pocas veces es fecunda en ética, aunque hay excepciones. Como muy interesante es tu blog. Espero tener tiempo para verlo a fondo. Casualidades, sí.

    Muchas gracias por seguirme, hombre. Un saludo

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  5. Hola, al leer tu post, me acuerdo de mi abuela, que estuvo en la guerra civil española (nosotros vivimos en argentina) y ella me contaba lo de los refugios, y como se sentia la sirena para bajar a ellos... bueno gracias por compartir la info

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