13.11.10

Barry Lyndon


"Barry Lyndon es como ir al museo del Prado sin haber comido" (Steven Spielberg)



El otro día pusieron, ya muy tarde, Barry Lyndon en esa nueva cadena por obra y gracia de la TDT que es La Sexta 3 (y en la que por cierto ponen buenas series y películas). Me gustaría haberla visto, por enésima vez, pero las horas eran ya de agradable cama. La habré visto unas cinco veces en dos años y medio y eso que dura 183 minutillos. Es lo que tienen las películas favoritas.

Barry Lyndon (1975) es la décima del gran Stanley Kubrick, entre La Naranja Mecánica y El resplandor. Responde al frustrado intento del director de rodar algo relacionado con Napoleón. Está basada en la novela de William Makepeace Thackeray La suerte de Barry Lyndon. Romance del siglo pasado (he de decir que es uno de esos extraños casos en que el libro es inferior a la peli), y trata sobre un advenedizo irlandés, una especie de pícaro del XVIII que intenta medrar y sacar siempre la mayor ventaja como sea. El retrato que se hace en la película es más positivo que el del libro, desde luego.


(Advertencia: spoilers a saco)

Redmond Barry vive en Irlanda, privado pronto de su padre, con su madre y bajo la influencia y protección de su tío. Enamorado por primera vez de su prima Nora, el cortejo que de ésta realiza un capitán inglés, John Quin, motiva el enfado del muchacho y tras varios desplantes, se enfrentan en duelo a pistola. La muerte de Quin provoca que Redmond tenga que dejar su casa y huir a Dublín. Por el camino empieza a darse cuenta de lo que es la vida, como cuando unos asaltadores de caminos lo desnudan prácticamente, o cuando se enrola en el ejército británico y experimenta la existencia militar. En el campamento se entera, por el capitán Crogan (que actuó de testigo en su duelo) que la muerte de Quin fue un engaño para que Barry dejara de incordiar y se pudiese celebrar la boda entre Nora y el inglés. Amaño perpetrado por la familia de la prima ya que el capitán Quin iba a aportar una cuantiosa renta. Dado que eran tiempos de guerra, pronto deja la isla en dirección Europa para participar en el conflicto de los Siete Años entre 1756 y 1763. Allí puede ver en primer plano las miserias de la guerra. Muerto Crogan y hastiado de la vida en el ejército, surge la posibilidad de desertar y se hace pasar por otra persona, hasta que topa con el Capitán Potzdorf, prusiano, quien se da cuenta del embuste y le hace elegir entre la horca o el alistamiento en su ejército. Barry opta por lo segundo y allí convive con gentes de la peor calaña, continuando con su formación. Acabada la guerra, Potzdorf, encantado con su pupilo, le introduce en la Policía Secreta de Berlín. Su primer trabajo es seguir a un conocido libertino jugador del que se sospecha que es espía, el Chevalier du Balibari, irlandés como él (en el libro es su tío). Redmond , conmovido al ver a un compatriota, confiesa desde el principio su cometido, por lo que se acoge a él y pasa a la policía información de escasa importancia. Cuando las circunstancias le son propicias, ambos abandonan Prusia y recorren las decadentes cortes de toda Europa ganándose la vida como expertos jugadores de cartas. En Bélgica, Redmond, al que ya le rondaba por la cabeza la idea de casarse, (pero casarse, más que por amor, por medro y por dinero) conoce a Lady Lyndon, una riquísima dama casada con un decrépito noble a punto de entregar la cuchara. El cortejo es rápido y al poco de fallecer el Lord, Redmond se casa con Lady Lyndon, llamándose de ahora en adelante Barry Lyndon y alcanzando el punto máximo de la prosperidad, pasando de vivir en el campo o a ir de ciudad en ciudad, a residir en su propio palacio. Enseguida se dará a la buena vida y a las infidelidades, que su melancólica esposa soportará. Otra cosa son los problemas que tendrá Barry con el hijo de Lady Lyndon, Lord Bullingdon, que nunca consentirá al irlandés y que provocará un conflicto que alejará a Barry de su objetivo de obtener un título, ya que sus amigos le dejarán a un lado. O la trágica muerte del hijo del nuevo matrimonio, Brian, en un desgraciado accidente de caballo, que sumirá al protagonista en un infierno de alcoholismo y en la certeza de que no llegará a nada, ya que ni tiene título ni heredero, y que quien recibirá la fortuna será Bullingdon. Efectivamente eso pasa, y tras un último duelo entre éste y un cincuentón Barry (pese a que Barry le perdona la vida cuando puede matarlo), el protagonista pierde la pierna y es expulsado del lado de Lady Lyndon por Bullingdon y su camarilla, volviendo como estaba al principio: con su madre.






Ya desde los títulos de crédito, desde el comienzo, sabes que te encuentras ante una película peculiar, diferente, de las que ya no se hacen. Especial. Cuando suena la Sarabande de Haëndel y aparecen los nombres de los actores, el título y un párrafo introductorio, y ves la primera imagen: una escena de duelo, en el campo, desde lejos. Una obra pictórica. Kubrick contó con tecnología de la NASA (cámaras que se usaron cuando se llegó a la Luna, y que ya se vieron en 2001: Una Odisea del Espacio) en sus cámaras, provistas de unas poderosas lentes que permitían enormes zooms - de atrás hacia adelante, o viceversa, comenzando en un detalle de la ropa y culminando cuarenta metros después, lentamente, por ejemplo, como en los momentos anteriores al duelo final entre Barry y Bullingdon- transiciones (travellings, que dicen los expertos) o poder rodar con luz natural. Ésa es una de las grandes virtudes de la película, ya que es de las más naturales que se han rodado nunca; en las escenas de exteriores, bastaba con la luz del sol, y en las interiores, si era de noche, con velas, lo que le da a las imágenes de Barry Lyndon una belleza inimitable, (la fotografía se llevó el Oscar) con unos claroscuros y unas vistas teatrales, y en la mayoría de ocasiones parezca que estamos ante un cuadro en el museo, o en la escena misma, en su tiempo, tocando el siglo XVIII.
Por no hablar del vestuario, por supuesto, lujoso, cuidado y variado, que también se llevó el Oscar. O la ambientación, en palacios de época y hermosos paisajes naturales de Alemania o Irlanda (se rodó hacia 1973, cuando el conflicto del IRA aún estaba latente, por lo que las escenas de militares británicos tocando The British Grenadiers fueron bastante conflictivas y los terroristas llegaron a amenazar a Kubrick y a su familia), ya fueran bosques, landas o prados.
El guión es igualmente destacable, si bien no abundan los diálogos precisamente. En buena parte de las escenas basta con gestos, miradas, lentos movimientos y, si se tercia, alguna frase, todo ello aderezado, claro está, con la música y los maravillosos escenarios. Como se ha dicho por ahí en ocasiones parece una película de cine mudo. El narrador además, es en tercera persona, no como el libro que es contado como unas memorias siendo el mismo Barry quien las cuenta.

Otra cosa son las interpretaciones. De Barry hace Ryan O´Neal, estadounidense, ídolo juvenil en su tiempo y que en bastantes ocasiones luce inexpresivo (encima en España lo doblaron con poca gracia. Supongo que en versión original debe ganar bastante). Fue impuesto por la productora y Kubrick prefería a Robert Redford. El Barry del libro es mucho más cínico, canalla y pícaro. En la película es más inocente y frágil. Eso no impide que vaya cambiando, y si al principio era un joven enamorado y decidido por la fidelidad, luego se transforma en un mujeriego infiel e interesado. Con todo, con su mirada puede decirlo a veces todo, ya sea alegría, tristeza o ira, y ves cómo se va agriando su mirada con el paso de los años y perdiendo la inocencia. En el fondo te compadeces un poco de él, ya que no deja de ser un desarrapado, huérfano muy pronto y que no deja de buscar la figura paterna: su tío, Crogan, Balibari...y que encima pierde a su único hijo muy pronto. La escena del lecho de muerte, suplicando a sus padres que se quieran y no se peleen, tras haber escuchado por última vez la historia que le contaba Barry, es impagable.
Marisa Berenson interpreta a Lady Lyndon. El personaje es silencioso, melancólico, triste, estoico. Baste recordar la escena en la que Barry le echa el humo de la pipa cuando le dice, en el coche, que no fume, o cuando está sola en la bañera. Es una mujer a la que quieren por su dinero los hombres, y que únicamente cuenta con el apoyo del reverendo y de su hijo (de ella) el vizconde Bullingdon, especialmente de éste. El hijo es un personaje envidioso, pero también humillado y que buscaba el bien de su madre. Su único propósito será el fin de Barry. Luego tenemos toda una galería de secundarios, como Balibari, Potzdorf, Quin, Crogan,Bullingdon, Runt, la madre de Barry, etc...bien interpretados. Claro que, sabiendo como era el tiránico Kubrick, cualquiera iba a actuar mal.

La música es el otro gran punto fuerte de la película. Kubrick tampoco se iba a descuidar en un aspecto que le gustaba supervisar. La banda sonora consiste en una serie de composiciones, del siglo XVIII en su mayoría, de Bach, Mozart, Vivaldi, Federico de Prusia...adaptadas por Leonard Rosenman quien se llevó el Oscar. Si ya de por sí la imagen no fuera suficiente, aportan más emoción y tragedia todavía. Destacan tres melodías:
-Women of Ireland: muy conocida, es una preciosa canción popular irlandesa interpretada por The Chieftains. Nos introduce en la historias de amor de Barry antes del matrimonio, como con su prima Nora o la campesina alemana en la guerra. A mí me encanta, desde luego.
-Piano Trio, de Schubert. Es una triste y bucólica composición para piano, muy hermosa también. Tiene relación con Lady Lyndon y pega totalmente. Es la que se escucha en la preciosa escena de enamoramiento entre la pareja, primero a la luz de las velas y luego en la terraza, y en la que no hace falta decir ninguna palabra entre ambos.
-Sarabande, de Haëndel, muy conocida también. Podría decirse que es el tema principal de la película. Sus bombos y cuerdas nos introducen en ella, y la escuchamos en los momentos que marcan la vida de Barry, como el duelo del principio, con Quin en Irlanda y el del final, con Bullingdon en un establo (en ambas la atmósfera de tensión es muy palpable, sobre todo en el segundo, memorable) o en la muerte de Brian, primero tenuemente y luego como un estruendo en el funeral. Ése es para mí el momentazo de la película: el funeral de Brian. Un carrito tirado por ovejas (que minutos antes salía en su cumpleaños) contiene su féretro, seguido por el cortejo fúnebre, todos vestidos de negro,y el reverendo ora, mientras suena la Sarabande a más no poder. Impresiona, la verdad. Ese tipo de escenas ya no se hacen.

Pese a todo, la película fue un inesperado fracaso de taquilla (el público de blockbuster no suele decantarse por visionados lentos y/o peculiares) y de parte de la crítica por lo que injustamente una de las obras menos valoradas del director.


La azarosa y triste vida de un Don Nadie en la decadente Europa del XVIII. Un frustrado ascenso social provisto de una crítica a esa sociedad. Pese a que es muy larga y eso echa para atrás a mucha gente, (¡las mejores películas son largas!) y el doblaje deja un poco que desear, una de mis películas favoritas. Deberíais verla si no la habéis visto.
Un 10.

"Fue durante el reinado de Jorge III que los personajes mencionados vivieron y lucharon. Buenos o malos, hermosos o feos, ricos o pobres, todos son ahora iguales".

1 comentario:

  1. Se podrán decir muchas cosas de ésta película, que es incluso mi preferida luego de Dr. Strangelove (en lo que a Kubrick respecta), pero lo que a mí me atrajo poderosamente luego de la inocencia inicial de Barry, fue justamente lo que ya apuntaste, ése estoicismo de Lady Lyndon (que incluso me recordó a un familiar cercano). Nada como ése rostro que pocas veces sonríe, y pocas veces llora. ¿Has visto alguna otra película con la misma actriz? Por mi parte estoy casi seguro que no, y ya es lamentable...

    ResponderEliminar