7.10.15

Veinte y seis horas en la ciudad de los caballeros


 Si uno deja atrás Madrid y se dirige hacia el oeste, dejando a la derecha la impresionante mole de El Escorial y cruza la sierra de Guadarrama, aparece en esa inmensa y desolada estepa alta llamada Submeseta Norte. La antigua Castilla en toda su magnificiencia.

No demasiado lejos de las montañas, el viajero se topa, incrustada entre las rocas, con Ávila.

"Ávila de los Leales, "Ávila del Rey", "Ávila de los Caballeros" (su denominación oficial hasta 1877 fue ésta última), la insigne ciudad de Ávila, recibe al viajero en la soledad mesetaria bien protegida por sus extraordinarias y universales murallas. Una breve vista basta para comprender al momento el carácter y la historia de sus habitantes y de los castellanos en general. 

Dura, austera, recogida, fría...son los recurrentes adjetivos que se usan para hablar de ella. Aun a riesgo de parecer poco original, sin duda se ajustan como un guante a ella. Y no son negativos; para nada. Simplemente es la pura verdad, y lo que la hace única. 

Situada a unos respetables 1.134 metros de altura (la capital de provincia más elevada de España) lo primero que llama la atención es el aire, lógicamente más fresco que el de la costa o la llanura, pero también más puro. Sin duda, el frío, no por esperado deja de sorprender, pues estamos a  comienzos del otoño y cuando el viajero aún lleva el verano en la piel; pero de golpe se siente casi como en un invierno mediterráneo; entonces se pregunta a qué niveles de helada puede llegar un enero abulense, y lo difícil que debe haber sido la vida  desde tiempos prerromanos.  Después, una vez ha alcanzado algún punto elevado, percibe lo vacío, lo desangelado del paisaje. A él,  un hijo del sureste acostumbrado a las feraces huertas, a las alquerías,  a las pedanías  y a las naves industriales que rodean a las ciudades y a los pueblos de cierta importancia, le parece impresionante que, más allá de Ávila, de la ciudad vieja y de la nueva, no haya nada. Páramos, algún pequeño bosque, como mucho una casa grande, el surco de un río. Pero todo es ocre, indiferente, rotundo, sin demasiadas florituras. Como es esta vetusta y pequeña capital; pequeña, verdaderamente, pues, para hacerse una idea, sus 58.900 habitantes la sitúan no sólo a notable distancia de importantes ciudades más o menos antiguas y carentes de capitalidad, como Vigo (295.000), Elche (228.600) o Cartagena (216.400); también queda por debajo de notorios "pueblos grandes" como El Ejido (85.000) , Orihuela (83.000), Gandía (76.500) o Linares (60.300). Peculiaridades de España y de su historia y su evolución.  


Cuando se franquea alguna de las monumentales puertas de acceso a la muralla, algunas transitadas por automóviles,  se entra en el recoleto y delicioso casco histórico, bastante cuidado y de limpias calles, muchas peatonales.  "Azorín" dijo que Ávila era la ciudad  "más siglo XVI de España", y no le faltaba razón al ilustre alicantino. Pavimento empedrado, casas y palacetes del Quinientos, iglesias, conventos y ermitas aquí y allá, todo dominado por el denso caparazón de las murallas y sus casi 90 torres. Ciertamente, si no fuera por los letreros luminosos y el molesto ruido de los coches, el viajero podría imaginarse el tintineo de unos aceros esperándole en la siguiente esquina, o sorprenderse con algún hidalgo, pobre y orgulloso, con el coleto lleno de migas para hacer creer a la gente que come bien, como el amo de Lázaro.

O toparse incluso con algún monarca. La ciudad entró en decadencia conforme fue finalizando la Edad Moderna, pero durante toda la Edad Media, cuando en Ávila se escuchaban palabras como "mesnadas", "juros", "almogavarías" o "razias", la villa tenía una trascendencia pareja a la de Castilla, y era una plaza destacable para los reyes, que solían recurrir a ella en momentos difíciles (de ahí lo de "los Leales", "los Caballeros", "del Rey"). Además por su importancia era una ciudad de obligada visita para los monarcas, tanto en el Medievo como buena parte de la Edad Moderna.  No es raro encontrarse una placa en tal iglesia acerca de la primera misa de Felipe II como rey en Ávila, u otra en una casona aprovechada por Carlos V,  y etcétera. 

Como también es fácil toparse con motivos, recuadros  y recuerdos de Teresa de Jesús, Santa Teresa (1515-1582), no sólo por el 500 aniversario de su nacimiento (algo en lo cual se ha volcado la ciudad), sino porque su huella es reconocible en Ávila, dada la cantidad de conventos e instituciones que fundó la abulense más ilustre de todas, por encima de otros célebres hijos de la villa como "El Tostado" o  Sancho Dávila, el Rayo de la Guerra. 

Con el Siglo de las Luces entró Ávila en progresiva decandencia y ensimismamiento, como Castilla en sí. Pero esta ciudad posiblemente más que otras, pues resulta difícil encontrar vestigios y construcciones del 1700 en adelante. Levemente se planteó en el muy práctico XIX , que tantas murallas europeas se llevó por delante, derribar sus antiguas fortificaciones de base romana,  pero por suerte para la humanidad, ahí siguen, y ciertamente decir "son impresionantes" es poco. La decadencia que trajo el paso del tiempo a la villa no afectó a su recinto defensivo. Sólo se da cuenta de su magnitud y rotundidad amarillenta quien se acerca por fin a ellas y tiene la suerte de subir las empinadas escaleras y recorrer casi tres kilómetros por las alturas, sintiéndose un abulense de otros tiempos, espada en la mano o el cinto y ojo avizor al horizonte, mientras siente el frío estepario y grandioso en el rostro. 

Evidentemente, no todo son murallas en la "ciudad de las murallas", valga la redundancia. Eficazmente adosada a ellas se encuentra la oscura mole de la catedral, entre románica y gótica, uno de esos edificios que resultan ser más grandes por dentro que lo que uno cree por fuera. El sobrio y maravilloso interior le transporta al viajero a tiempos de antiguas misas, coronaciones y rezos por el triunfo en la batalla. También puede encontrarse fastuosos altares  y sepulcros platerescos, entre otras obras de arte, y en el claustro,  las lápidas de dos personalidades verdaderamente ilustres enterradas allí, y a quienes el viajero presenta sus respetos: don Claudio Sánchez Albornoz, intelectual con todas las letras, maestro de historiadores y político republicano, y don Adolfo Suárez, presidente del Gobierno y uno de los artífices de la Transición a la democracia (1975-1982). Una vez fuera de la catedral, pueden vislumbrarse y  visitarse un buen número de iglesias, monasterios y conventos, en un número bastante alto y sorprendente para una ciudad pequeña, cuyos campanarios resaltan aquí y allá; no en vano Ávila siempre ha sido "ciudad de cantos y de santos".  

Si uno consigue librarse de las tentaciones del chuletón, de las yemas de las monjas o del habitual merchandising turístico (más importante para Ávila que otras ciudades menos aisladas y más visitadas), y se adentra por los vericuetos del casco medieval-moderno, se sentirá en verdadera paz y alcanzará una tranquilidad que sólo se consigue al transitar por ciertos pueblos. Y es que Ávila, para ser una capital de provincia, es en ciertos rincones de solitarias calles como un pueblo; y esto no es una crítica o una burla, justo lo contrario: es un elogio.

Tras superar otra de las grandes puertas, esta vez en dirección extramuros, el incansable viajero cruzó la escueta vega del río Adaja y se acercó, obstinado, hasta Los Cuatro Postes. Es éste un antiguo humilladero con posible origen de culto celta o romano, que en época cristiana continuó siendo lugar de oraciones; así,  fue frecuentado por Santa Teresa. Construido sobre unos dificultosos peñascos, las cuatro columnas dóricas con sus arquitrabes formando un cuadrado sin techo rodean una gran cruz de granito. Desde el promontorio se obtiene una magnífica vista de la ciudad, compacta y bucólica en lontananza. Una vez se ha largado el autocar de los japoneses, el viajero contempla tranquilo y ensimismado el panorama. Pese a lo austero y desolado del paraje, o tal vez por ello, Los Cuatro Postes tienen un extraño poder de atracción, una magia algo oscura indescriptible y maravillosa. 


"Yo nací en Ávila, la vieja ciudad de las murallas, y creo que el silencio y el recogimiento casi místico de esta ciudad se me metieron en el alma nada más nacer".

 Así comienza Miguel Delibes La sombra del ciprés es alargada. Certero estuvo el gran escritor de Valladolid. El viajero no ha nacido en Ávila y, por contra, abrió los ojos muy al sur. Siempre se ha sentido muy almeriense y posteriormente, Murcia dividió su corazón, como bien sabe todo el que lo conoce. Pero también tiene desde hace bastante tiempo una querencia, una admiración, un gusto,  por Castilla y por todo lo castellano, por lo que en cierto modo se considera heredero de "Azorín", ese levantino mesetario.  No sabe si llega a tener el alma castellana, pero para él Ávila sin duda representa, con mayor rotundidad y dureza que otras, esta esencia, tan triste,  solemne y evocadora a la vez. ¡Si hasta las campanas suenan distintas a las del Sur o el Levante!

Llega el momento de partir y presuroso y nervioso como mediterráneo, aunque obligado por el horario,  debe marcharse por el camino de hierro en dirección a la bulliciosa Madrid. Ha sido una estancia breve pero intensa, y desea regresar pronto y volver a sentir esa atracción de difícil explicación por la helada estepa, por la piedra de larga memoria, por los páramos desolados, por los horizontes interminables. 


Allí, entre las frías y desnudas  rocas se quedan sus calles vacías, sus rotundas murallas, su bella catedral y  sus enigmáticos Cuatro Postes. Allí,  permanece todo azotado por la ventisca castellana. Así pasen quince siglos más. En la vetusta Ávila, en Ávila de los Caballeros, en la austera ciudad de los leales, el tiempo se ha detenido. Y no sólo eso. Transcurre más despacio. 


1.10.15

13 villanos de película




¿Qué tendrá la maldad que tanto atrae? ¿Por qué, aunque despreciemos a un ser diabólico, no dejamos de comprenderle/admirarle/envidiarle? No hablo de los políticos, de ciertos periodistas o del vecino del quinto. Me estoy refiriendo, por supuesto,  a los malos , desde el principio de los tiempos, tanto en la literatura como en el cine. Pero hoy nos centraremos en los del segundo. 

¿Y por qué nos gustan? Acaso sea porque en el fondo expresa lo que sentimos en ocasiones o lo que, dado nuestro reverso tenebroso, alguna vez quisimos ser. O porque simplemente el bueno nos parece tan perfecto, intachable e insípido como una cerveza sin alcohol, y buscamos emociones fuertes. Una por encima de los 7 grados. Porque somos malos. Somos humanos. 

No deja de ser curioso, además, que nos inclinemos por el lado del mal, cuando sabemos con toda certeza que, en la mayoría de ocasiones,  el protagonista/héroe se acabará imponiendo sobre el villano, pues el destino de éste es ser derrotado: el bien siempre debe triunfar.

Así, hoy traigo mis 13 (¿Por qué 13? ¿Y por qué no?)  villanos de cine predilectos, 12+1 apóstoles del mal.  Los que más me marcaron;  los que más me maravillaron; los que más me cautivaron; los que más me repugnaron; los que más odié; a quienes adoré y adoro. 

(Nota 1: no están notorios antihéroes representantes del criminal atormentado, como Tony Montana, Michael o Vito Corleone, quienes por lo demás son más protagonistas que antagonistas) 

(Nota 2: dada la dificultad de clasificarlos de "peor" a "mejor", van dispuestos por orden cronológico según el año de la película)




I - "Sentencia". El bueno, el feo y el malo (Sergio Leone, 1966). En la tercera película de la llamada "Trilogía del dólar" el italiano volvió a contar con Clint Eastwood y Lee Van Cleef, aunque éste último pasaría de bueno a malvado. En La muerte tenía un precio (para mí superior en ciertos aspectos) el siempre intenso Gian Maria Volonté encarnaba a un estupendo y atormentado villano, "El Indio", pero el "Sentencia" de Van Cleef es aún más poderoso. Frente a las andanzas del "feo" Tuco (Eli Wallach) y  del "bueno" "Rubio" (Eastwood), cómicas a ratos, la negra figura del "malo" (con un nombre perfecto para un villano, a semejanza del Sentenza de la versión italiana; en la estadounidense es Angel Eyes) planea por toda la película y esporádicamente aparece ese hombre sin escrúpulos que asesina por dinero, ya sean hombres, mujeres o niños. De sádica sonrisa y mortífera puntería, como sargento del ejército también da muestras de su categoría al torturar mientras interroga a la vez que ordena a la banda de música que toque sin parar, para que no se escuchen los alaridos. Para la historia el mítico duelo final.  





II - Frank. Hasta que llegó su hora (Sergio Leone, 1968) En más de tres décadas de carrera, Fonda siempre interpretó a personajes rectos, honrados, más o menos positivos. Hasta que Leone se cruzó en su camino a los 63  años y le requirió  para encarnar a un despiadado pistolero que mata por los dólares, pero también por diversión y sadismo, como vemos al principio de la película asesinando a un niño indefenso o en otro fragmento y a través de un flashback cómo ahorcó a un hombre que se sostenía desesperado en su infeliz hermano. Un veterano cowboy andante y sin apellido con una vida repleta de infamias. Nunca los penetrantes ojos azules de Henry Fonda fueron sinónimo de tanta crueldad. La mítica música de Morricone tiene su importancia, pero Frank es el extraordinario villano de una película extraordinaria. 





 III- Darth Vader . Trilogía de la Guerra de las galaxias (George Lucas, 1977,  Irvin Kershner, 1980 y  Richard Marquand,  1983)  Tal vez el más manoseado y recurrente, pero sin duda es todo un símbolo, con una iconografía y sonido tan peculiares y  conocidos que su sola respiración basta para identificarlo. El actor que se esconde tras el negro traje es el inglés David Prowse, mas la voz que se escucha no es la suya;  si en la versión original contó con la peculiar  de James Earl Jones, en España tuvimos la suerte de que le doblase el recordado e insustituible Constantino Romero. Base ineludible para otros muchos villanos del cine, resulta inseparable de la mítica música de John Williams. Ejemplo de alguien que lo tuvo todo y fue cautivado por el lado oscuro de la fuerza, convirtiéndose en alguien malvado pero también tocado por la tragedia y por tanto, atormentado.  Podrá gustarte más o menos Star Wars,  pero es una leyenda del celuloide y uno de los malos por antonomasia.  




IV - Thulsa Doom. Conan el bárbaro (John Milius, 1982) También he hablado en otras ocasiones de esta contundente y poderosa película, que hoy día nadie haría a no ser que no le importe que le tilden de reaccionario. James Earl Jones, quien al igual que Fonda siempre se ha decantado por buenos (y por algún malvado como Darth Vader), interpretó esta vez a un cruel jefe guerrero obsesionado por el "secreto del acero" y el "culto a la serpiente".  Morador de una tierra y un tiempo bárbaros, aunque ficticios, domina toda la película con su reptiliana presencia y al principio de la misma no duda en echar a los perros de la guerra para que devoren al padre de Conan y luego decapitar a la madre mientras el pequeño (Jorge Sanz, por cierto)  se agarra a su mano. Brutal.  





V - Hannibal Lecter. El silencio de los corderos (Jonathan Demme, 1991)  Modelo supremo de malo que no precisa realizar grandes demostraciones ruidosas o físicas (excepto algunos momentos puntuales) ; le basta con su inteligencia superior, su voz y en ocasiones sólo con su mirada. Y está al alcance de muy pocas personas saber hacerlo convincentemente; el gran Anthony Hopkins es una de ellas, pues para la eternidad está ya su morboso y terrorífico Hannibal Lecter, el psiquiatra caníbal (quién supondría que detrás de ese tipo caballeroso y culto se escondía un asesino)  y esas escenas donde cuenta sus fechorías, o donde aparece inmovilizado con esa máscara  o cuando simplemente dice "Hola, Clarice".  Merecidísimo Oscar para el galés. 




 VI - "Señor Rubio". Reservoir Dogs (Quentin Tarantino, 1992) ¿Quién podría imaginarse que detrás de la bonachona sonrisa de Vic Vega y sus bromas iniciales en el bar iba a esconderse un psicópata capaz de decir "me da igual lo que digas, te voy a torturar de todos modos" para acto seguido, cortarle la oreja al infeliz policía al ritmo de Stuck in the middle with you  y luego hablar con el apéndice cercenado? Reservoir Dogs no es una película sádica pese a sus dos o tres momentos sangrientos, pero sin duda el del verdugo Vega es su momento más impactante. En una película sobre criminales, parece hipócrita señalar sólo a uno como el malo, pero sin duda el personaje más negativo y verdaderamente sólo él es el psicópata.  Una de las últimas cosas que deseo en este mundo es quedarme encerrado y atado en un sitio con el Señor Rubio.  





VII - Amon Goeth. La lista de Schindler (Steven Spielberg, 1993) Otro personaje real trasladado a la pantalla, en este caso se trata del  Hauptsturmführer de las SS y comandante del campo de concentración de Plaszow (Polonia) Amon Goeth/Göth (1908-1946). Siendo nazi y contrapunto de Oskar Schindler (Liam Neeson), estaba claro que no iba a ser alguien positivo, pero Spielberg se dejó de rodeos y mostró la barbarie nazi con toda su crudeza, con esas duras imágenes que son ya iconos del cine, como cuando dispara desde su balcón a judíos indefensos como quien mata las moscas, o cuando perdona a su mozo de cuadras (un adolescente judío) con un gesto de sacerdote para luego asesinarle de un tiro por la espalda. Sin duda estupenda la actuación de Ralph Fiennes, nominado al Oscar, con esos ojos vacíos  de humanidad. Un personaje tan tremendo y necesario (en el sentido de que no debe olvidarse) como la propia película.  





VIII - Scar, El rey león ( Rob Minkoff y Roger Allers , 1994)  Uno de los malvados supremos de toda la historia de las películas de Disney, muy probablemente el más adulto y enrevesado y, por qué no, el mejor de todos, al menos de las de animación (el universo Disney es muy amplio).  Scar, "Cicatriz", es el hermano del rey Mufasa y por su ambición y maldad no duda en asesinarle e intentar hacer lo mismo con su sobrino, Simba, pero las hienas , sus esbirros, le fallan. Sin duda Scar es atractivo e interesante por sus matices, por su regusto literario e histórico  y por las comparaciones que el espectador puede hacer con el ser humano, aunque los de Disney desbarren un poco con la coreografía nazi. Pero sin duda, es un malo soberbio. 





IX  - John Doe.  Seven  (David Fincher, 1995) Otro malvado lunático, pero tremendamente inteligente y calculador. Cumbre del horror, es un tipo que está realmente mal de la cabeza, imbuido por un mensaje divino,  y  va dejando elaborados y escalofriantes crímenes aquí y allá relacionados con los 7 pecados capitales, para mayor desconcierto de la pareja de investigadores, Brad Pitt y Morgan Freeman. Kevin Spacey, especialista en personajes ambigüos y en los directamente malvados, aquí se salió como el sádico y perturbado John Doe; no todos los actores tienen (o no saben poner) esa expresión de pirado. El final de esta magnífica película te impacta como pocos. 





X - Rey Eduardo I  "El Zanquilargo". Braveheart (Mel Gibson, 1995)   Ejemplo de rey calculador, sagaz y maquiavélico y la otra estrella de la película de Gibson. Con una gran interpretación del veterano Patrick McGoohan, es un monarca duro y sibilino que restaura tradiciones infames como la prima nocte (derecho de pernada), que oculta sus verdaderas intenciones en los tratados y encuentros  o que no duda en masacrar a sus propios soldados. Tampoco le tiembla la mano al despeñar al consejero supremo/amante de su hijo y heredero por una ventana. Con todo, la realidad del rey fue mucho más prosaica  (y la de casi todo lo que cuenta la película) y Mel Gibson lo pinta más negativo y malvado intencionadamente, por ejemplo al representarlo siempre solo y amargado, cuando lo cierto es que se casó dos veces (la primera con Leonor de Castilla)  y tuvo abundante prole; y por lo demás Longshanks  fue un monarca de su tiempo, bastante competente, aunque escoceses, galeses y judíos no pensarán lo mismo...





XI - Archibald Cunningham.  Rob Roy (Michael Caton Jones, 1995) Otro inglés taimado y cruel, Cunningham es un amanerado petimetre y habilidoso duelista al servicio del marqués de Montrose. Todo iba bien hasta que se cruza en el camino de Rob Roy MacGregor (Liam Neeson) , de quien se convertirá en enemigo mortal. Alevoso y escéptico, se guía por los instintos más bajos, como cuando viola sobre una mesa a la mujer de Rob.  Lo que hace a Archie aún más interesante es la soberbia interpretación de Tim Roth (nominado al Oscar) con su repertorio de expresiones llenas de falsedad y sarcasmo. Un magnífico villano de una gran película, bastante infravalorada. 





XII  - Coronel William Tavington. El patriota (Roland Emmerich, 2000) Para completar la  trilogía de villanos ingleses, aquí tenemos a este casaca roja encargado de aguarle la fiesta a los independentistas yanquis en la guerra de 1776-1783. La película es un poco "americanada" para mayor gloria de Mel Gibson, quien encuentra su odioso enemigo en este Tavington (Jason Isaacs) basado levemente en Banastre Tarleton (1754-1833), brigada mayor de caballería distinguido por su dureza y su escasa clemencia. Aquí Tavington es el prototipo del inglés atildado y cabrón que recorrió medio mundo en los siglos XVIII y XIX, y se nos presenta como un tipo poco honorable y  ávido de riquezas y de  sangre, como cuando quema una iglesia con los aldeanos dentro. Los ingleses, como con otras películas como Braveheart o El último mohicano, protestaron por la negativa imagen que se da de ellos. Ciertamente es algo maniquea, pero a estas alturas de la historia los británicos no pueden  seguir convenciéndonos  de que sus soldados iban repartiendo flores y tomando té por las tierras de su Imperio. Volviendo a Tavington, es un magnífico villano de tono clásico, buscando incesamente enfrentarse a vida o muerte con el personaje de Gibson; sin la estupenda actuación de Isaacs y su gélida mirada  no hubiera sido lo mismo.  





XIII - Bill Cutting. Gangs of New York (Martin Scorsese, 2002) Daniel Day Lewis se distingue por sus sobreactuaciones (aunque hay que saber hacerlo, y él es uno de ellos) y su capacidad de transformarse, y en Gangs of New York no fue menos. Metido en el papel de Bill el Carnicero (personaje real, como verídica fue esa ciudad violenta de bandas,  aunque el Bill de la película esté formado por una suma de varios delincuentes de la época) se comió todo el largometraje, Di Caprio incluido. Radical, xenófobo y sanguinario, en ocasiones parece cuerdo y en otras un lunático, como cuando confiesa que se sacó un ojo y se lo envió al enemigo que le había derrotado estrepitosamente en un acto de honor. También tiene sus peculiares ideas  filosóficas y políticas y un particular código de lo que debe respetarse y lo que no. Pese a su carácter excesivo y desquiciado, es un personaje fascinante. 







¿Y usted, amable lector, qué diablos tiene en su Olimpo?

21.9.15

La triste historia del "Mozart del fútbol"



Con el pulso que una parte de los catalanes está manteniendo con el gobierno central vuelve a resaltarse el papel que adquieran los deportistas de esa región  y el mayor o menor grado de implicación con el procés; hay de todo, desde los que intentan pasar desapercibidos y no mojarse a los que se declaran muy favorables, pasando por los que dicen algún "pero" e intentan salirse de la pretendida unidad de opinión. Huelga decir quiénes son considerados como "héroes" y quiénes no, obviándose además la inconveniencia y la peligrosidad de mezclar deporte y política, ya sea a diestra o a siniestra, y  la notable hipocresía que hay en todo este asunto.

Digo todo esto por el Caso Piqué  (realmente son varios) y porque me he puesto a reflexionar de nuevo sobre la relación, en ocasiones intensa, entre la política y la situación exterior y el deporte, pero en concreto el fútbol, verdadero juego de masas con gran éxito en el siglo XX,  pero que ha adquirido una desaforada dimensión especialmente después de la II Guerra Mundial, sobre todo a partir de los años 60. 

Pero, obviando esta época nuestra de heroicos deportistas cuyo compromiso viene dado por la cantidad de dinero que reciban, hoy quería hablar de un personaje en concreto, que vivió en una época muy particular, donde implicarse en según qué cosas no resultaba tan gratuito como ahora, pues no se saldaba con una simple y sonora pitada.  Hablemos de uno de mis ídolos:  Matthias Sindelar. 

Matěj Šindelář nació el 10 de febrero de 1903 en Kozlov, pequeño pueblo situado en la actual República Checa, país que por entonces formaba parte del variado y decadente Imperio Austrohúngaro. Era miembro de una humilde familia morava de religión católica.  Su padre, un herrero, emigró a Viena en 1906 en busca de mejores condiciones de trabajo y de vida para los suyos. En la gran capital e instalados en un barrio industrial,  sería donde el pequeño Matěj comenzaría a jugar al fútbol con otros chicos de muy diversa procedencia.

Poco después de la I Guerra Mundial (en la cual murió su padre),  arrancaría el checo su carrera profesional, siendo muy joven, ya con el nombre de Matthias Sindelar. Primero en el Hertha  y luego en el  Austria Viena  (éste y el Rapid son los dos clubes más exitosos del país).  El hijo del herrero destacó muy pronto por sus goles y su habilidad regateadora, siendo apodado Der Papierene ("El hombre de papel") dado su ligereza y físico enclenque; no era de baja estatura, pero sí nada corpulento. En los años 20 y 30, Sindelar se convirtió en toda una estrella en su país, realizando incluso anuncios publicitarios (de yogures, por ejemplo) o apareciendo en películas  y fue tentado por varios equipos ingleses, pero él nunca quiso dejar su club ni su país. Recordemos que ser jugador de fútbol no estaba tan sobredimensionado en estos tiempos y los sueldos eran mucho más corrientes que en la actualidad. De hecho, no han sido pocos los grandes jugadores que, tras una vida profesional exitosa, han fallecido en la miseria porque después de dejar la competición a una edad muy lejana de la jubilación habitual para un trabajador  (muy pocas veces un futbolista, al igual que ahora, se retiraba con más de 36 años) no encontraron un trabajo o un buen negocio que les garantizase una madurez y una vejez con el dinero suficiente para no pasar apuros.

Aunque ganó una liga y cinco copas con el Austria Viena,  sería a nivel internacional donde Sindelar alcanzaría aún más trascendencia. Debutó con 23 años con la selección de su país  y pronto iba a convertirse en el líder y capitán de uno de los mejores combinados, si no el mejor, que ha tenido Austria, el Wunderteam ("Equipo Maravilla") entrenado por Hugo Meisl. Si hablamos  de deporte en este país, destaca histórica y actualmente en los de invierno, pues por ejemplo en fútbol hace tiempo perdió su sitio (sólo ha estado en 7 mundiales  con una última presencia en 1998, y en cuanto a Eurocopas sólo ha acudido en 2008 y porque era anfitriona, aunque la semana pasada consiguió clasificarse para Francia 2016), pero hubo una época, en estos años 30, en la cual Austria asombró al mundo. 

Y vaya si lo hizo. Con un fútbol ofensivo protagonizaron sonoras goleadas ante escuadras consideradas de solera en ese momento, como Escocia, Yugoslavia o  Alemania, obtuvieron victorias contra potencias del calibre de Italia, Francia y  Hungría  y estuvieron invictos 14 partidos. Llegó el Mundial de 1930 en Uruguay, el primero de la historia, y al igual que muchas selecciones europeas que renunciaron a viajar al Cono Sur por lo costoso y lejano del trayecto, Austria no acudió. Pero 4 años después, la Copa del Mundo se celebró en Italia y allí sí estuvo el Wunderteam de Sindelar, ya considerado el mejor delantero centro del mundo.

                                         "Wunderteam" austríaco. Sindelar es el cuarto desde la derecha. 



Matthias, que fue apodado por los periodistas extranjeros "el Mozart del fútbol" por su nacionalidad y su virtuosismo, lideró a esa magnífica selección austríaca, temida por europeos y americanos. Parecía que Sindelar se iba a romper en cualquier momento, pero ahí estaba, corriendo como un rayo y marcando goles con facilidad. Finalizaron en cuarto lugar al perder contra Italia, y probablemente hubieran llegado más lejos de no ser por los descarados favores del árbitro hacia el equipo anfitrión; no en vano se considera este Mundial de 1934 como el más fraudulento de todos, con los partidos jugados bajo la atenta mirada de Benito Mussolini en el palco, presencia que intimidaba hasta a los propios jugadores italianos.  El Duce, muy futbolero él, consiguió per coglioni que su Italia fuera campeona, en medio de las tenues y  estériles protestas  de las selecciones perjudicadas.  Eran otros tiempos. 

Der Papierene era ya todo un ídolo de masas en su país, y Matthias no podía ser más feliz: aclamado por todos, disfrutaba haciendo lo que más le gustaba y  había encontrado también el amor , con una italiana de religión judía, y es difícil imaginar algo mejor. Pero la desgracia comenzó a planear sobre sus cabezas y por cuestiones ajenas al deporte.

Marzo de 1938. Ante la pasividad de las principales potencias europeas, la Alemania de Hitler se anexiona Austria con escandalosa facilidad y con la ayuda de los nazis austríacos: el Anschluss ("Unión"), tras una invasión y un plebiscito controlado totalmente por la Wehrmacht mediante el cual el país centroeuropeo, una triste sombra del antiguo Imperio Habsburgo, pasaba a llamarse Ostmark ("Marca del Este"), un protectorado alemán. Todo iba a cambiar. 

Para empezar, en el deporte. Hitler, al igual que Mussolini, se había cerciorado de la importancia a nivel internacional que estaba cobrando el deporte y en particular el fútbol y, para hacer extensible el poderío alemán al mundo y resarcirse de las derrotas en las Olimpiadas de 1936,  tuvo la brillante idea de hacer acudir a Alemania  al Mundial de ese año con un combinado de los mejores jugadores germanos y gran parte del temido Wunderteam, a quienes quería reclutar por la fuerza.

Para "festejarlo", el 3 de abril de ese año se celebró en el Prater de Viena (estadio de numerosas finales y partidos míticos, entre ellos, el del triunfo de España en la Euro de 2008) un partido entre las selecciones de Austria y Alemania, a modo de despedida y bienvenida al Reich de la primera. Pese a que los jugadores austríacos habían recibido la consigna de dejarse ganar, y lo sensato era hacerlo, o al menos un empate amistoso,  el experimentado Wunderteam (que además jugó con los colores rojo y blanco de la bandera nacional, en vez del uniforme tradicional blanco y negro, similar al alemán) dominó claramente el encuentro y falló numerosas ocasiones a propósito. Cuando quedaban 20 minutos para el final, los austríacos apretaron el acelerador y marcaron dos goles, uno de Sesta y el otro, de Sindelar. Quién si no. 
"El hombre de papel", lejos de amilanarse o de hacer el saludo brazo en alto, festejó alegre y jocosamente, con un bailecito,  el gol delante del palco nazi, para ira germana. Ahí estaba el vals del orgullo de Austria, el viejo y culto imperio, imponiéndose a los advenedizos  y  dementes  nazis. 

Sindelar, pese a que ya contaba con 35 años, era aún un excelente jugador y  su sola presencia podía impresionar a los rivales; había disputado 43 partidos con Austria, marcando la estupenda cifra de 26 goles.  Por ello, pese a su actuación en el partido de hermanamiento con los nazis, no dejaron éstos de hacerle ofertas , amistosas y no tanto, para que acudiese al Mundial en las filas del equipo alemán. 

Mas el capitán distaba mucho de aceptar aquello. Totalmente contrario a la ideología racista y pangermana de los nacionalsocialistas, se negó en repetidas veces, alegando ficticias lesiones de rodilla, mientras seguía jugando con su equipo y con otros amigos. Si Austria, ya clasificada para el Mundial, había  además perdido su independencia como nación, él no iba a defender los colores de Alemania y menos a los nazis, quienes incluso  habían expulsado a los trabajadores judíos de su club vienés.

Otros compañeros del Wunderteam, ya fuera por ideología, por presión o por simple pragmatismo, sí se integraron en ese combinado austro-alemán que pretendía arrasar en Francia...pero lo cierto es que ese Mundial de 1938 supuso un fracaso para Alemania, pues cayó en la primera fase y aún hoy sigue siendo la peor posición de la selección teutona en los mundiales. 

Mientras, Sindelar, ya forzosamente retirado,   seguía con su vida en Viena, pues pese al ambiente crecientemente adverso, también se negó a abandonar el país. Nada colaborador con los alemanes ni con el partido de éstos, tampoco renunció a mostrarse en público con amigos judíos, a quienes seguía ayudando, lo que le convirtió en alguien despreciable para los nazis. Éstos empezaron a odiarle, pronto se pasó a los hechos y el futbolista comenzó a ser vigilado paso por paso. Él y su familia. La Gestapo y sus informes entraban en escena. 

Algunos compañeros judíos de Sindelar intuyeron el peligro  a finales de 1938 con la hostilidad nazi en aumento, y  por ello huyeron a Suiza.  Sindi  ya no podía; era de todo menos alguien anónimo, y si ya era controlado al máximo por la policía, por si fuera poco se le prohibió salir de Austria. La situación se tornó insostenible, dramática y asfixiante para él y para su novia Camilla. Su país ya no era el mismo. No había escapatoria. 

El 23 de enero de 1939 el futbolista apareció sin vida en su domicilio vienés, junto a su pareja.  Matthias aún no había cumplido los 36 años, mientras ella entró en un coma irreversible.  Por  la disposición de los cuerpos y el panorama de la casa todo parecía indicar  un suicidio, acaso efectuado por la inhalación voluntaria de monóxido de carbono, pues no se halló defecto alguno en la estufa. Los amigos de Sindelar lograron convencer a las autoridades nazis de que había sido un accidente, pues no se permitían los funerales públicos de suicidas. Los alemanes aceptaron, en parte porque tampoco deseaban un homenaje numeroso del pueblo al no haber exequias;  Matthias era un ídolo para esa parte de Austria que no quería unir su destino al del Partido Nacionalsocialista. Aún así, cerca de 20.000 personas asistieron al funeral de Der Papierene. Del hijo del herrero. Del enclenque y digno  austríaco que había preferido perecer  a continuar con una existencia sin ilusiones ni esperanza. 

Con todo,  dadas las extrañas circunstancias de la muerte y  la destrucción de los documentos del caso, no se averiguó del todo (y no se ha averiguado) si Sindelar se quitó la vida o se la quitaron, pues no faltaron en su momento rumores sobre el sabotaje de la estufa de su casa por parte de los nazis, o incluso un envenenamiento por parte de éstos.  Ocho meses después de su entierro, estallaba el Apocalipsis de la II Guerra Mundial, muchos amigos de Sindelar fueron enviados a los campos de concentración y una parte de Europa iba a quedar devastada.  La pesadilla hitleriana fue finalmente derrotada, como es sabido, en 1945. 

Austria, tras una difícil posguerra (¿alguna no lo es?), estuvo ocupada por los ejércitos aliados hasta 1955, año en el que recuperó la plena independencia.  Progresivamente se erigió como uno de los países más prósperos y con mejor nivel de vida de Europa y del mundo. En cuanto a su selección, volvió a un Mundial en 1954 (el primero que ganó precisamente Alemania) alcanzando un tercer puesto,  superando al Wunderteam de 1934. Sigue siendo su mayor hazaña. Pero el país centroeuropeo no ha olvidado a su otro Mozart. En 1998 fue elegido el mejor futbolista nacional de todos los tiempos, y en 2000, el mejor deportista austríaco del siglo XX. En la nación de los grandes esquiadores y los deportes de montaña (Austria es sexta en la clasificación histórica de los Juegos de Invierno, con más de 200 medallas,  y  líder con diferencia del Campeonato de esquí alpino) y de míticos pilotos de carreras como Niki Lauda, el rey es un jugador de fútbol que no levantó muchos títulos: Der Papierene. Y sin duda no es únicamente por su extraordinaria calidad con el balón y sus goles; también se debe al gran valor que demostró en unos tiempos tan adversos, bailando un vals por la libertad frente al III Reich. Por eso Austria lo sigue recordando y honrando casi 80 años después de su muerte; no en vano su tumba en el cementerio de Viena es de las más visitadas del país.

Así fue la extraordinaria y triste historia de Sindelar, ese pequeño gran héroe que no salvó ninguna vida pero hizo felices a otras muchas, exhibiendo una firmeza de espíritu que,  a la postre, le costaría la suya.

In memoriam. 


9.9.15

25 canciones de los 2000 para salvar de la hoguera

                                         - ¡¡Eh, amigo!! ¿Nos echas un cable para poder bajar?


Hace unos meses, motivado por un sentimiento de nostalgia, rescataba aquí  y en  dos entregas, 40 canciones de los 90 que hacían que esta década valiera (musicalmente) la pena, pues en comparación con los 80 y los 70 palidecía en calidad y  trascendencia, aunque verdaderamente ha sido abundante en buenos grupos, cantantes y canciones. De hecho, escucho cada vez más música noventera...¿qué significará? Sin duda que me hago mayor y que progresivamente siento los 90 como mi época.

También me refería a la siguiente época, los 2000, como aún peor que su precedente; debe reconocerse, aunque habrá gente fan de esta década, pero la mayoría deben ser nacidos en los años 90. Cuando hice el peculiar ranking, dejé la puerta abierta a hacer otro de los 2000, y en principio hay poco que salvar, pues por un lado tenemos la profusión y expansión del reggaeton, el pachangueo y otros estilos destinados a la juerga, cuyas canciones serán recordadas con el paso del tiempo por eso y quizá alcancen valor nostálgico, pero no por su especial calidad ni belleza, pues no tienen vocación de perdurar; y por otro,  la proliferación de artistas tan "interesantes" como Pablo Alborán, Melendi, Andy y Lucas, Bustamante,  Auryn  o Los Gemeliers...hablamos de la Generación OT.  Claro que en el resto del mundo "disfrutan" de Justin Bieber, One Direction et alii, así que no sé qué es peor.

El siglo XX sigue teniendo mucho peso en estos primeros años del XXI. Pese a que ya estemos en 2015, resulta complicado, por quedar aún cercano,  encuadrar con su propia personalidad esta época. Tenemos los años 20, los 40, los 50, los 80, y los 90 del siglo XX, pero, ¿cómo definiríamos, qué diríamos de  lo comprendido entre 2000 y 2009? Actualmente estamos en la mitad de los años 10 del siglo XXI  (2010-2019), y, por tanto, hablaremos de la música de la primera década del 2000, la cual se puede tratar ya con cierta perspectiva. 

Podríamos hablar de los profundos cambios producidos en España y en el planeta desde el año 2000, tanto a nivel político, como cultural y social, pero dejémonos de mamandurrias innecesarias  y centrémonos en la música. Así, hoy traigo 25  canciones  para salvar de una hipotética hoguera que se hiciese para quemar toda la mierda   música que se ha venido haciendo desde entonces. Debo reconocer que, aunque hay mucha morralla, también hay unas cuantas canciones y más de un grupo totalmente estimables, y como he querido limitarme a 25, he debido dejar algunas fuera de esta peculiar lista,  si bien también admito que en otras piezas me he dejado llevar por la añoranza que siento desde hace un tiempo por la época de los primeros 2000, como me gusta llamar a los años comprendidos entre 2000 y 2004.


(Por orden cronológico. Subid el volumen y preparaos para una vuelta a los 2000)


 
1- When the morning comes  (La Luna, 2000)


Empezamos muy, muy  fuerte. Parece mentira, pero han pasado ya 15 años, ¡¡15!! desde el lanzamiento de este himno absoluto por el cual muchos supimos lo que era la música mákina, el dance y demás,   cuando ya nos faltaba muy poco para sumergirnos en las fiestas desaforadas; por cierto,  pese al nombre, La Luna, tanto la cantante como el DJ son belgas.  La canción se identifica totalmente con (y define muy bien a) su época y  hoy es plato fuerte de todo remember que se precie, pues sigue siendo un temazo.  Subidón increíble a partir del 1:08 y apoteosis en el 1:36.




2-  La danza del fuego  (Mägo de Oz, 2000)


Antes de que el éxito por Fiesta pagana les devorase y desvirtuase (tan de moda se puso la canción y en tantos ámbitos que hasta los canis se creyeron jevis), Mägo de Oz fue un magnífico grupo, reyes del folk metal español con  trabajadas canciones basadas en la literatura y  en  otros temas.  Tuve una época en la cual no dejaba de escucharlos y me sabía muchas letras; me gustaban -y me siguen gustando- bastantes canciones, y podría decir quince, pero he elegido La danza del fuego, una preciosa, melódica y algo tristona  composición que, cómo no, me trae muy particulares recuerdos. 




3-  Moi...Lolita (Alizée, 2001) 


Canción que incluyo no por su especial interés, más bien por el poder evocador que la música, sea buena, mala o regular, tiene en nuestra mente. Ciertamente veo muy lejano ya ese 2001, pero casi puedo transportarme allí al escuchar este pegadizo tema radiado ampliamente ese año. Vale, está bien, reconozco que la he puesto porque quería ver otra vez  lo bien que bailaba la francesa de Córcega... 

"Lo...li...ta"




4 -  King George  (Dover, 2001)


Sí, Dover ya apareció en la entrada sobre los 90, pero en los primeros años de los 2000 aún estaban en pleno apogeo, antes de su desconcertante nuevo rumbo que no llega a la suela de los zapatos en comparación con lo superlativos que fueron en sus comienzos.   Esta King George  tal vez no llegue  al nivel de las del Devil came to me, pero se queda muy, muy cerca, pues es una enorme canción, toda una tormenta de rock que además me carga de nostalgia y que, al igual que su otro mítico disco, se ha convertido en un símbolo de los tiempos pasados. 




5 - Imitation of life  (R.E.M,  2001)


Repite Dover y repite esta gran banda estadounidense, quienes a comienzos de los 2000 aún tenían éxito en todo el mundo antes de disolverse definitivamente en 2011. Recuerdo sobre todo esta canción de rico sonido (me evoca a un río) cuyo simpático y extraño videoclip alcanzó cierta fama; tiene además la particularidad que sólo se rodaron 2o segundos, todo lo demás es la misma imagen rebobinada hacia atrás, hacia adelante, etc. Por cierto, la letra es mucho más oscura que el vídeo. Hablamos de R.E.M., señores.

 



6 -  P´ aquí p´ allá  (La Fuga, 2001)


 La Fuga fue otro gran grupo español de rock (sigue existiendo, pero con otro cantante), básico para mucha gente y característico de una época muy concreta de nuestras vidas.  Aunque muchas de sus canciones tienen el mismo tono y tienden a una excesiva melancolía y un cierto encasillamiento (temas sobre la calle, el alcohol, la noche, el lamento y el dar penita),  indudablemente marcaron con todo merecimiento y sólo escucharles me trae imágenes de noches con amigos y los primeros calimochos, poco dinero pero mucha felicidad. Todo por hacer.



7-  Baila (Sexy thing)   (Zucchero, 2001)


El italiano Adelmo Fornaciari (verdadero nombre del veterano Zucchero) tuvo bastante éxito en su país y fuera de él  (se hicieron varias versiones, de hecho), en estos primeros compases de los 2000, con esta peculiar canción en tres idiomas de innegable ritmo y corazón rockero; es poderosa toda ella, pero la última parte es increíble. 




8-  Años 80  (Los Piratas, 2001)


Y empezamos con la cuota indie. Estupenda e icónica canción de un grupo disuelto en 2004 y vuelto a la fama en nuestros días por motivos más trágicos. Años 80 es una de esas canciones que definen a una época muy concreta, pero desde luego no se quedó allí pues durante todos estos años no ha perdido popularidad, con toda justicia. Gran letra. 




9-  Played-A-Live  (Safri Duo, 2002)


Safri Duo es un grupo danés cuyo nombre viene dado por los apellidos de sus integrantes, Uffe Savery y Morten Friis. Mezclando el dance con la percusión, lograron bastante éxito en la primera mitad de los 2000, aunque en pocos años dejaron de estar de moda. Con todo, sus canciones eran muy pegadizas y obviamente tenían mucho ritmo. Yo estaba entre sus fans  (siempre me han gustado tambores y timbales, además),  pues de hecho me compré su disco y  sólo contemplarlo me trae recuerdos. Ésta era su canción más famosa, sin olvidarse de Samb-Adagio,  aunque en 2005 pegaron fuerte con All the people in the world. 




10 - Are you gonna be my girl   (Jet, 2003)


Los 2000 también han sido abundantes en grupos y artistas de vocación retro que, en pleno siglo XXI, han hecho música sirviéndose de la de las décadas doradas del XX. Es el caso de los australianos Jet (activos justamente entre 2001 y 2012) con esta pegadiza  y potente canción que imita el rock de los 60. Alcanzó aún más difusión por su aparición en cierto anuncio en la televisión. 
  



11-  Hey ya!  (Outkast, 2003) 


Gran año aquel 2003, aunque no a nivel académico.  Las primeras salidas nocturnas de verdad tuvieron lugar en ese otoño, y en los garitos (y en las teles, y en los ordenadores) sonó hasta la saciedad esta estupenda canción de Outkast, con un endiablado ritmo, tan poderosa como optimista. Alabada por la crítica, suele estar en las listas de las mejores canciones del siglo XXI. El descacharrante videoclip (su cantante, André 3000, interpreta 8 personajes)  es casi tan conocido como la canción. Ah, qué pipiolo era uno...

"Shake it, shake it!!"




12-  I believe in a thing called love  (The Darkness, 2003) 


Al igual que Jet, The Darkness mostró un estilo que bebía de épocas pasadas; en el caso de los ingleses, del glam-rock de los 70...no en vano su cantante es devoto confeso de Queen. I believe in a thing called love es una gran canción, una composición muy hard con todos los excesos, viejos y nuevos. Magníficos guitarreos en toda una declaración de amor al metal.




13-  Que no  (Deluxe, 2004)


Otra canción que me retrotrae inmediatamente al del momento de su publicación, y más allá, pues sonó mucho en los años sucesivos en pubs y demás sitios (y lo sigue haciendo). Personalmente considero a esta obrita maestra  del indie gallego  Xoel López (auténtico nombre de Deluxe)  como una de las grandes canciones del pop-rock español. 

"No intentes hacerme cambiar 
no me pidas ese favor
siento decirte que no, que no, que no..." 




14-  Dragostea Din Tei  (O-Zone, 2004) 


En 2004 sopló en Europa viento del Este. O-Zone fueron tres eufóricos  rumanos   moldavos con una pinta entre chunga y amanerada, que arrasaron en la primavera-verano de aquel año con esta Dragostea Din Tei  ("El amor bajo los tilos"), otra canción más de eurodance, ese género que tantos temazos y tantas horteradas ha dado al continente. Tan pegadiza como intrascendente, el indescriptible videoclip es muy de 2004  y  los O-Zone, tan felizmente patéticos que resultan entrañables,  no duraron ni dos telediarios, pero sirven para recordarnos lo que fuimos algún día (y esperamos no volver a ser). 




15-  Obsesión  (Aventura, 2004)


El verano de 2004 fue el de Dragostea Din Tei y el de Obsesión. La "invasión latina", tímidamente vislumbrada en los 90, explotaría en los 2000 con el reggaeton y la bachata a la cabeza. Ello y otros subgéneros y degéneros han cambiado de una manera increíble a la música española y han instaurado el perreo, entre otras cosas, pero también piezas nada feas, como esta  (de 2002, pero famosa en España 2 años más tarde) que sonó hasta la saciedad durante bastantes meses. Me recuerda a ese junio y lo recuerdo con cariño, y por eso aparece aquí. Pero puestos a elegir casquería, me quedo con Obsesión antes que sonidos que dañan el oído como el  Papichulo la Gasolina




16  -  Marta, Sebas, Guille y los demás  (Amaral, 2005)


No creo que sea el único que conoce más a la canción como "Son mis amigos". Amaral ha sido otro grupo importante en toda la década del 2000 y dentro del pop-rock comercial español, para mí es de los que más personalidad e interesantes matices  han demostrado. Sólo cabría achacarles cierta excesiva melancolía, pues  tienen 3 o 4 canciones que  particularmente me hunden en la miseria. Es el caso de ésta, cuya letra y conocido estribillo hablan por sí solos:

"Son mis amigos, en la calle pasábamos las horas...
son mis amigos, por encima de todas las cosas".




17-   Fascinado  (Sidonie, 2005)


No le hagáis mucho caso al extrañísimo videoclip, pues la canción es otro himno indie tan habitual en estos años, esta vez por parte de los catalanes Sidonie, tan psicodélicos ellos.  Personalmente me trae muy buenos recuerdos y evocaciones muy particulares, pues comenzó a sonar en 2005-2006,  mi primer año de carrera (¡hace ya justo diez años!)  con todo lo que eso conlleva. Y la letra...difícilmente puede definir mejor el ambiente al final de una noche de juerga  y las sensaciones a las tantas de la madrugada (o al amanecer)...

"Es la última canción 
van a dar la luz
fin del hechizo. 
Salgo afuera y bajo el sol
hay cadáveres exquisitos y sé
que todos quieren llegar al Edén"... 




18-   Summer love  (David Tavaré, 2006) 


 Otra canción del verano, en este caso el del año 2006.  Summer love es una de tantas inofensivas piezas pseudo-románticas destinadas a arrasar en las pistas de baile, y a fe que lo hizo durante todo ese año y algo más allá. Medio inglés medio español (de Mallorca), Tavaré y su pinta de pijo mojabragas me traen muy buenos recuerdos, y me transportan inmediatamente a esos meses lozanos del 2006. Sí, no es una obra de arte, pero prefiero esto a lo que vino después, con la explosión del electrolatino. 




19-   When you were young (The Killers,  2006)


No todo van a ser sonatas de juergueteo. Aquí tenemos el rock gringo de The Killers, con esta gran canción, potente y evocadora. En 2008 sonaron bastante con Human o Spaceman, pero siempre me ha gustado más esta When you were young, cuyo videoclip se caracteriza por su ambiente mexicano y su melancolía, pareja a la de la letra.

 "He doesn't look a thing like Jesus
But he talks like a gentlemen
Like you imagined when you were young"






20-  Atrévete-te-te  (Calle 13, 2006)

 

Sí, es reggaeton, pero es difícil no reírse con algunas de las frases y expresiones que dice René; reconozco que aún me sé gran parte de la letra. Composición machista para unos y unas, feminista para otros y otras, una simple canción alegre que incita al perreo para una mayoría, sin duda los puertorriqueños estaban inspirados cuando la lanzaron. Además , pese a estrofas como la de abajo, no es tan ligera, pues ya deja entrever algunas de las características que darían luego a Calle 13 un tono más social y comprometido.

 "Cambia esa cara de seria,  esa cara de intelectual
  de enciclopedia que te voy a inyectar con la bacteria
  pa´ que des vueltas como machina de feria"






21 -  Oigo música   (M-Clan, 2006)


M-Clan ha sido otra banda española importante en estos primeros años del siglo XXI, pues aunque se formaron en 1993, no empezaron a ser conocidos por el público hasta el año 2000, con Llamando a tierra, Carolina y demás. Pero, sin saber exactamente por qué, le tengo más cariño a esta posterior Oigo música, con esos aires de rock americano y de road music, y ese leve aroma a brindar por el pasado. Tal vez me guste más por eso...



22-  Rehab  (Amy Winehouse, 2006)


Otro icono musical del siglo XXI, en particular de la segunda mitad de los 2000 (quién no recuerda su peinado, tan reproducido)  la autodestructiva Amy Winehouse se recreó con sinceridad ,  ironía y cierta crudeza en su adicción al alcohol y las drogas en este pegadizo tema de soul, su canción más conocida junto con Back to black. Sin duda una de las mejores voces de las últimas décadas, la inglesa murió en 2011, con sólo 27 años. Descanse con la paz que apenas tuvo en vida.



23-  Baby when the light   (David Guetta feat. Cozi, 2007)

 

Antes de que  se dedicase a vivir de las rentas y a destrozar canciones míticas (como el Bang Bang de Nancy Sinatra), David Guetta todavía realizaba temas bastante frescos, aunque ya fuera un DJ millonario y mundialmente famoso. Pero hubo ahí unos 2 o 3  años de temazos guettianos que son emblema de las fiestas de la época (Love is gone, Love don´t let me go, The world is mine...). Y por supuesto, esta Baby when the light, que me encantó en su momento y lo sigue haciendo, tal vez porque es muy de 2007.



 24-  Destination Calabria  (Alex Gaudino,  2007)


También conocida como "la canción de las trompetas", aunque realmente se escuche un saxofón, es una de esas canciones con la facultad de hacerme sentir como cuando la sacaron, en este caso, el invierno de 2007-2008. Es más, siempre que la escucho vuelve a invadirme la euforia, las ganas de dispersión y la despreocupación.  Toda una sinfonía pegadiza del DJ italiano Alex Gaudino, cuyo vídeo es una obra de orfebrería donde destaca la profesionalidad de las muchachas...¡ejem!

 



25-  Alta fidelidad  (Lori Meyers, 2008)


En el fondo debo tener un corazón indie, pues ya van unas cuantas en este ranking. Gran canción la de los granadinos, la cual, para variar, me trae de golpe imágenes y sensaciones estudiante-festivas. Qué cerca y qué lejos queda 2008...




Item más -  Bad Romance  (Lady Gaga,  2009)


La década agonizaba cuando esta artista medio loca (o loca por completo, que es lo mismo que decir perfectamente cuerda), que unas veces me gusta y otras veces me da asco, sacó esta pieza que arrasó en el año siguiente, 2010, acompañada de un videoclip tan espectacular como desconcertante y costoso.  No sé si es por mi vena disco-hortera, pero  sigue siendo un auténtico temazo, muy potente, vibrante  y además creo que es la canción por la cual  Lady Gaga será recordada dentro de mucho tiempo, pues de momento parece que su estrella ha decaído (aunque con esta gente nunca se sabe, si no, que se lo digan a Madonna). 


 

Podría decirse que en estos primeros años del siglo XXI poco más he hecho aparte de salir de juerga, que básicamente he presentado una lista hecha a golpe de recuerdos y que parte de mí sigue en más de un momento de la década anterior  pero...¡vaya!  parece que la música entre 2000 y 2009 no ha estado tan mal a pesar de todo. ¿Estaba muy equivocado, me he vuelto indulgente o simplemente me he dejado llevar por la nostalgia? Tal vez sea un poco de todo, como también es verdad que todo toma otro cariz al contemplarlo desde una distancia que sabes que no podrás tocar de nuevo...

1.9.15

Pan y toros

                                  

                                    Uno de los grabados de la  Tauromaquia,  de  Francisco de Goya (1816).


Hoy tocaremos un tema, como tantos otros, espinoso y con hondas raíces históricas, populares y costumbristas. Además, sigue de rabiosa actualidad, como quedó demostrado hace poco con la escalofriantes cogidas de Rivera y Jiménez Fortes, los inaceptables comentarios de ciertos ciudadanos deseando la muerte de aquellos  y las tensiones derivadas de las acciones de los llamados animalistas en diversos puntos de España. Hablemos del toreo, o, como pomposamente se refieren sus irreductibles defensores, la Fiesta Nacional (con mayúscula, sí), o simplemente la Fiesta.

La lidia de toros, pese a su aparente carácter genuinamente ibérico y particularmente hispánico, no es exclusiva de España y Portugal (también está presente en el sur de Francia y en algunos países hispanoamericanos)  y hay quien quiere buscar su origen en ciertos rituales  practicados por los antiguos griegos, y en la influencia de las luchas con animales que tanto gustaban a los romanos.  Con todo, no es hasta la Edad Media y especialmente bien avanzada la Moderna cuando la tauromaquia adquiere unas características y peculiaridades más o menos similares a las de la actual. A finales del siglo XVIII destacó Pedro Romero (1754-1839), miembro de una dinastía taurina y considerado uno de los primeros grandes matadores de toros, y junto con Pepe-Hillo, muerto corneado en 1801, como dos de los diestros que instauraron el toreo moderno, pues la lidia pasó a ser practicada por plebeyos en vez de nobles; ambos fueron retratados en varias ocasiones por Goya. Desde entonces, pese a los intentos de algunos reyes borbónicos (Felipe V, Carlos III, Carlos IV) y  de ciertos intelectuales como Jovellanos o los de la Generación del 98 de acabar con las costumbres taurinas, se han seguido manteniendo frente a viento, marea, presiones interiores y exteriores, politiqueos  y decaimiento de la afición. 

Personalmente no me gustan los toros como fiesta; puedo decir que los he visto en directo al menos una vez, pues asistí a una corrida en Almería. Pero no me atraen. Más allá de la música, pues paradójicamente me encantan los pasodobles,  considero que disfrutar con el sufrimiento de un animal  es cuanto menos discutible. No sé si soy animalista, y seguramente sí sea un sensiblero marcado por Walt Disney y Félix Rodríguez de la Fuente (qué le voy a hacer), pero contemplar la agonía de un mamífero con un método no precisamente rápido y limpio no me parece plato de buen gusto. 

Examinemos ahora los habituales argumentos y las recurrentes excusas que los taurinos de pro suelen dar para defender su afición y la pervivencia de las corridas:

- Los toros son una tradición y como tal deben seguir existiendo. También era una tradición popular tirar a cabras desde el campanario o arrancar cabezas a gallos y patos vivos  (creo que se sigue haciendo, si bien con el ave ya muerta, aunque se siguen haciendo salvajadas) . También lo es el Toro de la Vega de Tordesillas, y poca gente fuera de dicho pueblo lo reivindica. También, ya puestos a desbarrar, fueron una tradición las ejecuciones públicas y ya no vamos a las plazas de la ciudad a ver cómo le dan garrote vil o ahorcan al delincuente de turno. 

- El toro no sufre.  Estamos de acuerdo en que es un magnífico y soberbio animal, muy fuerte,  vigoroso y resistente. Por supuesto no es tan frágil como un pequeño lechón, y es más incontrolable que una oveja.  Pero de ahí a convertir al bravo rumiante en una masa de carne insensible media un trecho. El desgarre de las banderillas (cuando se las clavan y brinca no debe ser porque le gusta, además),   el destrozo muscular a causa de la puya del picador (que asusta sólo de verla) o el estoque metido hasta las entrañas (el objetivo supremo es acertar en el corazón del toro)  no deben ser  nada agradables  para el  bóvido, se intuye (e intuye todo aquel con un mínimo de sensibilidad...¡carajo, es un mamífero, no estamos hablando de un dragón con las escamas de acero!). Y si aún así no se intuye, basta ver al toro con los lomos y los hocicos ensangrentados, gimiendo no precisamente de alegría,  respirando agonía y resistiéndose a morir entre espasmos, cuando el descabello falla y el punzón perfora varias veces  su nuca, toda una artística escena. 

- Si no te gusta, no vayas/no lo veas.  Ah, bonita excusa. Grandísimo argumento.  Como si el hecho de no asistir hiciera invisible el acto en nuestra conciencia, o como si al no ir no se torturase al toro.   Es como decir "vamos a violar a esta cabra, así que si no te gusta, mejor no vayas". Y quien dice cabra dice mujer, o muchacho. Pasémonos de frenada, venga.  

- Sin las corridas el toro bravo se extinguiría, y la dehesa, su medio natural, desaparecería.  Una de las más clásicas excusas. Pero no hace falta ser un experto en ecología para aventurar que el dinero destinado a los festejos taurinos podría emplearse en habilitar dichas tierras como una especie de parques naturales donde las reses vivieran a su aire como especies protegidas.  Aún queda campo y monte disponible en España que salvar de la especulación urbanística, además. 

- Al menos al toro se le da una oportunidad de luchar por su vida, al contrario que a los terneros, a los cerdos, etc. En esto sí hay algo de razón. De acuerdo. Pero un "de acuerdo" endeble.  Porque un solo animal en una plaza rodeado de ruidos extraños y hostiles y dañado de forma consecutiva (con el objetivo de ir limando su fuerza  para que el torero le domine, pues es ésa y no otra la finalidad de los picadores y los banderilleros) para acabar chorreando sangre y, exhausto y mareado, se enfrente al estoque y al descabello en última instancia,  no parece un combate demasiado igualitario, desde mi modesta opinión, y eso que no he tocado el siempre oscuro asunto del tratamiento al toro previo a la corrida.  Por más, debe reconocerse,  que sean frecuentes las cogidas de toreros, se hayan dado unas cuantas contundentes mutilaciones  e incluso muertes de diestros en la arena, la última en 1987.  

- Hay que considerar que el toro se pega una buena vida antes de morir. Ésta es para mear y no echar gota. Claro, como vive a cuerpo de rey en la dehesa unos años antes de ser toreado, démosle unos puyazos  y clavémosle la espada para resarcirnos de la envidia, maldito cornudo cabrón. Y olé. 

- Hay mucho dinero y muchos puestos de trabajo de por medio. Ciertamente sí, debe admitirse.  "Con un impacto económico superior a 3.500 millones al año, y unos 45 millones de recaudación en IVA solo por la venta de entradas, más que el cine español", como dice con retintín el periódico ABC. Pero me gustaría saber por dónde se va el dinero derivado de los toros, al igual que desaparecían misteriosamente el oro y la plata de las Indias. Además, no es un negocio tan pingüe pues necesita de las subvenciones estatales y de la Unión Europea, en torno a varios cientos de millones de euros.   Sin duda familias enteras viven de la tauromaquia y alrededor de esas familias gravitan muchas personas. Pero España, tan avanzada en algunos aspectos, sin duda es capaz de seguir dando de comer a los ganaderos, a los empresarios de las plazas y a sus subordinados, en un hipotético fin de los toros como tales.   

- No quieres que se mate a un animal, y sin embargo comes carne. Sí, se me puede acusar de hipócrita pues me gusta comer de todo y adoro la carne, aunque soy de los que le dan pena hasta los peces y moluscos que podemos ver moribundos en los mercados, y eso que tengo más afinidad sentimental con mamíferos y pájaros. Pero así es la cadena de la vida, y entre otras cosas, todos moriremos algún día.  No obstante,  convendremos en que no es lo mismo ejecutar de una manera humanitaria  y lo menos dolorosa posible (nuestras leyes obligan a ello, creo recordar) que después de haberlo finiquitado en un charco de sangre tras haber hundido la puntilla  en su cerebro para que deje de moverse (el llamado descabello, que consiste en seccionarle la médula,  el último y sádico remedio si falla la estocada final).  

- No quieres que torturen y maten al toro, y te da igual cómo se trata a otros animales. Otro argumento en el que el sabiondo taurófilo da por sentado que uno, por hablar mal de los toros, obvie la situación de la mayoría de los animales, nos los comamos o no. Desde luego, me parece una crueldad la matanza del cerdo al modo tradicional. Ciertamente me parece una desgracia el panorama de muchas granjas y centros de producción (pese a que la legislación ha ido evolucionando para bien) y particularmente nunca me han gustado ni la caza, ni la pesca, ni los circos y espectáculos con animales por el maltrato encubierto. Ni los zoológicos. Tampoco defiendo las masacres de focas y de ballenas o la elaboración de costosos abrigos de piel.  Como también me parece una infamia el maltrato y/o abandono de perros y otros animales de compañía, o la vergonzosa violencia contra los asnos, de la cual en España tenemos habituales y sádicas noticias; por cierto, en Santorini no quise subirme a los típicos burritos empleados como ascensor hacia el pueblo, pues me daban lástima. Yo soy así.  

- No quieres que se mate a un animal, y sin embargo te dan igual las cifras de abortos. Otra excusa demencial, según la cual, si te declaras contrario a la fiesta de los toros, automáticamente eres un ateo abortista.  ¿Qué tendrá que ver una cosa con la otra? Cuando hablemos de abortos de embarazadas, hablaremos de abortos de embarazadas, que es otro tema espinoso y de debate difícil.  Pero estamos haciéndolo de corridas de toros y de maltrato animal, menos salirse por la tangente y recurrir a los no nacidos y a las decisiones personales.  

- Los toreros, al igual que los aficionados, son los que más quieren al toro bravo y disfrutan cuando participan en el indulto a a uno. Permítaseme discrepar con esa primera frase. Yo adoro a mis perras (y a todos los perros) y ni por asomo se me ocurre atosigarles con cuchillos y hacerles sangre. Supongo que querrán al toro en el sentido de que son la base de su prestigio y su fortuna; más allá no puedo ver nada, a no ser que lo amen tanto como para querer matarlos ("lo maté porque es mío",  parafraseando a los maltratadores) . Respecto a lo del indulto, no puedo entrar en lo que piensa un torero cuando perdona la vida a uno, pero puedo entender que ese sentimiento debe ser de sincera admiración hacia un animal especialmente bravo que se resiste a entregarse a pesar de las heridas.   Con todo, los indultos no son nada abundantes. De hecho, las estadísticas muestran que cuanto más categoría tiene la plaza, menos toros se salvan. En Las Ventas de Madrid, verdadera catedral de la tauromaquia, donde sólo en la Feria de San Isidro se lidian 200 toros, el último amnistiado  fue en el lejano 1982.  Por poner un ejemplo más corriente,  en la plaza del Puerto de Santa María (Cádiz),  de segunda categoría, se han indultado a 9 toros en los últimos 30 años. 

- Son contrarios a los toros separatistas, y antiespañoles en general. Ciertamente entre los independentistas periféricos suele abundar la corriente antitaurina, pero no es una tendencia mayoritaria al 100%.  Tal vez uno de los casos más peculiares de España sea el de Azpeitia, a 40 km de San Sebastián, feudo abertzale y con alcaldía en manos de Bildu desde 2011, quienes no han impedido que se continúe con la gran tradición taurina de la localidad, de las mayores del País Vasco.  Además, como veremos más abajo, hay una notable hipocresía y doble vara de medir en este asunto. Por otra parte, yo, nada favorable a los toros, estoy en las antípodas del antiespañolismo y, es más, soy tan unitario y centralista que suprimiría las autonomías. Pero ese es un jardín para otro día.  

- Los toros forman parte indisoluble de la tradición cultural española, y de hecho son cultura, son arte.   Baste recordar a Goya, Benlliure, Lorca, Miguel Hernández, Bergamín, Dalí,   Alberti,  Picasso, Cela o Vargas Llosa,  entre otros,  y a foráneos como Hemingway y Orson Welles. Uno de mis argumentos favoritos, por machacón (es imposible que un plumilla partidario de los toros no recurra a él)  y pedante. Claro, como fueron taurinos importantes literatos y artistas nacionales e internacionales, e incluso en  algunas de sus obras la tauromaquia estuvo presente, ello concede un plus de prestigio, por "intelectual", a la lidia. Simplificando, como a  Federico García Lorca le encantaban, ergo los toros son cultura. Sin embargo sucede que, estos taurinos que pretenden que el toreo sea considerado Patrimonio de la Humanidad y que  van de culturetas  prefieren no saber, u omitir directamente, que intelectuales contrarios a la tauromaquia ha habido y de importante calado, tanto españoles como extranjeros. Pero centrémonos en los nacionales, quienes acuñaron la expresión "pan y toros" a imitación de la latina "panem et circenses" para aborrecer de las costumbres taurómacas y de su uso por los gobernantes para entretener al populacho, relacionado esto con el atraso de su país. 
Para empezar no está nada claro que el propio Goya  fuera taurino , cuyos magníficos y crudos grabados no son precisamente laudatorios . El citado e ilustrado Gaspar Melchor de Jovellanos fue uno de los primeros y más ardientes detractores, aunque antes ya se habían posicionado Lope de Vega o Tirso de Molina. Posteriormente tenemos al muy tradicionalista Jaime Balmes, a  Mariano José de Larra, al liberal y exiliado José María Blanco White, a  José Zorrilla o al regenerador  Joaquín Costa, y más adelante a nombres imprescindibles como Leopoldo Alas "Clarín", Santiago Ramón y Cajal, Miguel de Unamuno,  Jacinto Benavente, Pío Baroja,  Gregorio Marañón, Antonio Machado, "Azorín", Juan Ramón Jiménez...más recientemente, José Ferrater Mora, Francisco Umbral, Miguel Delibes, Eduard Punset, Rafael Sánchez Ferlosio, Manuel Vicent o Antonio Muñoz Molina. Vaya, todos estos ya no son tan intelectuales, entonces. Ramón y Cajal ha dejado ser esa gloria científica y todo un orgullo nacional.  Y, desde luego,  ¡eran antiespañoles  "Azorín", Unamuno y  Marañón!

- Los toros, de honda tradición,  forman parte de la historia de España, y no sólo al pueblo, le han gustado también a los reyes.  Cierto es. De hecho hace siglos eran los reyes los que "toreaban", como por ejemplo Felipe el Hermoso, que alanceó uno a su llegada a Castilla, o Carlos I, aficionado a rejonear toros desde un caballo. Y  los actuales defensores de la lidia, aunque no todos son monárquicos, suelen congratularse por los gustos taurinos de los reyes. No hay más que ver la implicación de Juan Carlos I, quien como sabemos para unos asuntos sí se moja y para otros no. 
Esto atrae especialmente a periódicos como ABC y La Razón, tan borbónicos ellos,  los cuales pasan, una vez más, de puntillas respecto a cuestiones tales como la existencia de reyes españoles que han querido acabar con el toreo, como también esquivan, pese a que habitualmente son más papistas que el Papa, que ha habido más de dos obispos de Roma contrarios a la lidia. Pero volviendo a los monarcas,  a la siempre augusta Isabel la Católica no le agradaban, aunque fueron más activos los ilustrados Borbones: Felipe V, despreciando la tauromaquia en varias ocasiones influido por su camarilla francesa; Fernando VI, más sensible, a quien tampoco le gustaban y estipuló que el dinero generado por las corridas se destinase a obras caritativas;  Carlos III, uno de los mejores reyes de nuestra historia, quien prohibió las corridas en 1772, aunque el pueblo no lo aceptó;  y Carlos IV, quien insistió en 1805. Sin embargo, la encomiable labor de los primeros Borbones  no supuso el triunfo redondo de sus medidas regeneradoras,  pues ya sabemos cómo acabó todo, con Fernando VII, quien además era taurino, cosa nada sorprendente. Ya  durante todo el siglo XIX diversos políticos insistieron en la conveniencia de suprimir el toreo, con áridos resultados vista la nula colaboración de los sucesivos reyes, no tan ilustrados como los del XVIII y mucho más castizos.

Vista la serie de argumentos, con unos mucho más peregrinos y endebles que otros, también hemos de ver la inmensa hipocresía y notable doble vara de medir que hay en este asunto, por parte del pueblo, taurófilo o no:

- Hipocresía y doble vara de medir, la de los taurinos, que trazan una enérgica línea para separar las corridas de toros de otros festejos populares como el citado Toro de la Vega, los encierros,  los correbous, los toros embolaos o ensogados, las infames corridas con vaquillas y novillos (animales mucho más jóvenes y endebles que los toros bravos, en cuyos cuerpos las banderillas parecen enormes),  etc. No sé con qué criterio una cosa sí es digna de admirar  y de mantener y la otra no. Ah, ya: Lorca y Hemingway marcan la diferencia.

- Hipocresía y doble vara de medir, la de los taurinos, quienes como ya se ha dicho encuadran a los contrarios a las corridas como separatistas y antiespañoles. Nunca es bueno generalizar y, ni todos los taurófilos son tradicionalistas de impoluta  chaqueta, misa y viva el rey, ni todos los antitaurinos son (somos)  extremistas de izquierdas próximos a la kale borroka. El conservadurismo mediático, que suele abuchear por temas políticos al PNV y a Bildu, calla discretamente y silencia su furor centralista cuando el primer partido mantiene la tradición taurina de Bilbao o restaura la de San Sebastián, o cuando el segundo, tan contemporizador con ETA, insiste con las corridas en Azpeitia. Pero si apoyan los toros, entonces los separatas filoetarras se vuelven respetables. Faltaría más.

- Hipocresía y doble vara de medir, la de la izquierda independentista, fundamentalmente la vasca,  la catalana, la gallega y últimamente la valenciana,  que hace suya la causa animalista renegando de las corridas de toros por fachas y cavernarias mientras sigue apoyando los mencionados correbous y embolats, o los Sanfermines; quien dice festejos con astados dice con otros animales.  Debe ser, en el caso pamplonica,  que la ikurriña y el ambiente abertzale  impregnan a los encierros de un aroma de prestigio, libertario,  por aquello del pueblo oprimido...o eso o que mientras corra el kalimotxo, nada más importa, como si los toros que corren por la calle Estafeta no fueran luego banderilleados y descabellados en la plaza.  El esperpento es mayor en otras autonomías,  como Cataluña, donde se prohibieron las corridas de toros en 2010 mientras se siguen protegiendo los correbous y luego está el caso de Canarias, sin lidia de astados desde los años 90, pero donde se siguen practicando las  tradicionales peleas de gallos, un  espectáculo "edificante",  como sabemos. 

- Hipocresía y doble vara de medir, la de cierta extrema izquierda política y mediática, que tilda de "asesinos" a los toreros, y sin embargo se muestra muy favorable al acercamiento, reinserción y rehabilitación de presos etarras, verdaderos ejecutores de personas.  Hay que ser pintor de brocha muy gorda para tener esa actitud, máxime si tenemos en cuenta que muchos de esos políticos han callado (o han estado directamente condescendientes) durante la época de mayor actividad criminal de la banda.

- Hipocresía y doble vara de medir, la que durante décadas han ejercido ingleses y franceses (por decir dos países tradicionalmente próximos a España)  respecto a los toros, tildando a los españoles de bárbaros e insensibles, mientras los primeros ejercieron la caza del zorro 300 años, y los segundos, aparte de mantener las corridas en el sur de su territorio,  han hecho (y siguen haciendo)  verdaderas masacres con gansos y patos para la elaboración del foie.  No por nada la sobrealimentación forzada de estas aves está prohibida en un buen número de países y sólo se permite ya en la honorable Francia y en el variopinto grupo formado por Bélgica, Hungría, Bulgaria y...España. Respecto a Inglaterra y el zorro, en 2005 por fin se prohibió su caza con perros, así como la del reno y la de la liebre, en medio de fuertes polémicas pues su práctica estaba muy arraigada dentro de la alta sociedad (¿a alguien le suena?). Los ingleses han sido históricamente los que más se han horrorizado con la tauromaquia española, especialmente por el trato dispensado a los caballos, y ciertamente pese a lo del zorro nos llevan ventaja pues ya en 1835  habían puesto fin a los combates entre toros y perros, a la lucha de osos (normalmente con las uñas limadas)  contra  perros, y a las peleas de perros propiamente dichas (si bien éstas últimas, más fáciles de disimular, entraron en la clandestinidad) mientras en España la tauromaquia estaba en pleno apogeo (si la Inquisición pervivió hasta 1834, ¿no iban a existir las corridas de toros?). 


Conclusión: puede afirmarse sin miedo que en general el español es un pueblo hipócrita y que ha sido y es  un pueblo cruel con los animales. No hay más que darse una vuelta por los pueblos de la geografía nacional para empaparse de las entrañables  tradiciones que aún perduran, o para, y esto es extendible a las ciudades, percatarse de los casos de maltrato; además España tiene el dudoso honor de ser uno de los líderes europeos en abandono animal.  
Por tanto,  decíamos que el español es cruel. Antes y ahora, aunque hayamos cambiado al menos algo para bien, pues todavía en 1898  se realizaban espectáculos de muy discutible gusto,  como este "combate" entre un toro y un pequeño elefante. Respecto a  los caballos de los picadores, tan cruciales en las corridas, estuvieron totalmente desprotegidos hasta 1928, cuando comenzaron a salir con esos petos almohadillados en medio de fuertes protestas del público, pues durante un tiempo no aceptó que no se destripase al hermoso animal; recordemos que era habitual que unos 10 caballos muriesen desangrados en una sola corrida. Bárbara España.

Así, recalco que  como historiador y respetuoso por el pasado soy amante de las tradiciones, siempre que éstas no incluyan sangre y/o muerte porque sí, por placer, por espectáculo, por arte, por devoción. Ni me gustan las corridas de toros, ni los encierros, ni los embolaos, ni el Toro de la Vega, ni los espectáculos con animales, pero tampoco las procesiones de Semana Santa que incluyen dolor y heridas, como aquellas de la comarca cacereña de la Vera, por poner un ejemplo muy conocido, ni esos padres poniendo en peligro la integridad física de sus hijos para que toquen a la Virgen. 

Me gustan las tradiciones y soy un amante de lo español y de la cultura española, pero no estoy particularmente orgulloso de la tradición taurina de mi país. No es algo de lo que personalmente pueda sacar pecho, ni lo incluyo como parte indisoluble  e irrenunciable del ser español. Tampoco considero que podamos mirar a otros países y a otras culturas a los ojos y hablar de progreso y modernidad frente al barbarismo de, por ejemplo, ciertos pueblos asiáticos o africanos. 

Volvamos al ABC.  Uno de los grandes periódicos españoles y de los más antiguos, que me gusta por la calidad literaria de algunos de sus colaboradores, más allá de su particular línea editorial; pero suelo decir que ciertos periodistas de este periódico parecen seguir anclados en, por ejemplo,  1910, dicho sin faltar al respeto, pero lo cierto es que  siguen siendo fervorosos católicos,  monárquicos irredentos  y amantes  apasionados de los toros y de la caza. Es una opción legítima y respetable, por supuesto, pero no estaría de más, por ejemplo,  una mayor separación entre Iglesia y Estado en nuestros laicos tiempos,  y una mayor sensibilidad y toma de conciencia respecto de la realidad, pues recuerdan a los tradicionalistas recalcitrantes de la primera mitad del siglo XIX. Con todo, esta defensa a ultranza de la tauromaquia no es exclusiva de los medios de comunicación conservadores y es habitual que las noticias de la lidia tengan su sitio en las páginas o en la sección de cultura de un diario progresista.

Para culminar, no me gustan los toros, repito,  pero tampoco soy nadie, somos nadie, para imponer nuestro criterio y suprimir las corridas por narices, pues lo cierto es que aunque menos que antaño, siguen teniendo público (y aunque se considere a los asistentes como de "cierta edad", no es difícil ver gente joven en las plazas) y acabar con la tauromaquia de un plumazo, pese a que no nos guste,  tiene cierto tufillo autoritario, de la manera que se hizo en Cataluña o se ha hecho recientemente en La Coruña, pues por desgracia es una actividad legal. Para estos casos existen las consultas populares y los referéndums. 
Ahora bien, si no se suprimieran, pero... ¿por qué no cambiar ciertos aspectos para adaptar la tauromaquia a nuestra época? En Portugal no se mata al animal desde 1836 y los conflictos políticos no se han producido en el país vecino por este asunto.  Los taurinos suelen decir que sin banderillas y puyazos, sin sangre en suma, la lidia pierde su sentido, pero, ¿por qué no un toreo sin hacerle daño al mamífero? ¿Por qué no un heroico torero enfrentado a un toro sólo con su capote, por qué no un toreo más acorde a nuestros tiempos? Debemos añadir que antes  (basta ver la Tauromaquia de Goya) la lidia de toros era bastante más bárbara y sádica, tanto para las reses, como para los indefensos caballos  y los mismos hombres, e incluso para los perros, los cuales también peleaban en la arena.  El toreo, por así decirlo, evolucionó, por suerte, aunque quizá lo más correcto sería decir que se reglamentó.

Muchos simplifican al máximo el toreo y lo describen como un morboso espectáculo de sangre, agonía y muerte, sin más, y no les falta del todo razón.  Pero sin duda hay algo más allá, pues hay mucho de ritual antiguo de iniciación,  de hombre frente a la "bestia", de acto de virilidad, aunque tampoco nos pasemos de antropólogos como hacen ciertos intelectuales partidarios de las corridas quienes vinculan el toreo con los juegos cretenses y etcétera.  Con todo, no se puede negar el gran valor que demuestran estos hombres al ponerse delante de un recio astado, en ese acto que, por otra parte, nos retrotrae a tiempos ni mejores ni peores, pero sin duda más primarios, con la añadidura de ese poso de chulería y altivez que todo torero tiene y muestra, y que muchos hombres y mujeres admiran, envidian y desean.

También hay cuestiones más positivas:  no puede negarse que el vocabulario taurino ha calado en la voz española de una potente manera; hasta los más antitoreo se sorprenderán viéndose emplear con frecuencia ciertas expresiones, ya sea hablando o escribiendo.  Eso, al igual que los emocionantes pasodobles, aunque no fueran taurinos en su origen,  sí enriquecen , y desde mi punto de vista sí son aportaciones positivas de la tauromaquia a la cultura española.

Pues, desde luego, no hay arte en el toreo, sólo un recuerdo de esas antiguas ceremonias de tiempos primitivos, que en su momento tuvieron su significado y trascendencia, pero hoy rechinan por anacrónicas en una época, la nuestra, donde cada vez menos gente quiere ver cómo se maltrata a un animal y en la cual los únicos viejos rituales que perviven, exceptuando la liturgia cristiana, son las hogueras de San Juan y poco más. 
No, por mucho barniz intelectual que quieran darle sus partidarios, no hay arte en el toreo, a no ser que se considere arte el contemplar cómo un chulo se empalma mientras capotea y estoquea hasta matar a un rumiante al ritmo de la música y los aplausos del respetable público.

Y finalizo. No soy ningún relativista que menosprecie a las tradiciones y costumbres de mi pueblo y su herencia cultural, es más, estos teóricos tan despegados y ciudadanos del mundo  me producen urticaria, pero en particular el debate de la tauromaquia es necesario en esta España nuestra de 2015 que lleva desde el siglo XVIII en permanente conflicto entre tradición y modernidad, entre atraso y evolución, entre inmovilidad  y  avance con la Monarquía y la Iglesia en medio, mientras el pueblo aplaude y vitorea en la plaza.