3.5.17

Chicos de barrio



Hablemos de unos chicos de barrio.

Chicos de un mismo barrio, pero de distintos colegios, a quienes el instituto unió. 

Chicos de un mismo barrio, popular, absorbente y con mucha personalidad, tanta que se le llama el Barrio, con mayúsculas,  y de familias muy normales, que irían descubriendo en aquellas tardes en chándal  todo lo que tenían en común, o que no tenían pero pese a todo...

Música, meriendas,  informática, partidos de fútbol-sala, botelleos y primeras juergas recorriendo la ciudad, aquellos días en el monte, aquellos viajes en coche a la feria de algún pueblo, a la playa, a ningún lugar.

(...)

Recuerdos y experiencias que el río de la vida aún no ha borrado.

Hablamos de unos muchachos nacidos en 1985, la mayoría, por tanto podrían llamarse "los del 85", aunque lo más correcto sería decir entre 1984 y  1986, pero, en fin, hijos de mediados de los 80 y, por tanto, una generación-puente, ya que vivieron los estertores de un mundo que ya no existe, a la vez que eran lo suficientemente jóvenes para incorporarse rápidamente a la nueva era digital. 

Un grupo de chicos con determinados perfiles y  distintas realidades,  desde las malas notas de uno o varios, al impecable expediente de otro, las carreras universitarias de algunos o la rápida experiencia laboral de la mayoría. 
Con chicas que se fueron agregando, en calidad de parejas, o dándose de baja del grupo, cuando lo bonito se acabó. Las novias de cada uno, si es que tenía, acabaron formando parte indisoluble de la panda. Pero el espíritu en común del cogollito original  fue y es, siempre el mismo.

Lo cierto es que los años han pasado, en dos parpadeos, y los del 85 ya no tienen 19 años.

Algunos se han casado ya, otros incluso son padres, mientras algunos tienen un pie en el altar, a la vez que quedan otros más solitarios e incorregibles.

Unos tienen felizmente una vida con sólido presente y estable futuro, otros desearían un trabajo mejor, mientras queda alguno que aún no ha encontrado su lugar en el mundo. 

Las lozanas caras con acné,  incipiente pelusa y cuerpos adolescentes, han dado paso hoy a las barbas (si bien no en todas las mejillas), las primeras canas, la alopecia en ciertas cabezas, o a la barriga producto de la absorbente vida de padre. 

Algunos ya no están en el Barrio, otros se fueron de la ciudad e incluso hay quien no vive ni en España. 

Pero el tiempo no ha pasado. O sí. Aunque no de la manera que cabría esperarse.  Y es que la amistad explica y define muchas cosas. 

Amistad es ser consciente de que los años pesan, pero saber hacer que no se note.

Amistad es hacer y decir cosas que no harías ni dirías delante de ningún otro. 
 
Amistad es hablar de todo, y de nada, frente a unas pipas, frente a una cerveza, o de pie en cualquier esquina o parque. 

Amistad es que no importen según qué cosas.

Amistad es recordar, hasta el final de los tiempos, a aquella chica de cuarto, a aquel profesor imbécil, aquel ciego monumental cierta noche, esa frase mítica, esa anécdota inolvidable.

Amistad es estar sin verse seis meses, un año, dos, y a los dos minutos estar hablando de la misma manera como si la última quedada hubiera tenido lugar el día anterior. 
 
Amistad es que una palmada, un abrazo o una frase, valgan más que todos los regalos.  

Amistad es que de una fotografía se pueda escribir un libro. 

Amistad es todo eso, y mucho más. 


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